Declaraciones del Profesor Mattias Gardell sobre el ataque de Israel



Un ataque al derecho de los pueblos
Declaraciontes de Mattias Gardell,
profesor de la universidad de Estocolmo, Suecia
Israel una vez más ha cometido un crimen contra el derecho internacional. Esta vez a través de una piratería aprobada por el estado: muy lejos de las fronteras de su país los militares israelíes atacaron un convoy de naves humanitario que llevaba material de construcción, equipos potabilizadores, generadores y material de salud para el pueblo encerrado de Gaza.
Israel sabía muy bien lo que había en la carga y quienes estaban a bordo. La Flotilla de la Libertad a Gaza había seguido las reglas burocráticas vigentes para tráfico naval internacional. La carga había sido inspeccionada por las autoridades aduaneras y todos los pasajeros habían sido registrados de acuerdo con la ley. Al subir a bordo fueron controlados los pasaportes y el equipaje. Igual que en el caso de un vuelo internacional los viajeros pasaron detectores de metal y tuvieron que dejar cortaúñas y otros objetos que no estaban permitidos.

Yo siempre me había visto a mí mismo a bordo del Sofía, el buque de carga que la organización sueca Ship to Gaza había adquirido juntamente con nuestra organización fraterna griega, pero me solicitaron que, junto con la historiadora Edda Manga, fuera nuestro representante a bordo del ferry de pasajeros turco Mavi Mármara. Fue en ese barco en que soldados de élite israelíes asesinaron a nueve pasajeros y balearon a periodistas que estaban documentando el ataque. Es también sobre este buque que ha ocurrido una gran parte de la discusión posterior.
¿Qué pasó en realidad en el Mavi Mármara?
A bordo había 478 pasajeros de 32 países, inclusive Israel. La variedad era palpable. Allí había judíos. Cristianos, musulmanes y ateos; socialistas, liberales y conservadores; parlamentarios, actores, músicos y diplomáticos que estaban unidos en una coalición de un arco iris de ciudadanos del mundo entero que asumieron la idea de los derechos humanos en serio y que querían contribuir a disolver el bloqueo que impedía e impide a los habitantes de Gaza la reconstrucción de su sociedad destruida por la guerra.

Esto no es en sí mismo nada radical. Las Naciones Unidas, la Unión Europea y una larga fila de estados democráticos, entre ellos Suecia, son de la misma opinión y La Flotilla de la Paz obtuvo consiguientemente apoyo de la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados de Palestina en el Cercano Oriente(UNRWA), Amnistía Internacional, Diakonia y otras organizaciones para los derechos humanos. El ambiente a bordo era igualmente unido. La organización turca de ayuda IHH había subrayado cuidadosamente la plataforma política que la coalición de apoyo había convenido: la acción era humanitaria y no apoyaba ni a Hamas ni a Fatah sino al derecho de cada ser humano a una vida decente en libertad.
En los medios suecos circulan rumores infundados de que la IHH es una organización terrorista musulmana. En ese caso, ¿ porqué está permitida en Turquía, un país donde las organizaciones islamistas están prohibidas, o es aceptada como asociada por las Naciones Unidas y por Amnistía Internacional?
En realidad hay sólo un país en el mundo que declara ilegal a IHH, Israel, una decisión que ha sido apelada ante juzgados internacionales. IHH realiza actividades de ayuda exterior en 143 países, de los cuales la mayoría no son musulmanes.

IHH fue la primera organización en presentarse en Haití, luego del terremoto y también ayudó en Nueva Orleans luego del huracán Katrina. IHH se puede comprender como la imagen musulmana de Diakonia: personas que creen que existe un Dios bueno y justo que desea que nos cuidemos los unos por los otros. Para el que no es religioso la compañía de personas creyentes tal vez pueda ser algo desgastante, pero éste era el único peligro. A pesar de que eran musulmanes.
El peligro tampoco provino del Mavi Mármara. Él vino desde afuera. Al abrigo de la oscuridad de la noche el buque fue rodeado por catorce barcos de guerra- corbetas, torpederas, lanchas de patrulla, buques de ataque silenciosos, un submarino, barcos teledirigidos y cuatro helicópteros Black Hawk. La sensación fue de irrealidad. Personalmente yo solamente tengo experiencias del cine de batallas navales y durante mucho tiempo quise creer que los militares sólo estaban allí para asustarnos, hacernos retroceder. Ellos sabían por cierto que no había armas a bordo.

Otros no estaban igualmente convencidos de la voluntad de los militares israelíes de respetar vidas civiles. La flota de guerra nos había seguido a la distancia durante varias horas, lo que había dado tiempo para preparar una defensa, si lo peor sucediera. Los periodistas se pusieron chalecos a prueba de balas, se buscaron chalecos salvavidas y las personas juntaron lo que había a mano: extinguidores, mangueras de agua, las astas de las banderas, cuchillos de la cocina, destornilladores y hasta una uña de vaca del depósito de herramientas.
Tratar de defenderse contra una de las fuerzas armadas mejor equipadas y entrenadas del mundo con tales instrumentos puede parecer bastante tonto, pero no había otra cosa a disposición. A las cuatro y diez comenzó el ataque. Desde lanchas rápidas se cañoneó la cubierta con bombas de gas, bombas de sonido y bombas de fragmentación. Durante el caos trataron de abordar la nave buzos de ataque, pero fueron rechazados por las cascadas de agua de las mangueras de incendio. Luego de varios fracasos vino el siguiente ataque desde el aire. Cubiertos por un fuego intenso soldados de comando fueron deslizados desde un helicóptero. Antes de que el primero de ellos hubiera descendido, cayó el primer defensor con un disparo en la cabeza.

A partir de allí siguieron las escenas que las fuerzas armadas israelíes dejaron salir al mundo de los medios. Tropas de élite con máscaras fueron enfrentadas por jóvenes equipados con chalecos salvavidas y palos. Tres soldados son derribados y desarmados. Sus pistolas y metralletas son vaciadas de sus proyectiles y lanzadas al agua. Si hubiera sido una película de Bruce Willis, él habría dirigido las armas contra los atacantes, rodado por el suelo y tirado contra el helicóptero que habría caído al mar para el júbilo del público.
Pero esto era real. Ningún atacante enmascarado fue baleado a muerte y el presidente de la IHH Bulent Yildirim intervino personalmente para detener el maltrato de un soldado. No lo podremos ver en TV, puesto que esas imágenes no se han hecho públicas. Tampoco podremos ver el baño de sangre que siguió. La nave estaba llena de cámaras de vigilancia y más de sesenta periodistas estaban a bordo. Los periodistas constituían un blanco obvio para la violencia exagerada por el mismo motivo que el Mavi Mármara fue el primer navío atacado: era estratégicamente importante cortar las comunicaciones con el mundo exterior y tomar control de la información para que no hubiera otros relatos que los elaborados por el poder militar que llegaran al mundo.

Por eso también fueron baleados los fotógrafos, como por ejemplo Furkan Dogan, un ciudadano americano de diecinueve años que estudiaba sociología en Turquía. Él fotografiaba cuando fue baleado desde atrás, una bala en la espalda y otra en la nuca. Cuando el cayó y rodó fue baleado de vuelta; en la cara esta vez. En total fueron asesinadas nueve personas esa noche. La mayoría jóvenes, pero no todos. Cetin Topcuoglu tenía 54 años y entrenaba el equipo de Turquía de taekwondo. Lo balearon a quemarropa en la nuca y murió en los brazos de su esposa.
La armada israelí sostiene que sus soldados tiraron en defensa propia. Falta explicar por qué entonces se les disparó a las personas por la espalda, así como por qué la defensa propia es un derecho que les corresponde a soldados israelíes armados, pero no a quienes ellos atacan. Si hubiera sido una cuestión de intervención policial contra sospechosos de criminales habría sido una asunto. Pero Israel no es la policía de los mares del mundo y no tiene ninguna jurisdicción sobre aguas internacionales. Por cierto que Israel afirma que las leyes marciales eran aplicables en el encuentro con un convoy de ayuda humanitaria, pero ese argumento jamás valdría en un tribunal.

De acuerdo con el derecho internacional ningún estado tiene derecho a invocar estado de guerra si no ha sido expuesto a un ataque armado. La carga más avanzada técnicamente que la Flotilla de la Libertad tenía a bordo era cincuenta sillas de ruedas eléctricas. ¿Acaso Israel quiere decir que temía un ataque de sillas de ruedas? En colisión con el derecho internacional Israel había ampliado una zona de seguridad que se extendía tanto como 68 millas náuticas de la costa de Gaza. Sin embargo, el ataque comenzó fuera de ella, no dentro, de ese límite. Fue comenzado a 105 millas náuticas y terminado a 78 millas de la costa.
Aun si el ataque hubiera sido dentro de las aguas territoriales de Israel, la violencia ejercida debía haber sido proporcional en relación a la amenaza militar que presuponía, y además haber protegido a civiles. En este caso no existía amenaza militar alguna y los únicos que fueron atacados fueron justamente civiles. Como lector Ud. no debe aceptar ni a mi palabra ni la de las fuerzas armadas israelíes. En su lugar, exija que se realice una investigación independiente que pueda acceder a todos las filmaciones y fotos que fueron incautadas y a todos los testimonios de los que sobrevivieron a la masacre. Que la verdad aparezca.


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