UN
En lugar de hechos, de elementales hechos que contribuyan a reparar en parte el daño físico, psicológico y moral padecido por Jihad Diyab tras los sufrimientos de 13 años en Guantánamo y las mutilaciones de su entorno familiar dejadas por la carnicería imperial contra pueblos indefensos...
En lugar de algún gesto mínimo --visible y constructivo-- venido del ex presidente uruguayo que lo trajo al Uruguay en calidad de “refugiado”...
En lugar de cierta dignidad esperable al menos ante el dramatismo de la situación, el luchador sirio resuelto a hacer respetar sus derechos mediante una huelga de hambre y de sed que no es broma --y que lo ha colocado ya al borde de la muerte--, solamente acaba de recibir de parte del principal garante de la “protección” del Estado uruguayo, el señor Mujica, unas brutales palabras dichas a la prensa europea con la indisimulada intención de la estigmatización, el ridículo y una despiadada e inexplicable discriminación hacia Jihad Diyab.
Palabras más, palabras menos, está diciendo Mujica que se equivocó trayendo a Diyab al Uruguay, pues pensaba que era una persona con los mismos hábitos de los laboriosos inmigrantes europeos que llegaban al Uruguay hace un siglo perseguidos por el hambre y por la guerra. Se equivocó, dice, por no haberse imaginado que a Jihad Diyab le tienta el confort del “primer mundo”, y, encima, por no haber calculado que se valdría de la moderna tecnología digital para establecer comunicaciones que harían posible difundir al mundo los motivos de su desigual lucha y los pormenores desconocidos de su increíble odisea
DOS
Jihad Diyab ha entrado en lo que los médicos dignostican como “coma superficial”, mientras voceros oficiales y extraoficiales y su eco mediático de total irrespeto hacia la gente, no descansan tratando de enchastrar al pequeño grupo de uruguayas y uruguayos que han venido acompañándolo, sin otra aspiración que la de ayudarle humanamente e incidir de alguna manera en el conocimiento de lo que está ocurriendo y que la “opinión pública” debe adivinar atrás de una sarta de mentiras que han arreciado al mismo tiempo que la vida de Jihad Diyab se va apagando sin que nadie haga absolutamente nada para evitar un desenlace cruel y evitable.
Se nos dice que el canciller uruguayo está en EE.UU. gestionando no se sabe qué alternativa. No se sabe nada. Nadie puede hallar una explicación lógica, que no es, por supuesto, la repugnante versión de que “nadie quiere a Diyab” en el mundo entero.
TRES
Lo claro y transparente en la actitud de quienes se están moviendo para evitar lo peor; la única intención visible, enunciada y repetida hasta el cansancio, es la de impedir que se consume lo que no sería un suicidio, sino, claramente, un crimen de lesa humanidad imperdonable.
¿Suena fuerte, verdad? Suena a tremendismo, da para que alguna gente entrevea en todo esto la “mano negra” de no se sabe qué fuerzas extrañas queriendo perjudicar al gobierno y el Estado uruguayo, Pero la verdad, la pura y dura verdad, es que ni el uno ni el otro necesitan que nadie haga nada para perjudicar su imagen ante el mundo entero.
Mujica, especialmente, ha sido muy servicial en ese sentido. Tanto, pero tanto, que no estaría nada alejado de la realidad quien llegara a la conclusión de que este bochorno aun inconcluso tiene algo de xenofobia, de chovinismo, de malvada persecución político-ideológica, de enfermiza perversidad mezclada con soberbia de “piojo resucitado”...
Y mucho --muchísimo, demasiado- de servilismo hacia los responsables no solamente de la violación de los derechos humanos de Jihad Diyab, sino de los derechos humanos de la abrumadora mayoría de la población del planeta, no importa la religión, la raza, o el color de piel que se tenga.
Al gobierno y al Estado uruguayo le ha costado entender lo que intuye hasta el menos informado de nosotros: Jihad Diyab representa a esta humanidad torturada y sometida que somos y que no quiere seguir siéndolo.
Esperemos que esta vez efectivamente el “ojalá” esté de nuestro lado y que Jihad Diyab no se nos muera porque lo hayan dejado morir.
Todavía hay tiempo, pero poquísimo.
Gabriel -Saracho- Carbajales, Montevideo, 14 de setiembre de 2016.-
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