El Moncada, el “Dúm-Dúm” y los caminos de la vida
"Dúm-Dúm” era el alias con el que certeramente* lo rebautizaron los prisioneros “de guerra” alojados en el Establecimiento Militar de Reclusión N° 1, Mojón 301, “Penal de Libertad”, departamento de San José, en cuyo acceso principal al celdario (al lado de unas oficinas en las que invariablemente había cuatro o cinco oficiales rascándose el hongo y unos dos o tres milicos rasos como a la orden para rascárselos cuando los pintas se fatigaran), en la década de los ´70, lucía un cartelón de verdulería que, pomposamente y cual sentencia de Moisés, afirmaba: “Aquí se viene a cumplir”, pegado a un espantoso “escudo nacional” versión verdolaga estilo Tercer Reich...
Díaz era su apellido y por los pedazos de tela dorada que colgaban de sus hombros, era teniente primero o algo parecido, de la brigada de infantería N° 3, de Salto, con poco más de veinte años de edad, un escaso metro y medio de estatura y más ratones que los que había en aquellos tiempos en la biblioteca nacional. Súper agrandadito pese a sus medidas, la milicada sin charreteras lo identificaba en voz baja con el apelativo de “El Pelo de concha” y las mentas cuarteleras decían que había sido muy entusiasta colaborando en la “máquina”, pero bastante maula a la hora de participar de los operativos “antisubversivos” de Salto y adyacencias, como lo había sido la mayoría de la oficialidad en todo el territorio oriental ocupado por el fascismo del “proceso cívico-militar”.
Era una tarde muy fría y muy ventosa casi que como la de hoy, pero del año 1975. No había dónde meterse en la confortable cueva de piedra y tampoco podías emponcharte con una mísera frazada mora o algo parecido (estaba prohibido por el “reglamento” y aquel frío húmedo te queda alojado en los huesos para toda la vida, aunque a los veinte y poco ni te lo imaginás; trillás para acá y para allá en los tres metros disponibles, y de paso aprovechás para pensar en cosas que no siempre sirven para “evadirte” espiritual y mentalmente de la jaula botona). Trillás y trillás mascullando utopías propias y de la humanidad mientras entibiás el esqueleto y tratás de que la ansiedad o la desesperación no debiliten demasiado el castillo estratégico de tu cabeza.
En ese trillar “térmico-filosófico”, por más pirado que estés, es clave no perder la brújula del tiempo cronológico que viene a ser el almanaque. Saber en qué día estás y de qué año, es imprescindible. Y lo es también tratar de retener algunas fechas históricas en lo social y en lo personal; te permite sentirte en el mundo aunque la piedra y la represión perpetua están hechas para sacarte a patadas de él con una buena soga al cuello improvisada con las sábanas mugrientas.
De pronto, el sonido de la súper llave de hierro y el escándalo del grueso cerrojo abierto a lo bestia.
¿Quién me “visita”?... El tragicómico “Dúm-Dúm”. De pechito inflado, nerviosito, mirándote de arriba a abajo como buscando algo “anormal”.
Me hace salir de la celda y me pone de plantón mirando a la pared con los brazos atrás, “como corresponde”... “Hay que ligar una requisa de este tarado”, me digo disponiéndome a pasar un par de horas de amansadora boba mientras el infeliz hace su inteligente e inútil “trabajo”.
Pero no; me equivoco: me hace entrar enseguida y sin mediar ninguna de las consabidas provocaciones que forman parte de la dura labor de “nuestros heroicos soldados en tiempos de guerra”, me pregunta:
--Recluso ¿sabe qué día es hoy?
--Sábado
--¿Mes?
--Julio
¿Año?
--1975
--¿Cuánto hace que está preso?
--Dos años
--¿Es una fecha especial hoy?
--Sí, fue el asalto al Moncada
No fue un acto de valentía, sino más bien de ocurrencia arrebatada de preso ya muy “rayado” como para poder medir cabalmente riesgos y conveniencias al reaccionar frente a los pequeños y provocativos interrogatorios que acompañaban usualmente a una requisa, sobre todo si no compartías la celda con otro compañero.
Cuarenta y un años después todavía me pregunto qué paso que “El Pelo de concha” no me sancionó con incomunicación en “la isla” por la respuesta. Al rato solamente me comunicaron una sanción “simple” (una semana sin recreo) por “no adoptar la posición que corresponde en presencia de un señor oficial”, o algo muy parecido.
No fue un acto de temeraria valentía, es cierto (en realidad, lo que sospecho es que el tipo se molestó nada más que por saber en qué día vivía y, que ni siquiera sabía qué era el “asalto al Moncada”), pero cuatro décadas después todavía siento el doble gozo de saber que vivía en el Sábado 26 de Julio de 1975 y, encima, sentir en el alma esta fecha aun estando bastante chiflado y con un panorama futuro de tener que seguir por mucho tiempo “sacándome” el frío, las penas y las ansiedades patológicas caminando para arriba y para abajo casi tres eternos metros de nuestras vidas de kilómetros y kilómetros de andar trillando la fe, la esperanza y las convicciones al tremendo y vital influjo de fechas como la de hoy, 63 años de aquella formidable y luminosa derrota de la queridísima Revolución del Pueblo Cubano.
*El apodo “Dúm-Dúm” surgió de sus ínfulas de gran conocedor de balística y de infalibles posiciones de tiro, creación del inolvidable “Negro” Walter Philllps, otro que jamás, ni adentro ni afuera, olvidó el 26 de Julio de 1953.
Gabriel -Saracho- Carbajales, Montevideo, Martes 26 de Julio de 2016.-
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