Julio Abreu, sobreviviente del "Vuelo Cero"

Memoria viva

Foto: elmuertoquehabla.blogspot.com.
El uruguayo Julio Abreu fue el único sobreviviente del denominado "vuelo cero" que culminó con el asesinato de cinco militantes del MLN, en un caso que se conoce como el de "los fusilados de Soca". En el volumen Julio Abreu, sobreviviente del vuelo cero, el periodista Alberto Silva recoge su testimonio y analiza los mecanismos internos del Plan Cóndor y la conexión entre esos crímenes y el asesinato del coronel Ramón Trabal, en París. Por Nelson Díaz*

Es seguro que Julio Abreu nunca imaginó lo que le esperaba en Buenos Aires. Era 1974 y había decidido "cruzar el charco" en busca de nuevos horizontes. Un trabajo digno. Otro futuro. Se sabía que de ambos lados la situación estaba brava. Pero Julio, que había votado –como miles de uruguayos– a Wilson Ferreira Aldunate en 1971, no se preocupó. No tenía militancia política. Nunca había estado preso en Uruguay. Pero el 8 de noviembre de 1974 comenzó su pesadilla. Ese día decidió ir al cumpleaños de la hija de un compatriota en el barrio porteño de Once. A mitad de la reunión, salió a hacer una compras, acompañado por Floreal García.

En una esquina, los dos hombres fueron detenidos por un grupo de civiles que exhibieron sus armas. Los amenazaron. Los golpearon. Los subieron a uno de los temibles Ford Falcon, un triste célebre símbolo de la dictadura argentina. El primer lugar en que estuvieron recluidos fue un local con garaje. Abreu recuerda que era una habitación chica. Escuchó cuando traían detenidos a Héctor Brum y María de los Ángeles Corbo. En ese lapso, en esos minutos que parecieron eternos, escuchó la voz de un niño. Era la de Amaral García, de tres años.
Luego vendrían más traslados, confinamientos, torturas y simulacros de fusilamiento. Después, un lugar cercano a un aeropuerto. Ruido de aviones. Una inyección con somníferos. Desmayo. Y un avión. Se trataba del "vuelo cero". Luego vendría la casona de Punta Gorda, conocida como el centro de detención clandestino "300 Carlos R".
El largo periplo terminaría con cinco militantes del MLN –que también habían venido en el "vuelo cero"– asesinados: María de los Ángeles Corbo Aguirregaray de Brum (embarazada de seis meses y medio), Graciela Martha Estefanell Guidali, Mirtha Yolanda Hernández, Héctor Daniel Brum Cornelius y Floreal García Larrosa.
Julio Abreu fue liberado de 24 de diciembre de 1974 en el balneario Neptunia y obligado por lo militares a declarar que él estaba en Buenos Aires cuando ocurrieron los fusilamientos. También fue obligado a un careo con familiares de Amaral, donde tuvo que negar que había sido testigo de lo ocurrido.
Durante años, muchos años, Abreu tuvo que cargar con ser "el" sobreviviente de los "fusilados de Soca". Una mochila muy pesada y difícil de llevar, dijo más de una vez.
El infierno, otra vez
Con este material, digno de una biopic, el periodista Alberto Silva, autor de Ana la guerrillera y de Alto al fuego–en colaboración con Nelson Caula–, entre otros libros, reconstruye ese período de la vida de Abreu y contextualiza la situación política de entonces. De los documentos y testimonios de otros protagonistas que aparecen en el libro, y de trabajos anteriores de Silva, se desprende que el asesinato del coronel Ramón Trabal fue la excusa utilizada por los militares para asesinar a los cinco militantes relacionados con el Movimiento de Liberación Nacional. También aparecen otros elementos que ratifican lo ya sabido: que existió el Plan Cóndor y que fue coordinado por las dictaduras.
Pero Julio Abreu, sobreviviente del vuelo cero es mucho más que eso. Es el retrato en primera persona de un hombre que descendió al infierno de las bestias y que luego de liberado, en la Nochebuena de 1974, comenzó otro descenso a un infierno más personal. El de un hombre que se sentía culpable por haber sido el único sobreviviente. Las ganas de morir. Y decenas de preguntas sobrevolando una y otra vez: "¿Por qué no me mataron a mí también? ¿Qué pensarán los familiares de los asesinados?". La vida se habían transformado en una condena diaria. Y Abreu flaqueó. Buscó anestesiarse con alcohol. Treinta años de silencio y de alcohol. Luego la denuncia. Las entrevistas en los medios. Exorcizar el pasado, para reencontrarse consigo mismo. Para reencontrarse con los familiares de los fusilados. Con Amaral García, aquel niño de tres años secuestrado en 1974 y recuperado por las Abuelas de Plaza de Mayo en 1985. Para que nadie, nunca más, tenga que pasar por lo mismo.
"Seguía tomando mucho y cada día más. Pero a mi camino de verdad le faltaba la frutilla, y esa frutilla me la dio la Justicia. En el 2008 finalmente me llamó la Justicia para declarar y me hicieron una nota periodística. […] Hasta el día de hoy no tomé una copa más. Yo creo que fue la magia de la justicia".
Y concluye: "Y cuando me preguntan '¿por qué te dejaron vivo? ¿Por qué no te mataron?', respondo que no puedo decir por qué no me mataron, porque yo no lo sé. Y si contestara que a mí no me mataron porque no tenía nada que ver, aceptaría como justificable la tortura y los fusilamientos y es injustificable todo lo que hicieron ellos. Entonces cuando alguien viene y me dice 'a vos ¿por qué no te mataron?', yo le digo 'preguntate por qué los mataron a ellos. Eso te tenés que preguntar'".

*Publicado en Caras y Caretas
Tomado del semanario Alternativas

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