Cara o cruz - Esteban Pérez

 C A R A  O  C R U Z



El pueblo le dio la espalda a Bolsonaro, perdió el hincha Nro. 1 de las dictaduras cívico-militares. Descomprime la angustia de muchos, pero no estamos felices; el adorador de Hitler obtuvo una importante representación parlamentaria y tres gobernadores más que Lula, lo que en un país federado significa mucho poder. Entre ellos nada más y nada menos que San Pablo, ciudad industrial, la que se suponía que con su proletariado organizado sería las espaldas y el ariete de Lula.

Pero no sólo por ésto, también por la fortaleza de Bolsonaro y la debilidad del presidente electo es que decimos que no nos sentimos felices. Lo decimos también porque el vicepresidente que fue electo junto a Lula no responde precisamente a los intereses populares, es claramente un representante de los intereses de los empresarios industriales y de los agronegocios, es decir un delegado de la oligarquía brasilera con muchísimo poder en su puño.

¿Quién ganó realmente las elecciones? ¿El PT del Lula proletario y de las masas empobrecidas o la oligarquía? Todo indica que veremos más de lo mismo. Un Lula tibiongo apostando al “mencelao” al “toma y daca” al “te doy para que me des”, lo que en nuestra modesta opinión abre dos puertas: la de la traición a las expectativas populares y la del gusano de la corrupción.

Sin desconocer que probablemente traerá un alivio a las masas hambrientas, difícilmente recorriendo esos caminos podemos esperar algún avance en los necesarios cambios de estructuras, en forzar en algo las columnas del capitalismo.

Recordemos que en el segundo gobierno del Frente Amplio, nosotros tuvimos un representante de los agronegocios como Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca  y padecemos hasta hoy las consecuencias de una reforma agraria exactamente al revés de las que proponían los programas de la izquierda. Se aceleró la acumulación de tierras en pocas manos y miles de hectáreas pasaron a pertenecer a verdaderas financieras multinacionales.

Pensemos entonces lo que puede suceder con un vicepresidente con esos antecedentes quien, según lo anunciado por Lula, será una especie de superministro que jugará en toda la cancha.

No logramos visualizar algún rayito de autocrítica en Lula porque el saldo de sus gobiernos fue la desideologización de las masas y la desmovilización de las mismas. Vuelve a buscar fortalezas en el concubinato con la burguesía menospreciando el trabajo ideológico en el seno del pueblo, una vez más se desprecia lo que pueda inclinar la correlación de fuerzas a favor del pueblo: el movimiento popular consciente, organizado y movilizado.

Sin ésto no sólo las transformaciones penden de un hilo, sino la propia cabeza de Lula.

Esperemos, en la cancha se verán los pingos …


ESTEBAN   PÉREZ