Vela de armas - Jorge Zabalza

 "VELA DE ARMAS", escrito por Jorge Zabalza es un prólogo a "MARIO ROBERTO SANTUCHO" biografía escrita por Daniel de Santis, que salió a la venta en primera quincena de abril del 2021. Reitero el agradecimiento a Daniel por la oportunidad de escribir tan cerca de quién encabezó el movimiento guerrillero tal vez con mayor desarrollo político militar en América Latina.



La matanza al por mayor instaló el difuso temor a sufrir más desapariciones, asesinatos, violaciones y torturas masivas, a quedar nuevamente desprotegidos ante la violencia irracional de las instituciones. Las secuelas del terror aún perduran y, de una u otra manera, ayudan a resignarse, a la desmovilización y la disgregación. Elemento subjetivo y vaporoso, pero con efectos muy prácticos a la hora de decidir. Cuando se descarta la insurgencia organizada y se opta por la paciente espera, ¿cuánto pesa el temor en la decisión?


Las fuerzas populares fueron derrotadas, es cierto, y su derrota marcó a fuego el ciclo postdictaduras, el de las democracias formales con hegemonía liberal. Sin embargo, con el orgullo de haber sido y la vergüenza de sobrevivir, ahí seguimos, arañando las paredes, sobreviviendo, regando las plantitas del jardín. Ni liberales ni progresistas pueden conciliar la fuerza de trabajo con los propietarios del capital. Misión imposible. Histórica incompatibilidad. Por mucho 5G que consuman las y los asalariados, la lucha no se detendrá hasta la eliminación de las clases sociales, hasta instalar formas de poder popular y de gestión colectiva de la producción planificada. El antagonismo irreconciliable es el alma de la lucha de clases, empuja desde el subterráneo, no deja dormir la paz de los sepulcros.

Porque la causa de los pueblos no fue derrotada ni se rindieron las ideas revolucionarias. Sobreviven como pueden, en las grietas de los muros derrumbados, cercadas por restauraciones varias, resistiendo apostasías de los que ya no son. No alcanza con sobrevivir, sin embargo. Sólo tiene sentido la sobrevida si sirve para recrear espíritu e imaginario similares al que abonó la lucha revolucionaria en el mundo de los ’60.

En el actual clima de apología a la democracia liberal, el pensamiento de Mario Roberto Santucho rompe esquemas y emplaza a la reconstrucción, ayuda a sortear las trampas del laberinto, a descubrir nuevas perspectivas, a pensar en la necesidad de prepararse para navegar con el pampero en contra. Bienvenido, entonces, este nuevo libro de Daniel De Santis. Es trascendental rescatar las ideas y el modo de pensar del fundador y principal dirigente del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). No sólo como datos para el relato histórico, sino que se recuperan ingredientes esenciales para la recreación de nuevas referencias revolucionarias. Es la magia que necesitan estos tiempos de velar armas para renacer.



Los agrupados con Francisco René y Mario Roberto Santucho, que fundaron en 1961 un movimiento con intenciones revolucionarias, lo adjetivaron “indoamericano”. Una definición ideológica central que, por lo general, pasa desapercibida cuando se analiza la epopeya del PRT-ERP. El continente no es iberoamericano ni panamericano y es más que dudoso que sea latinoamericano. Usaron a propósito el término “indoamericano”, acuñado por el mexicano José Vasconcelos y luego resignificado por José Carlos Mariátegui. Reafirmación del carácter de invasión sangrienta, del estupro financiado por el capitalismo europeo. En rechazo del engañoso “encuentro de dos culturas”, camuflaje que oculta el holocausto más grande de la historia humana. El Frente Revolucionario Indoamericano Popular optó por interpretar nuestra historia a la luz de los cinco siglos de resistencia indígena a la cultura, la religión y la dinámica del capital.

Mientras que el estalinismo criollo miraba hacia Buenos Aires, los Santucho sostuvieron que la lucha por la liberación nacional y el socialismo detonaría en las provincias del noroeste. En particular apuntaron a su Santiago del Estero, donde hablan quichua los obreros de los cañaverales y de las minas, los campesinos de la sierra, el pueblo asalariado y sobrexplotado. En ese idioma -y en castellano también- se escribían los folletos y la revista que difundía el FRIP. La revolución en Argentina se iniciaría en la región donde el carácter obrero era indistinguible del indígena.

Es que los levantamientos de Tupac Amaru y Tupac Katari (1780) fueron hechos definitorios en la historia del siglo XVIII. Influyeron decisivamente para que, en las condiciones de 1810, detonaran sublevaciones masivas: las “republiquetas” en Alto Perú, las guerrillas de Guemes en Salta y, sobre todo, el pueblo reunido y armado del artiguismo que, desde 1816, hablaba en guaraní.

Pese a su notoria influencia en los procesos reales, las rebeliones indígenas fueron ignoradas por las ‘historias oficiales’, ni siquiera las reivindicaron las veinte repúblicas surgidas de la mal llamada “guerra de la independencia” que, en realidad, fue una victoria del imperialismo británico. En la segunda mitad del siglo XX, muchos movimientos guerrilleros leyeron la historia como la leía el FRIP y reubicaron en el centro las insurgencias quichua, aimara y guaraní. No es posible suprimir la particularidad histórica de cada proceso social, como, asimismo, tampoco es posible dejar de ver que el rasgo particular está inserto en un proceso general: en la historia de la humanidad que es la historia de la lucha de clases. Lo indoamericano añade un carácter más a las condiciones generales de la lucha.

La teoría revolucionaria indoamericana no puede ignorar su particularidad. El rol que se adjudique a los pueblos originarios será una definición ideológica sustancial del movimiento insurgente en América Latina. Obliga a revisar los conceptos de liberación nacional y de autodeterminación de los pueblos: ¿negarán las futuras insurgencias el derecho ancestral de la nación mapuche a su territorio? ¿a desarrollar como quieran sus relaciones políticas? ¿satisface las necesidades de las naciones quichuas y aimaras un Estado plurinacional? ¿se las obligarán a someterse a un Estado ajeno y extraño, aunque se diga popular y revolucionario? Poder Popular es una concepción que obliga a abarcar lo particular y lo general, es el derecho a la autonomía de todos y cada uno de los pueblos. En enero de 1964 se reunió en Tucumán el último Congreso del FRIP. Se aprobaron las diez tesis que, ocho meses más tarde, se esgrimieron en la fusión con “Palabra Obrera” para dar origen al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Las tesis sintetizaron los debates que precedieron el inicio de la lucha armada en la Argentina, la región y el continente. Despejaron incógnitas, anticiparon, fue la creación intelectual que abonó la acción creadora.


Las dos primeras tesis explicaban que el desarrollo industrial no fue obra de la burguesía nacional argentina, sino de la inversión extranjera con fines colonialistas, una seudo industrialización, pues. No se podía confiar en la burguesía nacional para enfrentar a la oligarquía y el imperialismo. No le interesaba. Una caracterización con enormes consecuencias prácticas. La había esgrimido Ernesto Guevara en “Guerra de guerrillas, un método”, publicado en 1960: “En las actuales condiciones históricas de América Latina, la burguesía nacional no puede encabezar la lucha anti feudal y antiimperialista”.

Asimismo, lo dijo Fidel al cerrar las sesiones de la OLAS: “Hay veces que los documentos políticos llamados marxistas dan la impresión de que se va a un archivo y se pide un modelo; modelo 14, modelo 13, modelo 12, todos iguales, con la misma palabrería, que lógicamente es un lenguaje incapaz de expresar situaciones reales. Y muchas veces los documentos están divorciados de la vida. Y a mucha gente le dicen que es esto el marxismo... ¿Y en qué se diferencia de un catecismo, y en qué se diferencia de una letanía y de un rosario? “(…)” Porque hay tesis que tienen 40 años de edad; la famosa tesis acerca del papel, por ejemplo —para citar una—, de las burguesías nacionales. Cuánto trabajo ha costado acabarse de convencer que ese es un esquema absurdo a las condiciones de este continente; cuánto papel, cuánta frase, cuánta palabrería, en espera de una burguesía liberal, progresista, antimperialista. Y de verdad que nos preguntamos si hay alguien que a estas horas pueda creer en el papel revolucionario de ninguna burguesía en este continente”.

Antes de tomar las armas, el movimiento revolucionario debió dividir aguas con el “esquema absurdo” de los partidos estalinistas, simple justificación de sus devaneos con las burguesías. Las guerrillas de toda América Latina sólo pudieron nacer del rompimiento ideológico con el estalinismo criollo.

En realidad, la debilidad de los burgueses criollos ya venía codificada en el modo de expansión del capitalismo europeo. No vinieron a invertir sus capitales para que se reprodujeran y acumularan en Indoamérica, generando intereses independientes de los centros del capitalismo, sino a saquear y enviar el botín para pagar sus deudas con la burguesía prestamista. Como hoy, como siempre, los capitales se acumularon en los centros del desarrollo capitalista. En esas condiciones era imposible que surgiera una pujante burguesía nacional, por el contrario, surgió la élite de mayordomos y capataces incapaces de pensar en la independencia económica.
Aunque eran muy equivocados los esquemas del estalinismo, los progresismos de hoy día los asumieron como verdaderos, es la ideología que les permite ser buenos pagadores de la deuda contraída con el capital financiero global. Se transformaron en administradores del capital extranjero con un discurso hipócrita, que emplea términos marxistas para disimular su práctica liberal. Antes de las futuras insurgencias habrá que liberarse del freno ideológico del progresismo.


Como ofrecían más bajos costos para la salida de sus productos, las inversiones extranjeras privilegiaban notoriamente las zonas portuarias. De ese modo, a la par que acentuaron la superexplotación en las regiones atrasadas, más alejadas de los puertos, generaron sectores de trabajadores privilegiados en los “islotes industriales”. No hicieron sólo negocios, sino que determinaron diferencias y estructuraron a los productores de plusvalía a su gusto y conveniencia.

Los sindicatos de los trabajadores privilegiados constituyen un imprescindible instrumento de lucha, es verdad, pero, por otro lado, también son la garantía de que la lucha obrera se dará dentro de la constitución y las leyes, es decir, sin salir de la superestructura jurídica de la clase dominante. La gestión institucional –“lobby”- de las reivindicaciones sindicales requiere esos grandes aparatos administrativos y, con ello, se favorece la formación de grupos burocráticos. La burocracia sindical oficia de amortiguador político, de engranaje para el aceitado funcionamiento del sistema, para impedir que la clase se desmadre y se proponga cambiar el sistema.

En contrapartida, dada la superexplotación que sufre el proletariado rural, las ideas y las actitudes de sus direcciones sindicales serán muy diferentes: promueven piquetes, ocupaciones, medidas de fuerza y de choque, organizan el proletariado en función de la lucha frontal y no de “lobby” institucional. Son vehículos de la aspiración difusa a la emancipación, de la necesidad de luchar por el poder. No ven la realidad desde el mismo lugar ni con las mismas gafas de los burócratas.

Sin desmerecer para nada el papel revolucionario del proletariado urbano, el FRIP entendió que los trabajadores rurales y, en particular, los de la caña de azúcar, eran el sector social más explosivo, llamados a ser el detonante de la Revolución en la Argentina, definición que orientó su acción política hacia el Norte argentino, el eslabón más débil de la cadena.

Casi sesenta años después de la definición del FRIP, el proletariado rural ha sido expulsado de las tierras y de la producción agropecuaria. Emigraron a las periferias urbanas, fenómeno sociológico profundo que abarrotó con pobreza las grandes ciudades: Buenos Aires, Santiago, Rosario, Montevideo. Sin embargo, en el actual discurso político sindical continúan predominando los sectores privilegiados, proclives a los pactos y acuerdos con la clase dominante. Borraron la reforma agraria de sus plataformas de lucha. Sin embargo, los descendientes de los condenados de la tierra parecen heredar la condición de sepultureros del capitalismo, de sector social más explosivo y detonante de las grandes transformaciones, vehículo para expropiar -sin indemnizar- los latifundios agropecuarios y urbanos, de la creación de cooperativas agropecuarias que revolucionen el modo de hacer producir la tierra. Es el legado de los fundadores de los movimientos guerrilleros en toda América Latina, de su opción por el proletariado más empobrecido, el que trabaja la tierra (caña de azúcar, forestales, minería, peones de tambo y de estancia, etc.)

En su discurso en las OLAS, Fidel llamó a velar las armas: “(…)” que nadie se haga ilusiones de que conquistará pacíficamente el poder en ningún país de este continente, que nadie se haga el ilustrado y el que pretenda decir a las masas semejante cosa, las estará engañando miserablemente” (…) “esto no quiere decir que hay que agarrar un fusil mañana mismo, en cualquier sitio y empezar a combatir” (…) “tampoco quiere decir que la acción deba esperar al triunfo de las ideas” (…) “precisamente la acción es uno de los más eficaces instrumentos de hacer triunfar las ideas en las masas”.

No fue suficiente su voluntad ni la de los miles que velaron las armas, el Ché en primer lugar. Se debió esperar a que los dueños del capital acudieran a los sables, su recurso favorito. Pasaron del liberalismo al autoritarismo en un par de días, apenas cayó su tasa de ganancias y sintieron que ganaban un poco menos.

En la Argentina de 1966, el golpe “preventivo” lo dieron Onganía y sus “azules”. Derrocaron al presidente constitucional y abrieron los tiempos del palo y la reja. Cerraron los caminos institucionales a los reclamos, pero, pese a ello, los burócratas sindicales subieron al estrado de la dictadura. La tibieza descarada debilitó la hegemonía de la burocracia y, como los trabajadores deseaban combatividad y clasismo, surgió la CGT de los Argentinos.

Al finalizar mayo de 1969 fue el Cordobazo. Agustín Tosco encabezó una marcha pacífica de obreros y estudiantes. Sin justificación alguna fue reprimida y hubo cuatro muertos en un par de horas. El salvajismo trajo consigo barricadas, molotov, piedras y hondas. La manifestación tornó en repudio masivo a la dictadura desde abajo. Las cosas se aceleraron, se comenzó a vislumbrar la guerra que vendría, que no podía ser sólo abierta, legal y pacífica.

Tres meses más tarde, en setiembre, fue el Segundo Rosariazo. Un cuarto de millón ganó las calles de la ciudad y ocupó barrios enteros como Empalme Graneros y Arroyito. Gendarmes y policías fueron desbordados. Finalmente, como en el Cordobazo, Onganía sacó a la calle el ejército para reinstalar la ley y el orden. El PRT intervino organizadamente en este Rosariazo, sus militantes estuvieron en Graneros, recuperaron armas de un puesto de gendarmería que tomaron.

Luego de años de participación en instancias electorales, de severa represión a huelgas y ocupaciones sindicales, de luchas pacíficas derrotadas a palos por la policía, las compañeras y compañeros sintieron la necesidad de pasar al nivel siguiente, el de la franca lucha por el poder. Parece ser que las agresiones del arriba que ya no puede, motivaron el espíritu de lucha del abajo que ya no quiere vivir en las mismas condiciones. Se plantearon los problemas concretos para la lucha por el poder: ¿con qué estrategia, con cuáles herramientas?

La respuesta del PRT llegó el 30 de julio de 1970. En el V Congreso se decidió crear el Ejército Revolucionario del Pueblo. La decisión partidaria correspondía a la combatividad expresada en Córdoba y Rosario. Otros partidos no cargaban la mochila con la teoría y la ideología que hizo posible la responsabilidad política y práctica de asumir una respuesta de esa índole histórica.

Así comenzó la historia de la guerrilla con mayor grado de desarrollo en el cono sur del continente. Hicieron operaciones del porte de los asaltos al Batallón 141 en Córdoba (sin disparar un sólo tiro), a la guarnición de Azul en provincia de Buenos Aires y a la Fábrica Militar de Explosivos (Villa María, Córdoba). No finalizaron exitosamente la tentativa de tomar el Regimiento de Infantería Aerotransportada en Catamarca, ni la del Batallón Depósito de Arsenales 601 de Monte Chingolo, Buenos Aires. En alguna de esas acciones intervinieron hasta 250 compañeras y compañeros. Fue una guerra a vencer o morir.

La estrategia consistía en ir de lo poco a lo mucho, como sostuvieron los vietnamitas y repetimos todas y todos. Era una guerra prolongada, desde la debilidad del foco armado -algo muy diferente a foquismo- hasta la fortaleza del ejército popular con la técnica militar y el poder de fuego suficientes para derrotar el ejército reaccionario. Así ocurrió en China, Argelia y Cuba. Así se peleaba en Vietnam y así poblamos América Latina con armas guerrilleras.

Es otra muy distinta la actual realidad, no vivimos en los ’60, está clarísimo. Sin embargo, los procesos sociales y políticos continúan recorriendo los mismos andariveles que antaño. Por muy liberal y democrático que se diga el sistema, la violencia institucional sigue siendo su instrumento preferido. Sus víctimas soportan las consecuencias, pero pierden la paciencia, pierden la esperanza en que las mayorías electorales puedan transformar revolucionariamente la sociedad.

El voto no defiende a nadie en la ardiente Amazonia, en las rutas cortadas de Bolivia o en la Patagonia Mapuche. ¿Cómo poner fin electoralmente a la silenciosa matanza de luchadores en Colombia? ¿Cómo hacerlo en el Chile de los carabineros exorbitados por el espíritu de revancha? Resurge el mismo imperativo ético que en los ’60 impulsó el movimiento revolucionario. Ello no significa salir a lo loco: los Moncadas que se sufrieron ayudan a ver y pensar mucho mejor. Sin embargo, no hay razón alguna para quitarse las gafas rojas y negras y pensar la realidad color rosadito verdoso.

Es imperioso debatir nuevas formas de insurgencias, discutirlas con Guevara, Santucho, Marighela, Enríquez y Sendic, desbrozar las malezas y cultivar con esmero las mil flores que se abrirán en el futuro. ¿No será preciso analizar el propósito de desarrollar la guerrilla hasta transformarla en ejército popular? La formación de ejércitos también entraña crear las condiciones en que surgen grupos burocráticos que arrojan sombras sobre toda la sociedad. Las jerarquías estrictas coartan el pensamiento crítico y echan a perder el sentido de responsabilidad social, son terreno fértil para las “nuevas clases sociales”, ¿no habrá que explorar más fondo en las formas organizativas de “pueblos reunidos y armados” que nos vienen de los pueblos originarios?

Agradezco esta posibilidad de firmar tan cerca del legado de Mario Roberto Santucho. Me llena de orgullo.

Gracias por el fuego, Robi.

Jorge Zabalza

¿Dónde están? Jorge Zabalza

¿Dónde están? Jorge Zabalza


Cuadro de Jorge Davison


El primer grito en silencio se dio el 20 de mayo de 1996. Lo convocó Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos-Desaparecidos. Nada de banderas partidarias, ellas y ellos son la bandera y lo seguirán siendo mientras no aparezcan con vida… es decir, por siempre.

Hiciera frío o calor, lloviera o tronara, la marcha se convirtió en ceremonia sagrada. Marchábamos para demostrar que las “viejas” no estaban solas, que era nuestra su lucha por saber la Verdad y hacer Justicia. Hasta en silla de ruedas me llevaron una vez, en el 2015. El temporal del 2019 hizo que me volviera de apuro: todavía siento vergüenza por haber faltado al compromiso aquella noche.

Aunque entraña una crítica al sistema que, para prosperar, necesita la impunidad de sus crímenes, el propósito del colectivo de Madres y Familiares no es revolucionar el capitalismo. Su intención es machacar la consciencia del pueblo con el reclamo de juicio y castigo hasta tomen forma de un “Nunca Más” musculoso y … ¡vaya si han logrado que las multitudes entiendan el mensaje!
En estos tiempos, marcados por el retorno de los brujos, los 20 de mayo se sienten como un chaparrón de certidumbres y perspectivas. Cuando todo es desaliento y desesperanza, la respuesta al llamado de las “viejas” renueva la confianza en las reservas morales de este pueblo que supo resistir, enfrentar y rebelarse contra el terrorismo de estado. Es suficiente, no se les puede exigir más, no me atrevo a pedirles que hagan lo que no hemos podido concretar por más intenciones que proclamemos. Desde el cariño y el respeto, acompaño sus decisiones.

En el país de los amortiguadores, el 99% vive perseguido, relegado, excluido y marginado del poder, algunas más que otros, pero todos en general. Nos somete el Estado, el instrumento que nos compele a vender trabajo por un salario, con el fin de sostener la reproducción y concentración de los capitales ajenos. Son estos dueños de todo, el 1% que vive en la cumbre, los únicos que disfrutan de las libertades y derechos “del hombre y del ciudadano”.

Aun así, el 60% de los uruguayos encuentra positiva la gestión reaccionaria del presidente Lacalle, mientras que, apenas la rechaza un 30%, demostración contundente de la efectividad con que trabajan los operadores políticos: los unos, introduciendo la ideología de la “libertad responsable”, y los otros, dada su debilidad, reforzando la idea de que no se conoce un sistema mejor que la república democrática representativa. Las políticas reaccionarias y las progresistas convergen hacia la misma finalidad ulterior: gestionar el estado para acrecentar la rentabilidad de los negocios privados y atemperar las consecuencias sociales de ese crecimiento. Unos preconizan la versión más edulcorada de la barbarie, en tanto los otros asumen la más salvaje y descarnada versión del capitalismo, pero, en última instancia, reaccionarios y progresistas apuestan a la libre circulación de mercaderías y finanzas y a la libre competencia, a la libertad de los zorros en el gallinero.

En ciertos momentos los que ejercen el poder se sienten insatisfechos con los discursos parlamentarios y el espectáculo partidario en los medios, les parecen insuficientes para sus fines. Abandonan la “democracia” liberal y representativa y sacan la lanza. Se les agota la paciencia, renuncian a la pretensión de amortiguar el conflicto social y, aun en plena “democracia” liberal, recurren al terrorismo de estado como hacen Piñera en Chile y Duque en Colombia. Terrorismo con democracias que funcionan y terrorismo desde la presidencia como en Brasil con Bolsonaro.

Es tanta la bronca antisistema acumulada por los pueblos chileno y colombiano, que nada permite entrever su retorno a la trampa de la “normalidad democrática”, a los dueños del poder les quedan cartas por jugar: la constituyente en Chile y Gustavo Petro presidente en Colombia.
En Chile y Colombia parece amanecer un nuevo ’68, con el abajo que se mueve, erguido, combativo, y el arriba que reprime con ferocidad nunca vista, histérico. Por supuesto, los 2000 son muy diferentes a aquellos ’60 y ’70, pero, tanto el terrorismo de estado como la resistencia al malón se transmiten por vías subterráneas de generación en generación y de país en país. Hoy día, pandemia y campaña del miedo mediante, parecen darse condiciones favorables para la reedición de las revueltas juveniles que sacudieron el Abya Yala en los ‘60.

¿Es deseable que los pueblos salgan a las calles para ser masacrados? No. Por supuesto que no. Definitivamente no. Sin embargo, los dueños de todo aprietan el torniquete sin piedad, se agotan las mediaciones del progresismo y no queda otra salida que correr el riesgo de ejercer el derecho a la protesta y la rebelión. Se lucha contra la infamia o se la consiente. No hay otra alternativa. Encierran los pueblos en un laberinto, los obligan a manifestar a mano pelada contra el más moderno y letal armamento.

¿Llegará la tempestad al Uruguay de los amortiguadores aceitados? Difícil que el chancho chifle por ahora, pero es posible pronosticar que llegará la hora en que se cansarán de ejercer pacíficamente la dominación y soltarán las riendas del autoritarismo desenfrenado. En 1968 desencadenó el proceso hacia el terrorismo de estado la lucha por el boleto estudiantil: Liber Arce, Hugo de los Santos y Susana Pintos. Un motivo menor, se puede decir, que no permitía suponer la barbarie que vendría. El desarrollo concreto de los hechos es impredecible, pero las condiciones de desigualdad, exclusión, miseria y desocupación permiten suponer que las explosiones populares de la costa del Pacífico se extenderán por todo el Abya Yala. Negros nubarrones oscurecen el horizonte de nuestro transitar de clase media.

En este país de la amortiguación, con perspectivas tan tristes y sombrías, reconfortan los 20 de mayo. Retumba el redoblar de los zapatos en la avenida, caminando por el borde del sistema, casi cayendo por la cornisa, ¡hartos de la protección a los crímenes del terrorismo de estado! ¡hartos de la muralla que encubre la impunidad! ¡hartos de que nos endilguen la responsabilidad por las altísimas cifras de infectados! En medio del amansamiento general, el silencio del 20 de mayo es un derrame de realidad, rompe el ensueño virtual. En la Avenida se vislumbra una perspectiva transformadora, pero, claro, luego, como todos los 21 de mayo, casi con toda seguridad las cosas volverán a su estado habitual.

Como los invisibles vasos comunicantes entre los pueblos nos convocan a la solidaridad con nuestros hermanos chilenos y colombianos, este 20 de mayo del coronavirus se debería reclamar por las violaciones a los derechos humanos sufridos por los pueblos en Chile y Colombia. Por un ratito podríamos escapar a la corrección política al grito de ¡nunca más terrorismo de Estado! ¡nunca más desapariciones forzosas, asesinatos, tortura y violaciones para amansar los pueblos de América Latina!


Sendic siempre se movió al margen del Sistema

Sendic siempre se movió al margen del Sistema



Por Carlos Aznárez
3 de mayo de 2021
Resumen Latinoamericano
https://www.resumenlatinoamericano.org/2021/05/03/uruguay-jorge-zabalza-sendic-siempre-se-movio-al-margen-del-sistema/?fbclid=IwAR2S9n5n_s3P-_E758crxC5x44HnPAJbxAEyg9gGQZNLUO2YgiY68KS7yG4


A 34 años de la muerte de ese líder inolvidable que fue Raúl Sendic, quisimos evocarlo conversando con Jorge “Tambero” Zabalza, otro dirigente histórico de los Tupamaros y además de gran luchador un implacable crítico con el desvío ideológico de varios de sus viejos compañeros de la organización. Precisamente esos que llegaron a gobernar en Uruguay en el marco del Frente Amplio.

-En este mundo difícil que nos toca vivir, tan mediocre en lo político y bestial en la explotación de los de abajo, la figura de Sendic y su accionar cobra una dimensión importante. ¿Cuál es el Sendic que rescatas hoy?

-El Sendic que homenajeamos y recordamos es el revolucionario. No queremos que nos roben esa faceta de Raúl que fue la que incidió en Uruguay, Argentina y todo América. La imagen de un revolucionario y no la imagen de un paisano que solo vino a estudiar y se fue a Bella Unión por inspiración divina. Tenía un compromiso grande y anticapitalista. Se recibió de procurador siendo miembro del comité central del Partido Socialista. Podía haber sido abogado, diputado y mantener una vida dentro del “orden y progreso”. Pero no. Junto con Leguizamón, Andrés Cultelli y otros compañeros del Partido Socialista optaron por sumarse a la lucha de los trabajadores arroceros, remolacheros, de allí viene el nombre de «los peludos», porque trabajan agachados sobre la tierra. Finalmente, luego del pasaje por Paysandú junto con los trabajadores de Norteña llegó a Bella Unión donde se encontró con su clase social, los asalariados rurales, trabajadores de la caña de azúcar. Él, que se crió en medio del campo, conoció la ciudad a los 12 años y se encontraba como pez en el agua en Bella Unión. Ahí se fundó UTAA (Union de Trabajadores de Artigas) . A principios de los años 60′ comenzaron las luchas, las marchas de Bella Unión hasta Montevideo reclamando derechos de los trabajadores: como horarios de ocho hora, salarios, entre otros, pero también, exigiendo tierras para trabajar ante la expropiación de latifundios y se la dieran a los sindicatos para formar una cooperativa dirigida por los trabajadores.

En las luchas, Raúl fue descubriendo los límites de la democracia burguesa y eso lo llevó a criticar duramente al sistema. Raúl decía «la libertad y los derechos son para los que están en la cumbre, en la punta de la pirámide». Pues son esos los que se sienten representados por los gobiernos liberales. Al poco tiempo, Sendic también dijo: «A los derechos de los trabajadores es más fácil defenderlos con un 38 en la mano que con la Constitución». Fueron definiciones claras criticando al sistema burgués. A partir de allí, viene el desarrollo que lleva y conduce a la formación de la guerrilla Tupamaros.




¿Qué pasó con Sendic cuando sale de la cárcel? ¿Cómo se relacionó con sus viejos compañeros?

-Parece mentira, pero era un grupo de compañeros descarrilado por el mundo. Gente que combatió en el Salvador, Nicaragua, Angola, Argelia y Europa. Y después estábamos los que estuvimos presos, que salimos con poco conocimiento de la realidad. En ese clima donde se trabajó para reorganizar a MLN Tupamaros hubo una disputa por el poder entre Fernández Huidobro apoyado por Pepe Mujica. En ese entonces no podíamos ver lo que se escondía en algunas posiciones confrontadas al exterior del MLN/T. Yo fui autocrítico toda esa etapa de mi vida, donde nosotros en los calabozos estábamos incomunicados pero nos buscábamos relacionar por medios clandestinos. Sin embargo, terminamos peleando por la neurosis que cargábamos encima entre Marenales, Raúl Sendic y yo. Cuando salimos de la cárcel estábamos distanciados anímicamente. En lo personal, sentía como una “ruptura con el padre”, esa figura que representaba Sendic para mí.

En esa época, Sendic empezó la organización del Movimiento por la Tierra y contra la Pobreza. Envió al Parlamento un proyecto de reforma constitucional, aunque sabía que no iba a tener éxito, porque proponía la expropiación de latifundios mayores a 2500 hectáreas sin pagar indemnización. Allí hubo una acusación a Raúl en la interna tupamara, se lo cuestionaba porque “estaba loco”. Hoy nos damos cuenta cómo fue manipulada la acusación en el marco de la lucha por el poder . En mi caso, estuve conviviendo con él, mientras Sendic estaba estaba escribiendo el libro «Reflexiones sobre economía política» y que después prologó Mario Benedetti, sacado en la clandestinidad de los subterráneos de Paso de los Toros y publicado en México.

Era la demostración de que no había locura y sí una capacidad y lucidez política. Ese libro escrito sin información sobre la realidad, apenas algunos diarios recogidos de los baños, con los que se limpiaban los soldados. Esa era la información que disponíamos o alguna revista Selecciones del Readers Digest, que dejaban entrar.

La militancia de MLN/T que fueron convocados, a nuestra salida de prisión, sumaban unos 60 compañeros por lo que la dirección provisoria en ese entonces, se negó por completo y rechazó las acusaciones. Ese fue el gran conflicto en ese momento.

-¿Cuando te reconciliaste con Raúl?

-Después de todos esos malos momentos vino mi reencuentro con él, lamentablemente cuando ya estaba cerca de la muerte. En enero de 1986, cuando la toma en Argentina del cuartel de La Tablada. En los Tupamaros también hubo diferencias sobre esa acción, como ocurrió con toda la izquierda Argentina. Por ejemplo, era común escuchar: «yo no tengo nada que ver con esto» . Ahí fue importante la actuación de Sendic, Andrés Cultelli, Marenales y otros compañeros que estuvimos apoyándolo para la solidaridad con los compañeros de La Tablada, incluso sentíamos la admiración por una operación militar de alta calidad. Raúl consideraba imprescindible la solidaridad cuando ellos estaban siendo torturados y asesinados. A Montevideo llegaron numerosos militantes huyendo desde Buenos Aires, que buscaban la casa de Raúl, la sede de nuestra radio o el local del MLN/T en la calle Tristán Narvaja. Fue allí donde le dimos atención y solidaridad a todos ellos.

-En un momento difícil del Uruguay actual, y también de América Latina, donde la derecha avanza, el imperialismo golpea de mil maneras y la única medicina que pulula es ese híbrido llamado “progresismo” ¿Que posibilidad ves de llevar adelante algunas ideas de Sendic?


En

En primer lugar, lo que hay que rescatar de Raúl es esa opción de caminar por fuera del sistema, fuera de la democracia representativa y burguesa. Él eligió no integrarse al sistema ni en los años 60 ni tampoco al salir de la cárcel. Optó por la construcción del Movimiento por la Tierra y del Frente Grande para tender puentes en el movimiento social y en el pueblo. No para tender puentes políticos partidarios y transar con el sistema y convertirse en un operador del capitalismo financiero y de las inversiones extranjeras. Al contrario, fue por afuera para luchar por el no pago de la deuda externa. Hoy en día tendría que ser un tema de actualidad porque ¿de qué manera se puede financiar la salida de esta pandemia con un crecimiento de la pobreza? Sin dudarlo: condenando la deuda externa, negándose a pagar los servicios de la misma. Este año, Uruguay va a pagar 1600 millones de dólares por concepto de servicios y amortizaciones de la deuda. ¿Cómo incide la deuda en Argentina? Esa deuda contraída por Mauricio Macri pero pagada por Alberto Fernández, pagada puntillosamente privando a los argentinos de un capital producido por los trabajadores y que va a parar a manos de los especuladores extranjeros, de los grandes capitalistas financieros del mundo. En el Uruguay tenemos bien claro que si bien hoy lo está haciendo el Partido Nacional, la coalición multi reaccionaria que nos gobierna y la Ministra de Economía Arbeleche, si hubiera estado el Frente Amplio con el Ministro Astori, se haría de la misma manera. En medio de la pandemia se pagaría la deuda externa porque hay que hay que “honrar” la palabra contraída con unos cuantos especuladores que viven en grandes palacios.

En segundo lugar, el mensaje de Raúl pasó por el Movimiento por la Tierra y contra la Pobreza. Unir los dos polos. La necesidad de estos países de cambiar el modo de producir en el campo, terminar con el latifundio y proponer y producir en forma cooperativa, expropiando la tierra de los latifundios de más de 2500 hectáreas, creando cooperativas y pueblos donde puedan ofrecerse todos los servicios de la educación. ¿Donde está el hambre de tierra en el Uruguay? No existe, porque la población del campo ha sido expulsada durante 70 u 80 años hacia la periferia urbana. Y durante el gobierno “progresista” se siguió haciendo más de lo mismo, cuando gobernaba Mujica. O sea: la extranjerización de la tierra, producción con agrotóxicos y expulsión de la población más vulnerable hacia la ciudad, Todo ello, sigue en el presente. Ese planteo de Sendic era fundamental: unía el rescate de la población de la tierra con la población de las villas y la necesidad de cambiar el modo de producción agropecuaria.