Jorge Zabalza: En memoria de Raúl Sendic (28-04-2013) SUEÑOS HEREJES


                                                                                                                                                                                


En memoria de Raúl Sendic (28-04-2013) SUEÑOS HEREJES



Cuenta  el Flaco Beletti que a fines de los ’50 encontró a Raúl Sendic repartiendo unos pequeños volantes en un acto electoral del Partido Socialista. Estaban escritos a mano e interrogaban  imperativamente a quienes los recibían: “¿Diga si los trabajadores en la URSS participan en la determinación de su salario?”.
Las contradicciones  que agitaban el experimento soviético no estaban a la vista, por el contrario, las velaban un sinfín de complejidades culturales, políticas y hasta socio-sicológicas. Para explorar mares tan procelosos,  Raúl Sendic utilizó como brújula la forma de fijar el monto de los salarios en la URSS. La anécdota sirve para revelar los caminos que transitaba el pensamiento de Raúl, un estudioso de  los clásicos del marxismo y profundamente comprometido con la emancipación de los asalariados.
El capitalismo transforma al trabajador en un objeto que se compra en el mercado laboral al menor precio posible. No tiene en cuenta sus necesidades vitales y culturales, lo considera una simple cifra de la ecuación económica, le hace perder la naturaleza humana y lo convierte  en instrumento que sólo sirve para generar  ganancias. En el acto de fijar el precio de la fuerza de trabajo alcanza su máxima intensidad la alienación;  hasta el propio individuo forzado a venderse actúa como si se considerara  un objeto.
De ahí que la preguntita del volante casero no tuviera nada de inocente. Entrañaba una crítica muy seria al Partido Comunista de la URSS y al Estado soviético. Por más que el primero se autodenominara representante de los intereses de la clase obrera y el segundo cubriera todas las necesidades terrenales de la población  (alimentación, trabajo, vivienda, educación y salud), los trabajadores no participaban en la determinación de su salario y, en consecuencia, seguían siendo considerados una cosa, una cifra en el plan de producción. .
A pesar de este  hecho innegable, quienes en Uruguay se encargaban de hacer apología, sostenían que en la URSS se había avanzado hasta casi tocar el comunismo con la punta de los dedos. En los ’90 estos feligreses fueron sorprendidos  por el derrumbe de la iglesia y recién entonces, rotos los cordones umbilicales  y para explicarse las causas del desastre, se vieron obligados a pensar por sí mismos. En cambio Raúl Sendic, que jamás se dejó encadenar a dogmas y versos oficiales y que siempre fue capaz de percibir lo esencial con su ojo crítico, ya antes de lo ’60  había comprendido que en la URSS las “armas melladas”  estaban empujando hacia la restauración del capitalismo. Raúl percibió que el hecho sustancial consistía en que,  por debajo de las versiones y los números “oficiales”,  los asalariados soviéticos estaban tan lejos de su emancipación como antes de  octubre de 1917, mientras que él entendía que los asalariados eran lo suficientemente adultos como para hacerse cargo de la resolución de sus propios asuntos y determinar por sí mismos el monto de sus propios ingresos en función de sus necesidades y las de la comunidad. Y sabía que ésa era la senda de la emancipación social. Como Ernesto Ché Guevara creía que la revolución era esencialmente un fenómeno de consciencia.
El salario, un motivo para laburar.    
En la antigüedad se utilizaron argumentos más que contundentes para persuadir a los esclavos que trabajaran hasta el fin de sus días. En el medioevo los siervos también supieron de la fuerza bruta de los señores.  Debieron sucederse varias revoluciones para descubrir que el mejor negocio  era colocar la gente en condiciones que los forzaran a venderse por un salario. Desde entonces la necesidad de ganarlo para consumir, despierta al trabajador cada mañana y lo impulsa a correr para marcar tarjeta en hora.
Aún con los asalariados constreñidos a venderse,  los dueños de todo debieron tejer una complicada y gigantesca urdimbre de instituciones destinada a lograr el consentimiento pacífico de los sometidos a trabajo forzado. La superestructura ideológica inserta en cada persona el microchip de los valores éticos, morales y culturales  que necesita la reproducción del capital, tal es el sentido último de la democracia burguesa, principal escenario de la tramoya que maquilla la ferocidad del sistema y aliena las consciencias. Sin embargo, dado el carácter social de la producción, los asalariados no pueden ignorar que son una clase sometida a explotación, su consciencia se debate entre gruesas contradicciones pero,  al mismo tiempo que viven en la alienación, saben de las consecuencias reales del  sistema capitalista. Sólo les queda por dar el paso siguiente y descubrir la necesidad de tirar abajo el sistema infame.
Se supone que en el comunismo habrá desaparecido el dominio opresivo de una clase y que trabajar no se sentirá como la maldición de dios o un sacrificio necesario, fenómeno que plantea el problema fundamental y decisivo de cómo impulsar a trabajar y producir sin estímulos materiales. Sin temor a decir un disparate demasiado grande, cabe pensar que el ritmo de la transición al socialismo, estará pautado por la medida en que los estímulos morales y políticos vayan sustituyendo al salario. Los alienados se irán despojando de sus egoísmos, del afán de lucro y del espíritu de competencia, a la par que incorporarán los valores éticos y morales que motivan a trabajar concientemente en beneficio de la comunidad.  Uno imagina que las mujeres y hombres del comunismo  trabajarán a pura conciencia, que los impulsará la cultura de la revolución social.  
La lucha revolucionaria ya era un inicio en ese camino. El espíritu insurrecto de los revolucionarios fue crisol de nuevos valores, de entrega generosa y  desprendimiento total de lo material. Hubo mujeres y hombres que alcanzaron el estadio más elevado de la conciencia social, un proceso maravilloso que en el experimento soviético fue abortado por el surgimiento de la “nueva clase” que parasitó el Estado. Pasaron a vivir del trabajo ajeno como antes hacía la clase propietaria e hicieron  prevalecer sus intereses de casta sobre los del pueblo asalariado.
La epidermis revolucionaria de Raúl Sendic fue alérgica a esa imagen de sociedad adocenada, cuya vida política se reducía a obedecer las “líneas” bajadas desde el vértice partidario.  En todos sus escritos se trasunta la apuesta a la conformación de un sujeto político masivo, integrado por mujeres y hombres erguidos, insurrectos, altamente ideologizados, que han decidido individualmente transitar hacia  el socialismo y no necesitan estímulos materiales ni empujones para aportar generosamente su esfuerzo a la comunidad.  Quizás el tránsito al socialismo haya que verlo como un proceso de transformación del espíritu de cada uno de los constructores de la nueva sociedad, una práctica colectiva que va creando en cada individuo nuevas formas de relacionarse con los demás. Mujeres y hombres que asumen su responsabiliad individual frente a la comunidad, se vuelven capaces de conducir por sí mismos el proceso revolucionario y desarrollan al máximo su potencial intelectual, todos trabajadores, poetas y filósofos, todos artistas y científicos, pensadores y creadores al mismo tiempo. Esta visión de la sociedad es una conclusión de la crítica a los resultados de los experimentos revolucionarios del siglo XX, donde se condenó  los asalariados a una infancia perpetua.
Un  pueblo acampado.
José Batlle y Ordóñez vivió en París los días de la Comuna de 1870 y fue contemporáneo de la insurrección de los soviets en  1917. Esas experiencias de poder popular y revolucionario marcaron a fuego sus propósitos políticos,  toda la acción del batllismo estuvo dedicada a levantar barreras sanitarias para impedir que el virus de la revolución internacionalista contagiara al pueblo trabajador. Los Batlle no vieron en el Estado solamente una máquina de dar palos, comprendieron que además podía ser empleado como amortiguador para absorber rebeldías y adormecer consciencias. Estatizaron cuanto pudieron, incluso la vida política. Lograron enredar los cuadros políticos en las redes de las estructuras estatales, los transformaron en funcionarios públicos de la política, más preocupados por la defensa de su cargo que por la vida que llevaba el pueblo. La fisiología del Estado funciona en base a burocratizar individuos... Es el fenómeno que se tragó a buena parte de los movimientos revolucionarios del siglo XX. Ocurre hoy mismo en este país.
El Estado aborrece todos los cambios radicales, es contrarrevolucionario. Quizás por ello terminaron en desbarranque general los experimentos que quisieron gerenciar el tránsito al socialismo desde el Estado, errónea concepción que creó rígidas estructuras de ordeno y mando y cortó de raíz las formas soviéticas de autogobierno. Quizás para hacer revoluciones haya que irse bien lejos del Estado, es más, tal vez lo más saludable sea ubicarse en franca oposición a su aparato burocrático para no dejar que el estado se trague el movimiento de los de abajo, autoconvocarse y autoorganizarse para crear un nuevo orden totalmente separado del estatal, un orden sin imposiciones externas, surgido desde las entrañas del pueblo. La autorganización popular vista como el poder de una multitud acampada en calles, plazas y centros de producción o de estudio,  dándose esas micro-formas que se reproducen a sí mismas una vez liberada la fuerza de la iniciativa popular. El movimiento caótico a nivel molecular pero ordenado como sistema político. El orden que derriba los muros subjetivos que impiden hermanarse a los individuos, como bien dice Raúl Zibechi, una dialéctica en que el campamento reactúa sobre sus organizadores, revolucionando estructuras mentales, conciencias y valores morales, animando a organizar nuevos campamentos.
Quizás éste fuera el modo de impedir que una casta surgida de las entrañas del Estado haga abortar el nacimiento del ser humano de nuevo tipo. La cuestión es reconstruir lo subjetivo, crear una cultura de participación masiva en las decisiones políticas. Una cultura irreductiblemente opuesta  a la de votar cada cinco años y luego sentarse a mirar la política en la televisión. No es simplemente cuestión de aceitar y cambiar engranajes organizativos oxidados. El problema es cómo recuperar esa capacidad de gobernarse a sí mismos que los pueblos muestran donde sobreviven comunidades primitivas o en los momentos estelares de la lucha de clases.
Las armas en manos del pueblo
Para apoderarse de las tierras, del trigo almacenado y de las mujeres, los más fuertes despojaron de sus armas a los más débiles y, para defender esas nuevas propiedades suyas se organizaron en ejércitos. La desigualdad nació de ese matrimonio por conveniencia entre la propiedad privada y el monopolio de las armas, pues mientras cada cual tenía su lanza, arco o espada era poco menos que inevitable el trato de igual a igual. Es con la división de los hombres entre quienes portan armas y quienes no las tienen que surgió la capacidad para disuadir, amenazar, coaccionar, coercionar y reprimir, o sea, la razón de ser del Estado y de sus instituciones (los parlamentos, el gobierno ejecutivo, la administración de justicia) . Sin ejércitos que los respaldaran, Montesquieu no habría tenido “poderes” que separar. El tan mentado Estado de Derecho es el derecho de los protegidos por las armas a dominar los desprotegidos que el ejército vegila y controla.      
Diez mil años de represión armada hacen que se vea como muy natural vivir sometidos a vigilancia  policíaco militar. Es un hecho universalmente aceptado. Nadie imagina formas no monopólicas para el uso de las armas, sólo se concibe la exclusividad en manos de un aparato verticalizado. ¡Cómo si ello fuera alguna garantía de paz y felicidad! La gente recién cobra consciencia de la naturaleza real de los ejércitos cuando sufre en carne propia su terrorismo o el del  imperialismo y sus mercenarios.
El verticalismo absoluto es el modo de ser de la pirámide de mandos, obedecer las órdenes superiores sin pensar, por reflejo automático. Por eso resulta incomprensible que algunos políticos de la actualidad uruguaya se digan “soldados” de fulano o de mengano, equivale a vanagloriarse de no pensar. La vida cuartelera funciona en base al miedo a la democracia y a la igualdad, por eso mismo su sola existencia pone límites a cualquier forma de libertad. Mientras los embriones de autoritarismo se mantengan vivos donde existe la disciplina militar, la democracia sólo llegará hasta las puertas de los cuarteles y estará siempre bajo tutela.
El monopolio estatal de las armas perderá todo sentido una vez abolida la propiedad monopólica de las tierras y de los medios de producción, los pueblos sólo serán libres si recuperan las armas que les fueron arrebatadas en los albores de la historia y que hoy están en manos totalmente irresponsables e inescrupulosas.Es un verdadero contrasentido pensar formas de poder popular y autogestión con las miras de los fusiles apuntando desde los cuarteles. El poder popular es el poder del pueblo armado y organizado.
En las comunidades primitivas las lanzas no estaban sujetas a monopolio pero, sin embargo, los asuntos se resolvían en asamblea, pacíficamente, sus integrantes no se asesinaban entre sí hasta exterminarse.... la violencia ha sido el modo de vivir de las sociedades cuyos  pueblos fueron expropiados de su derecho inalienable a usar armas. El comunismo no podría ser una sociedad  desarmada, pues ello no sería jamás una garantía de paz e igualdad. Por el contrario, el alto grado de consciencia social que predominará en el comunismo, capacitará la gente para emplear las armas de manera racional y responsable en beneficio de la comunidad. Al estar todas y todos armados en el campamento del pueblo organizado nadie podrá imponer nada a nadie. La democracia armada exige un esfuerzo permanente de diálogo, intercambio y coordinación, la base imprescindible de la autogestión popular. Las armas en manos de milicias populares quizás sean la mayor garantía posible de que reine la paz entre las mujeres y los hombres. Un territorio libre de violencia.
 Abolición del patriarcalismo


El patriarcalismo es tan antiguo como los ejércitos. Durante milenios se ha educado a las niñas y los niños  para que lo masculino sea el ejercicio del poder y el rol femenino sea aceptarlo sin chistar. Esas diferencias se incorporan al comportamiento con la misma naturalidad que se aprende a caminar, hasta parece que vinieran codificadas en el ADN humano, que fueran instintivas. Milenios de impunidad  han hecho de la cultura patriarcal una lápida muy pesada que aplasta los sentimientos de justicia e igualdad y explican que la doble moral y del doble discurso hayan tardado tanto en cobrar visibilidad política. Pese a los esfuerzos realizados por Federico Engels, los movimientos revolucionarios demoraron más de un siglo en descubrir que para alcanzar la emancipación social es preciso  abolir definitivamente el patriarcalismo. Los cambios en la propiedad no eliminan al bichito  patriarcal ni la doble moral ni  la discriminación. ¿Cuán democráticas pueden ser las organizaciones del poder popular si en la intimidad de la pareja reina la hipocresía patrircall?  El fin de la dominación de clases es el fin de  todas las formas de discriminación,  en particular y especialmente, el sometimiento de lo femenino a lo masculino.
La lucha por desarraigar de las mentalidades las tradiciones del machismo y patriarcalismo será, quizás, el desafío más trascendental del tránsito al socialismo. El proceso debería conducir a nuevas formas institucionales, tal vez un inicio de elllo sea el retroceso de la homofobia frente a la aceptación cultural del matrimonio igualitario. También estamos hablando de relaciones afectivas entre padres e hijos que nada tendrán que ver con las actuales, determinadas por la propiedad privada. La familia burguesa es una forma de relación que parece invariable y eterna, pero que, simplemente por ser producto de la historia es una institución que será transformada en el curso de la revolución social. .
Una nueva subjetividad diferenciará las mujeres y los hombres del comunismo de los seres deformados por la alienación y la violencia que produce la sociedad burguesa. Una revolución en las sensibilidades. Las emociones y los sentimientos de amor y solidaridad  nacerán naturalmente en las personas, no serán más obligaciones culturales  o el cumplimiento de  roles predeterminados por las reglas sociales.
Los paradigmas de belleza no serán más modelos impuestos por el consumismo forzoso o la publicidad mediática, una revolución estética en los conceptos de femineidad  y  masculinidad, en los  atributos que se valorarán para cada uno de los géneros y.que pautarán las aspiraciones y proyectos personales.  Un cambio radical en las relaciones entre géneros en el trabajo, la amistad y la política. Quizá por ser la revolución más profunda de la subjetividad será la más difícil de acometer y de concretar.
La ley del aparatismo
En el batallar por sus reivindicaciones específicas, los trabajadores azucareros del norte uruguayo descubrieron la necesidad de  superar  formas de lucha que ya habían agotado, y el sindicato se propuso ocupar las 33.000 hectáreas de un latifundio para reclamar  “tierra para trabajar”, consigna  netamente política y nueva demostración de que no existe lucha social en estado puro.  Ese  campamento de  “peludos” en el arroyo Itacumbú (1962) fue un hervidero de ideas; de juicios, valores y sentimientos, algunos que surgían de la experiencia propia y otros que llegaban junto con las noticias y relatos de las luchas campesinas lideradas por Julião en el norte de Brasil y por Hugo Blanco en el Perú. También soplaban vientos que venían de una lejana isla del Caribe. Ideas dispersas e inconexas, sentimientos de bronca y rebeldía, un revoltijo que circulaba de fogón en fogón, que despertaba la curiosidad e inducía a reflexionar. Las tradiciones del marxismo, expuestas en pocas y sencillas palabras por Raúl Sendic y otros luchadores, ayudaban a explicar y entender los porqué de los acontecimientos que estaban viviendo, cuáles eran las causas de la miseria, de dónde provenía la riqueza de los gringos y los estancieros, a qué juego jugaban los jueces,la policía y los políticos juntavotos. 
Al prepararse para tomar las dos estancias y defenderlas del previsible ataque policial, se hizo necesario pasar en limpio el borrador. Las ideas se fueron ordenando de forma elemental y espontánea para darle sentido a la práctica. Una teoría revolucionaria en ciernes, el anticipo de otra que vendría luego, más global y completa, un instrumento de orientación para sacudirse de encima y para siempre patronales, jueces y policía, sobre la cuestión del poder en una palabra. Con sus  “ 30 preguntas” de 1968, Raúl Sendic le puso letra a la música que ya sonaba en los oídos de los trabajadores, tanto de los organizados en el sindicato UTAA  como de los agrupados en el barrio montevideano de La Teja. La tendencia  espontánea a insurreccionarse, ya existente en esos sectores populares, fue la fuerza que dió origen al movimiento tupamaro. Los primeros documentos del MLN(T) sólo  pretendieron encauzar hacia un horizonte socialista y revolucionario las luchas sociales que surgen por sí solas de la opresión y la explotación. El movimiento guerrillero de los ’60 se gestó en la lucha de los asalariados, pensaba y actuaba como una especie de intelectual orgánico del movimiento de esas masas insurrectas.
Tiempo después las cosas cambiaron. Los documentos del MLN(T) en 1971 y 72  se parecen más a un invento intelectual que a una lectura del pensamiento que circulaba en bruto por el abajo en movimiento. Se perdió la conexión entre lo que surgía espontáneamente y el trabajo intelectual de la organización guerrillera. El trabajo intelectual fue haciéndose orgánico del aparato militar y dejando de ser orgánico del movimiento de masas. A partir de entonces las acciones armadas fueron dejando de ser comprendidas de inmediato por los destinatarios de su mensaje, no las reconocían como propias sino que las sentían ajenas. Paulatinamente se fueron convirtiendo en simples espectadores de la lucha guerrillera y se cayó en el mano a mano con las fuerzas represivas, el camino más corto hacia la derrota. Hubo otros factores determinantes por supuesto, pero a mi entender personal, el elemento decisivo de la derrota fue el abandono por parte del  MLN (T) de la nterior organicidad se su pensamiento con sectores  asalariados en lucha. en esas condiciones  los integrantes de la organización se transforman forzosamente en predicadores del dogma partidario, revestido de infabilidad y cientificismo, pero no por ello menos dogmático y sectario. Desprenderse del entendimiento popular fue la antesala ideológica del aparatismo militarista..
¿Es irremediable que degenere en aparato verticalizado de ordeno y mando lo que nació pensante, crítico e insurrecto?. ¿Es irremediable que el ser nacido en las entrañas de la clase asalariada, termine en aparato uyos intereses sustituyen los  populares?  No, de ninguna manera, no es un destino inevitable.  No debía haberlo sido para el movimiento tupamaro.  Después de tantas derrotas inapelables, se está obligado a repensar tanto las relaciones con el movimiento de masas como las formas organizativas que los revolucionarios  se darán a sí mismos. La cuestión es encontrar una vía de escape a la ley del aparatismo que parece haber regido durante todo el siglo XX y en todos los continentes.
El horizonte y las tradiciones autoritarias.
En el horizonte más lejano se vislumbra una sociedad donde las mujeres y los hombres no deberán vender su fuerza de trabajo y se asociarán para producir al impulso de su conciencia social. Habrán olvidado completamente las costumbres y la cultura del patriarcalismo, las funciones del Estado se habrán ido traspasando hacia el poder del pueblo organizado, que tendrá en sus manos la administración de las armas así como la planificación central, la gestión y el control de la producción, el modo más directo de extinguir el Estado para siempre y de vivir pacíficamente en el comunismo, la democracia entre iguales.  
Parece obvio que los movimientos y partidos que proclaman la intención de hacer la revolución, deberían adecuar sus formas organizativas a los rasgos esenciales de ese horizonte comunista hacia el cual navegan. Sin embargo, por lo general copian esas estructuras verticalizadas propias del Estado burgués. Una verdadera paradoja porque en su discurso ideológico proclaman un rechazo frontal a esas formas que adoptan. ¿Cómo extrañarse entonces que el centralismo democrático derive en verticalismo y que la autodisciplina consciente se deforme en obedezco y mando?. ¿Qué clase de revolución se puede pretender si los revolucionarios se organizan imitando al Estado que se proponen destruir?
Cada varios años se convoca a un congreso donde se discute el informe –revestido de cientificidad, por supuesto- que presentan los más destacados mandarines  Luego de aprobados los documentos por las bases del partido, el congreso  elige un parlamento denominado “comité central”, que a su vez designa el organismo ejecutivo que dirigirá la acción política de los organismos de base. Más que instancia democrática de elaboración de concepciones y estrategias, el rol de los congresos parece reducirse a legitimar el elenco que conducirá a la organización partidaria y que lo hará en base al precepto que subordina los organismos inferiores a las decisiones tomadas por los superiores. Teóricamente de esa manera se asegura que el partido actúe con eficacia y potencia pero, en la práctica, a medida que se suman errores en el vértice de la pirámide, la desconformidad y la disidencias van ganando el ánimo de la base. Rápidamente se pierd la capacidad de golpear como un puño único y el partido entra en crisis hasta desplomarse como castillo de naipes. Apoyado en esta historia de derrumbes, uno se atreve a mirar críticamente la regla clásica que regula la fisiología de los movimientos revolucionarios, y a pensar que quizás sea necesario deshacerse también de tradiciones organizativas ya obsoletas, por lo menos para no navegar con los ojos abiertos hacia una muerte anunciada: el aparatismo.
Totalmente disciplinado por los actuales parámetros autoritarios, por mucho esfuerzo que haga uno no logra imaginarse en concreto el comunismo, le parece una utopía inalcanzable, tan difícil de concebir como el espacio-tiempo. La emancipación social es también una revolución total en el sistema de coordenadas mentales, un esfuerzo cultural tan tremendo como el ya realizado en la física de las partículas elementales y en las ciencias del cosmos, el esfuerzo de cambiar radicalmente el modo de concebir las relaciones entre los revolucionarios y de éstos con el pueblo...  ¿porqué entonces permitir resabios autoritarios que luego nos empujarán en caída libre hacia el aparatismo?
Apostamos a la conformación de un movimiento de revolucionarios cuya teoría sea la síntesis orgánica de las corrientes de pensamiento que fluyen de las luchas sociales, un tejido más del pueblo armado y organizado, una red de múltiples centros de decisión anudados entre sí, todos ubicados en un mismo plano organizativo y abiertos al aire que respiran las masas en movimiento. Para ello quizás los revolucionarios deban olvidarse completamente del Estado hoy mismo. Cambiar la estrategia “toma del aparato burocrático-militar” por la de “estimular la organización consciente del poder popular” hasta que se apropie de las funciones del Estado y lo extinga para siempre. Es más largo de decir, pero tal vez refleje con mayor aproximación las concepciones históricas del marxismo.
Brevísimas disculpas
Tanto en lo nacional como en lo internacional hay temas muy candentes y de urgente consideración a los cuales hay que hincarle el diente. Tal vez uno debiera ahorrarle a los lectores estos “sueños herejes” y dedicarse a encarar cuestiones  de mayor interés. Uno se interroga si no está cayendo en ensoñaciones inventadas, en elucubraciones abstractas que se apartan de la vida social.  Sin embargo, está claro que no son sólo sueños, sino también conclusiones extraídas de la experiencia revolucionaria del siglo XX, de la que triunfó en varios países y de la que fue derrotada en otros; que otro análisis más de ideas que hace medio siglo circulan entre la masa militante, entre esos amplios sectores que conservan el ojo crítico, la inquietud  intelectual y el espíritu insurrecto, aún después de sentir como resbalaba entre sus dedos la arena de castillos que creían muy sólidos. Sacarle punta al mundo futuro es más necesario que nunca, es un trabajo orgánico a los que pretenden  seguir navegando entre sombras y temporales. No existe otra forma de dar cuenta del presente que oteando el horizonte.  
En tiempos de calabozos microscópicos y horas infinitas, solíamos perdernos en  divagues  a través de cartitas clandestinas.  Fueron los días en que Raúl Sendic escribió su libro,  también  clandestino,  “Reflexiones sobre economía”,  sacado de contrabando de los cuarteles  y publicado en México con prólogos de Mario Benedetti y Ruy Mauro Marini. Privados del mundo sensorial nos refugiamos en el pensamiento abstracto para seguir vivos y, para no enloquecer del todo, discutíamos arduamente sobre ese socialismo por el cual seguíamos luchando porfiadamente en las catacumbas. Raúl Sendic fue un hombre de pensamiento que, además de expresarlo muscularmente con “remolinos de hechos”, los dejó documentados por escrito, en decenas de artículos, cartas, poemas y entrevistas donde abordaba los problemas concretos del socialismo hacia el cual intentaba mantener firme el timón de su nave. Ellos revelan que sus mayores preocupaciones tenían que ver con los valores éticos y morales que impulsan a luchar contra las consecuencias sociales del capitalismo y transitar firmemente hacia el socialismo. Por eso mismo entiendo que intentar reflexionar sobre estos temas es el homenaje más adecuado a Raúl Sendic, el del pensamiento revolucionario,




Jorge Zabalza

Anulación de la impunidad: cronología de un robo


"Para Votar Ese Mamarracho Nos Pasamos
por las Partes a Dos Plebiscitos"


Luis E. Sabini Fernández
Con esa frase, Eleuterio Fernández Huidobro hizo referencia a la ley que abrogó otra disposición legal, la de “la caducidad de la pretensión punitiva del estado”, la ley que con lenguaje tan “técnico” se aprobó para no enjuiciar a torturadores y aterrorizadores de la sociedad uruguaya (del período 1973-1984)
Las consideraciones sobre la debilidad estructural de una ley finalmente aprobada en 2012, arrastrando una situación que había pasado no sólo por trámites parlamentarios sino por la instancia de dos plebiscitos, fueron patentes y exhibidas reiteradamente
Tanto para empezar a ver el trámite habido  −la impugnación final de la Suprema Corte de Justicia−  como el epílogo poco menos que inevitable de proceso tan penosamente llevado.
Me interesa, empero, fijar la mirada en un momento previo a todo este “bochinche” de la ley especial, su peculiaridad y su fallido desenlace.
Porque me parece que una  vez más jugamos con avivadas, tan al uso nostro, por lo visto.
Porque lo que hay que explicar previamente es cómo se perdió el segundo plebiscito. Qué fue ese plebiscito.
Para hacer inteligibles los plebiscitos, en general se presentan dos posiciones; por sí o por no, por ejemplo
Basta examinar la no tan proficua como el imaginario democrático del Uruguay pretende,  pero al menos la pequeña ristra de tales votaciones en el país para verificar que en general se ha tratado de dilucidar entre dos posiciones grosso modo antagónicas
Diferenciadas generalmente con dos boletas, con consignas o colores que iban asociándose con las respectivas posiciones
A veces se ponía a plebiscitar más de dos opciones, como cuando la, las reformas constitucionales durante la crisis de los ’60, y en tal caso el acento diferenciador estaba en los colores; rosada, gris, naranja…
¿Qué pasó con el segundo plebiscito para cortar la impunidad, llevada a cabo bajo gobierno del FAEPNM (elíjanse las siglas), donde varias asociaciones civiles de la sociedad uruguaya promovían abolir la caducidad en tanto los partidos de la derecha tradicional o del neocolonialismo rampante defendían el mantenimiento de la caducidad… y el gobierno, sí pero no…
Sus votantes estaban sin duda mayoritariamente dispuestos a terminar con semejante estado de cosas… y “sus” gobernantes, dirigentes, líderes, no podían darse el lujo de sincerar sus propias convicciones, que resultaron ser la de mantener la caducidad, mantener las ligas cívico-militares que algunos han sabido cultivar al parecer en las internaciones que nos vendieron como heroica-resistencia-de-trece-años (y que no dudo, empero, que muchos han sabido mantener).
¿Y qué hizo el gobierno, usando el probado método del Viejo Vizcacha?
Sometió democráticamente a plebiscitar si seguía la impunidad o no.
“Todos”, un “todos” equivocado, sabíamos que arrasábamos con la pujanza de la sociedad uruguaya para sacarse de encima esa coyunda. 2009 ya no era 1986, con los rastros del terror todavía tan frescos como para haber paralizado tantos corazones…
Y aceptamos, como borregos, alegremente, marcar nuestro voto. Por el sí al fin de la caducidad
Y juntamos el 48 % del electorado nacional uruguayo. Casi la mitad… del electorado, del padrón.
¿Qué habría cosechado la opción de defender la caducidad, aquella que en los ’80 se había quedado con el 60% de los votos (cuando la resistencia fue considerable, pero quedó en el 40%)?
En el 2009, apuesto que ni el 10% del electorado
Pero pongamos un 20% y hasta, con toda la furia, un 30%  (tendría que votar alrededor del 80% del padrón electoral, algo que se alcanza en muy pocos estados del planeta… salvo, claro, aquellos que de antemano tienen resultados del 99,5 % de votantes a favor…).
Es decir, que marcando los votos a favor y en contra y no aceptando bobamente nosotros los electores y programandoavivadamente las autoridades electorales y gubernamentales, la presencia de una sola boleta, muy otro habría sido el resultado. Sencillamente, el verdadero, el opuesto.
Tras la trastada de la boleta única, la boleta olvidada, el detalle escamoteado, vino ese segundo momento del que se queja, aviesamente EFH
De que una resolución de la cuestión por vía parlamentaria estaba condenada de antemano
Y EFH se da el lujo de dictar cátedra de democraticidad hablando de que la sociedad uruguaya, sus fanáticos autores de mamarrachos “se han pasado por las partes dos plebiscitos”.
Fue el gobierno, la dirección frenteamplista, en suma, con su contingente “de vanguardia” precisamente, el que se pasó por las partes el segundo. Y con sobrada pillería.
Y quienes queríamos acabar con la caducidad que estructura un estado bellaco, una sociedad éticamente intoxicada, podemos autocriticarnos por habernos sentido tan seguros de la victoria que no reparamos en los “detalles técnicos” que los pícaros saben administrar.
Porque me resisto a creer que la carencia de la boleta opuesta fue una omisión generalizada e involuntaria de todos en el país
Sabini - postaporteñ@ 938 - 2013-03-31


Zabalza: Rumbo a lo ya conocido


  Rumbo a lo ya conocido


El ”baño de pueblo” no fue del agrado de la Suprema Corte de Justicia, lo calificó como ”asonada” y encomendó a la jueza Merialdo y al fiscal Zubía que mandaran  Fuenteovejuna a la cárcel. Ímproba tarea para tan escasas luces!

En primer lugar porque no hubo delito: la decisión política de quitar de enmedio a la doctora Mariana Mota y proteger a los criminales de lesa humanidad despertó una indignación generalizada, que simplemente  expresaron las centenas de autoconvocados frente a la puerta de la Corte, en el Pasaje de los Derechos Humanos. La concentración fue recontrapacífica como mostraron todos los medios. Hubo ausencias notorias, dirigentes del Frente Amplio que debían estar ahí, respaldando a la jueza de la Verdad y Justicia. Después llegaron tarde y mal… la Corte se agrandó, se hizo muralla de impunidad e injusticia y declaró comunes los delitos contra la humanidad.          

En segundo lugar, cuando la doctora Mota entró al edificio la acompañaron un par de decenas de manifestantes que deseaban hacerle sentir su solidaridad.Hasta que a Raúl Oxandabarat cerró provocativamente las puertas de la Suprema y la gente reaccionó entrando en tropel con cánticos y aplausos. No hay ley que condene por concurrir a un acto público en una oficina pública, menos aún si los concurrentes dan muestras de respeto aunque lo hagan en forma barullenta. Por supuesto hay viejos conservadores que se molestan con el bullicio, que desearían que la sociedad fuera un cuartel y tener a todos formados en orden cerrado y silenciosos.

En tercer lugar: la cosa no pasó de algunos gritos destemplados, como en la tribuna cuando los jueces te roban el partido, pero alguien hizo intervenir  los grupos de choque, los policías formaron un cordón y fueron empujando con la intención de desalojar el patio central. Después de forcejeos que parecian juegos adolescentes en el patio de recreo, un oficial insólitamente usó la cabeza para razonar y desarmó el cordón para que el público se retirara tranquilamente.Sin embargo, nadie quería dejar a Mota en manos de la arbitrariedad y solamente nos retiramos cuando el Jefe de Policía puso un plazo de cinco minutos…. De qué “asonada” hablan, señores?.  Sólo existió en la mentalidad represiva de  jueces que hicieron su carrera de magistrados gracias a la dictadura, para quién eran bienvenidos los que interpretaban los códigos y las leyes con visión reaccionaria y fascistoide.

Sin la provocación de Oxandabarat  y sin la intervención policial, el acto se habría desarrollado normalmente, pero, por su impronta antipopular y autoritaria, solamente se sienten cómodos  protegidos por cordones represivos y tomando decisiones caprichosas escondidos detrás de sus enormes escritorios. Nos hicieron vivir  malos momentos a todas y todos, prensa, funcionarios judiciales y manifestantes en general.

Zubía y Merialdo tampoco quieren que les vean la cara, ordenaron que el presumario judicial quedara en manos de funcionarios policiales bajo el mando de un oficial policial y en uno de los bien recordados recovecos de la Jefatura de Policía. Merialdo y Zubía son de la misma calaña que los jueces de la Suprema, instruyeron un procedimiento que es todo un símbolo dictatorial.

Los informativos taparon de inmediato las valoraciones que cuestionaron el sentido del procedimiento judicial en Jefatura.  Cumplen su papel de no divulgar opiniones que hagan pensar críticamente sobre cómo actúan las instituciones del Estado. La prensa de izquierda también hizo la vista gorda y está dejando que pase inadvertidamente esta transgresión a la convivencia democrática burguesa.  Sin embargo, como las conocidas recomendaciones de Brecht son muy acertadas, tal vez ahora que varios conocidos dirigentes del PITCNT han sido también citados a Jefatura, la prensa de izquierda se haga eco de las denuncias de los insoportables ultras. 

El poder político también calló la boca. El presidente dice que no puede opinar por la separación de poderes, pero esto no fue obstáculo para que atacara a la jueza Mota por sus declaraciones a Página 12. Mujica ha contribuído, y mucho, para que Uruguay sea un paraíso de impunidad, todos saben que opina sobre la decision de la Corte sobre el impuestito a los latifundios mayores de dos mil hectáreas, pero nadie sabe su opinion acerca de la arbitrariedad de la Suprema en material de DDHH. Por su parte, los parlamentarios frenteamplistas podrían plantear de una vez por todas la anulación de la ley de caducidad y, aunque más no sea, desatar un debate que permita acumular fuerzas para la Verdad y la justicia. Está claro que no quieren hacerlo, que prefieren la política de Olvido y Perdón que irradia desde el poder ejecutivo. El presidente  tampoco se ha expresado sobre el proceso al Plan Cóndor que se realiza en Argentina al amparo de las actitudes del “tuerto” y de la “vieja”. A Mujica no se le escapa ni una palabrita de repudio a los asesinos y un elogio al clima favorable a juzgar que se ha generado en la otra orilla.   

En conclusion, con la zancadilla a la jueza Mota colocaron la piedra fundamental de la gran muralla que impide el paso de la Verdad y la Justicia. Después vino el disparate –vergüenza internacional- de considerar delitos comunes las barbaridades cometidas por las fuerzas armadas. Ahora dieron el tercer paso, dando a la población un mensaje bien reaccionario al instruir un sumario judicial en Jefatura de Policía. El paso siguiente lo deberá dar el ministro de cultura sancionando a la fiscal Ana Tellechea por salirse de las políticas oficiales y cuestionar a la Suprema Corte de Justicia.

El poder judicial sigue caminando rumbo al autoritarismo y a un conflicto de poderes que incline la balanza hacia la extrema derecha y proteja a los criminales de lesa humanidad. A la vista y paciancia de todo el mundo se está gestando una santa alianza entre la derecha política, los dinosaurios de los centros militares, probablemente algunos mandos de la fuerza armada y el sector que gobierna al poder judicial. No pueden recuperar el gobierno en elecciones nacionales y entonces buscan los caminos menos constitucionales ya experimentados exitosamente en Honduras y Paraguay. 

Avisen a todos los compañeros y compañeras!

13 de abril del 2013

Jorge Zabalza