Frentismo y antifrentismo

Frentismo y antifrentismo





 Fotos de Héctor Rodríguez Cacheiro, Mercedes, Uruguay

Pedimos un momento de reflexión. Varios que hemos escrito en Facebook reflejamos el enojo de que haya senadores que no acaten una resolución que el FA tomó en todas sus instancias, como dice La República "a través de todos su órganos: Congreso, Plenario y Mesa Política". A eso le sumamos la aprobación de todos los diputados del FA.
Quien nos acusa de antifrentistas a nosotros por exigir el cumplimiento de las decisiones de todas las instancias del FA: ¿tiene el mismo apoyo?
¿A los del FA que queremos que se cumplan el programa y las decisiones de todo el FA, nos tratan ahora de antifrentistas? ¿Cual es la lógica?
Dejemos de lado lo irrelevante de que personalmente somos precursores del Frente, con toda esa masa popular que estuvo desde su fundación, que siendo tupamaros militamos en el Movimiento de Independientes 26 de Marzo histórico, porque había que hacer de todo, que caímos presos y fuimos torturados en el cuartel siendo frentistas, y siendo frentistas quedamos requeridos por la Fuerzas Conjuntas y tuvimos que exiliarnos, primero a Buenos Aires donde nuestros hijos pudieron haber sido secuestrados y vendidos como los de otros compañeros, que luego de años de más exilio en que soñamos con volver finalmente estamos aquí y seguimos militando.
Aceptamos que un nuevo militante sea más frentista que nosotros, aunque sea un joven de 16 años, siempre y cuando su entrega a los principios del Frente y su acatamiento a las autoridades frentistas, por orden jerárquico Congreso, Plenario y Mesa Política Nacional sea mayor que el nuestro, si es que nos vamos a poner a establecer pautas competitivas discutiblemente socialistas.
De lo contrario, hombro con hombro y siguiendo el lema socialista “de cada uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades”.
Últimamente nos acusan desde el foro social Facebook de que lo que decimos “me hacen acordar las cosas que dicen en el Foro de Libertad y Concordia los milicos”, “que diariamente recibe linea de cómo debe odiar”, que “es odio puro”, “No son Frenteamplistas, no son inclusive MLN”, “de ponerse a la altura de la más pura ultra-derecha” junto con otros insultos.
Vamos a aclarar: la condición de frentista se define por el grado de militancia en función de los principios, el programa y la fidelidad a las autoridades del Frente, por orden de importancia: el Congreso, el Plenario Nacional y la Mesa Política Nacional.
Más aún: el Frente desde su comienzo impulsó un principio de seriedad política que implica que todos los cargos electivos son de la organización y no del individuo, por oposición a los partidos tradicionales donde cada líder opinaba y votaba a paladar más o menos lo que se le antojara, o sea, individualismo puro frente al colectivismo del FA.

Ese principio fue trastocado por primera vez en el parlamento este año pasado, en que tres senadores divos se largan con lista propia y desprecian una decisión apoyada por todas las instancias de la coalición más todos sus diputados.
Además debemos respetar las bases programáticas:
“Las Bases Programáticas señalan cuatro medidas fundamentales a adoptar, como pilares del proceso transformador:
 a) Reforma Agraria
 b) Nacionalización de la Banca Privada.
 c) Nacionalización de los principales rubros del comercio exterior.
 d) Enérgica acción industrial del Estado, incluyendo la nacionalización de la industria frigorífica.
 Ellas son esenciales para iniciar el proceso de cambio social, porque enfrentan a los grandes grupos económico-financieros nacionales y extranjeros responsables de la crisis estructural del país.”
Eso es lo que le decíamos al pueblo uruguayo y lo que le proponíamos.

Nosotros seguimos y seguiremos fieles a estas bases programáticas, a los principios fundadores, al Congreso, al Plenario, a la Mesa Política, y seguiremos exigiendo a nuestros senadores y a quien sea frenteamplista el cumplimiento de sus resoluciones.
Eso…; ¿es ser antifrentista?

Ricardo Ferré


Arabia Saudí, el factor clave



Arabia Saudí, el factor clave



El terremoto de las pasadas cinco semanas en Medio Oriente ha sido la experiencia más tumultuosa, devastadora y pasmosa en la historia de la región desde la caída del imperio otomano. Por una vez, conmoción y pavor fue una descripción apropiada. Los dóciles, supinos, incorregibles y serviles árabes del orientalismo se han transformado en luchadores por la libertad y la dignidad, papel que los occidentales hemos asumido siempre que nos pertenece en exclusiva en el mundo. Uno tras otro, nuestros sátrapas están cayendo, y los pueblos a quienes les pagábamos por controlar escriben su propia historia: nuestro derecho a meternos en sus asuntos (el cual, por supuesto, seguiremos ejerciendo) ha sido disminuido para siempre.
Las placas tectónicas siguen desplazándose, con resultados trágicos, valientes e incluso humorísticos, en el sentido negro del término. Incontables potentados árabes habían proclamado siempre que querían democracia en Medio Oriente. El rey Bashar de Siria dice que mejorará la paga de los burócratas. El rey Bouteflika de Argelia ha levantado de pronto el estado de emergencia. El rey Hamad de Bahrein ha abierto las puertas de sus prisiones. El rey Bashir de Sudán no volverá a postularse a la presidencia. El rey Abdulá de Jordania estudia la idea de una monarquía constitucional. Y Al Qaeda, bueno, ha estado más bien callada. ¿Quién hubiera creído que el anciano de la cueva de pronto saldría al exterior y se deslumbraría por la luz de la libertad en vez de la oscuridad maniquea a la que sus ojos se habían acostumbrado? Ha habido montones de mártires en todo el mundo musulmán, pero las banderas islamitas no aparecen por ningún lado. Los jóvenes hombres y mujeres que ponen fin a los dictadores que los atormentan son musulmanes en su mayoría, pero el espíritu humano ha sido mayor que el deseo de morir. Son creyentes, sí, pero ellos llegaron allí primero y derrocaron a Mubarak mientras los esbirros de Bin Laden aún siguen llamando a deponerlo en videos ya rebasados.
Pero ahora una advertencia. No ha terminado. Experimentamos ahora ese sentimiento cálido, ligeramente húmedo que precede al restallar del trueno y el relámpago. La película de horror final de Kadafi aún debe terminar, si bien con esa terrible mezcla de farsa y sangre a la que nos hemos acostumbrado en Medio Oriente. Y el destino que le aguarda, sobra decirlo, pone en una perspectiva aún más clara la vil adulación de nuestros propios potentados. Berlusconi –que en muchos aspectos es ya una espantosa imitación de Kadafi–, Sarkozy y lord Blair de Isfaján se nos revelan todavía más ruines de lo que los creíamos. Con ojos basados en la fe bendijeron a Kadafi el asesino. En su momento escribí que Blair y Straw habían olvidado el factor sorpresa, la realidad de que este extraño foco estaba por completo chiflado y sin duda cometería otro acto terrible para avergonzar a nuestros amos. Y sí, ahora todo periodista británico va a tener que agregar la oficina de Blair no devolvió nuestra llamada al teclado de su laptop.
Todo el mundo insta ahora a Egipto a seguir el modelo turco, lo cual parece implicar un placentero coctel de democracia e islamismo cuidadosamente controlado. Pero si esto es cierto, el ejército egipcio mantendrá sobre su pueblo una vigilancia repudiada y nada democrática en las décadas por venir. Como ha expresado el abogado Alí Ezzatyar, “los líderes militares egipcios han hablado de amenazas al ‘modo de vida egipcio’… en una no muy sutil referencia a las amenazas de la Hermandad Musulmana. Parece una página tomada del manual turco”.
El ejército turco se ha revelado cuatro veces como creador de reyes en la historia moderna de su país. ¿Y quién si no el ejército egipcio, creador de Nasser, constructor de Sadat, se libró del ex general Mubarak cuando su tiempo llegó?
Y la democracia –la verdadera, desbocada, fallida pero brillante versión que los occidentales hemos hasta ahora cultivado con amor (y con razón) para nosotros mismos– no va a convivir felizmente en el mundo árabe con el pernicioso trato que Israel da a los palestinos y su despojo de tierras en Cisjordania. Israel, que ya no esla única democracia en Medio Oriente, sostuvo con desesperación –junto con Arabia Saudí, por amor de Dios– que era necesario mantener la tiranía de Mubarak. Oprimió el botón de pánico de la Hermandad Musulmana en Washington y elevó el acostumbrado cociente de miedo en los cabilderos israelíes para descarrilar una vez más a Obama y a Hillary Clinton. Enfrentados a los manifestantes democráticos en las tierras de la opresión, ellos siguieron la consigna de respaldar a los opresores hasta que fue demasiado tarde. Me encanta eso de la transición ordenada: la palabra ordenada lo dice todo.
Sólo el periodista israelí Gideon Levy lo entendió bien. ¡Deberíamos decir Mabrouk Misr!, escribió. ¡Felicidades, Egipto!

Sin embargo, en Bahrein viví una experiencia deprimente. El rey Hamad y el príncipe heredero Salman han estado plegándose a los deseos del 70 por ciento chiíta de su población –¿80?–, abriendo prisiones y prometiendo reformas constitucionales. Le pregunté a un funcionario del gobierno en Manama si tal cosa es de veras posible. ¿Por qué no tener un primer ministro electo en vez de la familia real Jalifa? “Imposible –respondió, chasqueando la lengua–. El CCG no lo permitiría.” En vez de CCG –Consejo de Cooperación del Golfo–, léase Arabia Saudí.
Y es aquí, me temo, donde nuestro relato se vuelve más oscuro.
Ponemos muy poca atención a esa banda autocrática de príncipes ladrones; creemos que son arcaicos, analfabetos en política moderna, ricos (sí, como Creso nunca soñó, etcétera), y reímos cuando el rey Abdulá ofreció compensar cualquier descenso en el dinero de rescate de Washington al régimen de Mubarak, como ahora volvemos a reír cuando promete 36 mil millones de dólares a sus ciudadanos para mantenerlos callados. Pero no es para reír. La revuelta que finalmente echó a los otomanos del mundo árabe comenzó en los desiertos de Arabia; sus tribus confiaron en Lawrence, McMahon y el resto de nuestra banda. Y de Arabia salió el wahabismo, esa poción espesa y embriagadora –un líquido negro coronado por espuma blanca– cuya espantosa simplicidad ha atraído a todo aspirante a islamita y atacante suicida en el mundo musulmán sunita. Los saudíes criaron a Osama Bin Laden, a Al Qaeda y al talibán. No mencionemos siquiera que ellos aportaron la mayoría de los atacantes del 11 de septiembre de 2001. Y ahora los saudíes creerán que ellos son los únicos musulmanes que continúan en armas contra el mundo resplandeciente. Tengo la ingrata sospecha de que el destino del desfile de la historia de Medio Oriente que se desenvuelve ante nuestros ojos se decidirá en el reino del petróleo, de los lugares sagrados y de la corrupción. Cuidado.

Añadamos una nota ligera. He estado recogiendo las citas más memorables de la revolución árabe. Tenemos Regrese, señor presidente, sólo bromeábamos, de un manifestante contra Mubarak. Y el discurso de estilo goebbeliano de Saif al Islam al Kadafi: “Olvídense del petróleo, olvídense del gas… habrá guerra civil”. Mi cita favorita, egoísta y personal, llegó cuando mi viejo amigo Tom Friedman, del New York Times, se reunió conmigo a desayunar con su acostumbrada sonrisa irresistible. “Fisky –me dijo–, ¡un egipcio se me acercó ayer en la plaza Tahrir y me preguntó si yo era Robert Fisk!”
Eso es lo que yo llamo una revolución.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2011/02/26/index.php?section=opinion&article=026a1mun
Traducción: Jorge Anaya



La decadencia total de EEUU en un mundo nuevo

Guerras, vampiros, niños calcinados y desequilibrios disparatados



La decadencia total de EEUU en un mundo nuevo


TomDispatch.com




Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


Este es un momento global como no recuerdo ningún otro aunque los haya habido en la historia. Sí, pueden hacerse comparaciones con la oleada de poder popular que barrió Europa Oriental cuando la Unión Soviética se vino abajo entre 1989 y 1991. Para los que tienen recuerdos más antiguos, quizá les venga a la mente 1968, ese momento abortado cuando en EEUU, Francia, Alemania, Japón, México, Brasil y algunos lugares más, incluida Europa Oriental, masas de gentes misteriosamente inspiradas las unas en las otras tomaron las calles de las ciudades del planeta para proclamar que el cambio estaba en camino.Quienes están buscando en los libros de historia, quizá se detengan en el año 1848 cuando, en una época en la que también se mezclaban las tinieblas económicas con los nuevos medios de difusión de noticias, los vientos de la libertad parecieron barrer brevemente Europa. Y, desde luego, si siguen cayendo más regímenes y el torbellino se profundiza aún más, siempre nos queda por considerar 1776, la Revolución de EEUU, o 1789, la Revolución Francesa. Ambas sacudieron el mundo a lo largo de bastantes décadas.
Pero la verdad es que hay que esforzarse mucho para poder encajar el momento actual en Oriente Medio en algún paradigma anterior, incluso aunque –desde WisconsinChina- esté ya amenazando con sobrepasar el mundo árabe y extenderse como una fiebre por todo el planeta. No recuerdo nunca que tantos gobernantes injustos, o sencillamente despreciables, se hayan puesto tan nerviosos –o, posiblemente, se hayan sentido tan indefensos (a pesar de estar armados hasta los dientes)- en presencia de una humanidad desarmada. Y sólo eso es ya motivo de esperanza y de alegría.
Incluso ahora, aún sin entender qué es a lo que nos enfrentamos, es una gran fuente de inspiración observar cómo cantidades asombrosas de seres humanos, muchos de ellos jóvenes e insatisfechos, toman las calles en Marruecos, Mauritania, Djibuti, Omán, Argelia, Jordania, Iraq, Irán, Sudán, Yemen y Libia, por no mencionar Bahrein, Túnez y Egipto. Ver cómo se enfrentan a las fuerzas de seguridad que utilizan porras, gases lacrimógenos, balas de caucho y, en demasiados casos, balas de verdad (en Libia, incluso helicópteros y aviones) y cómo van haciéndose cada vez más fuertes es poco menos que increíble. Ver a los árabes exigiendo algo que estábamos convencidos era un derecho de nacimiento y propiedad de Occidente, en particular de EEUU, pone la carne de gallina a cualquiera.
La naturaleza de este fenómeno que potencialmente sacude al mundo sigue siendo desconocido y, probablemente, en el momento actual, incognoscible. ¿Están a punto de estallar por doquier la libertad y la democracia? Y si es así, ¿qué implicará ese cambio? ¿Qué bombilla es ésa que se ha encendido inesperadamente en millones de cerebros con ayuda de Facebook y Twitter? ¿Por qué ahora? Dudo que quienes estén protestando, y en algunos casos muriendo, lo sepan ellos mismos. Y eso son buenas noticias. Que el futuro siga siendo –siempre- la tierra de lo desconocido debería inundarnos de esperanza, especialmente porque ésa es la cruz de las elites gobernantes que quieren, pero no pueden, apropiarse de él.
Sin embargo, debería esperarse que una elite gobernante, al observar los desarrollos que sacuden el planeta, pudiera volver replantearse su situación, al igual que deberíamos hacer todos nosotros. Después de todo, si la humanidad puede alzarse de repente de esta forma frente al poder armado de un estado tras otro, entonces, ¿hasta dónde podemos realmente llegar en este planeta nuestro?
Al ver cómo esas escenas se repiten constantemente, ¿quién no volvería a replantearse los conceptos más básicos? ¿Quién no sentiría la necesidad de reinventar nuestro mundo?
Permítanme ofrecer como candidato no a los diversos y variopintos regímenes desesperados o moribundos del Oriente Medio, sino a Washington.

La vida en la caja de resonancia
Ha quedado claro ya que gran parte de lo que Washington ha imaginado todos estos últimos años no eran sino estupideces, incluso antes de que el momento presente arramblara con todo. Sólo tienen que coger alguna vieja frase de los años de Bush. Esa de “¿Estáis con nosotros o contra nosotros?” Lo que resulta impactante es lo poco que eso significa ya. Al rememorar las suposiciones desesperadamente equivocadas de Washington sobre cómo funciona nuestro planeta, este parece ser el momento perfecto para mostrar un poco de humildad frente a lo que nadie podría haber predicho.
Sería también un buen momento para que Washington -que, desde el 12 de septiembre de 2001, no capta ni media de los desarrollos reales del planeta y en diversas ocasiones ha calculado mal la naturaleza del poder global- diera un paso atrás y volviera a considerar las cosas.
Pues resulta que no vemos prueba alguna de que así se apreste a hacerlo. En realidad, eso está más allá de las actuales posibilidades de Washington, sin que importe cuantos miles de millones de dólares derrame en “inteligencia”. Y, por “Washington”, no sólo quiero referirme a la administración Obama, o al Pentágono, o a nuestros comandantes del ejército, o a la inmensa burocracia de la inteligencia, sino a todos esos expertos y habitantes de los think tanks que pululan por la capital y a los medios de comunicación que nos informan de lo que a ellos se les ocurre contarnos. Es como si el elenco de personajes que componen “Washington” viviera ahora en algún tipo de cámara de resonancia en la que sólo son capaces de escucharse a sí mismos.
Como consecuencia, Washington parece aún notablemente determinado a esperar a ver qué pasa en una era que quedará rápidamente incorporada a los libros de historia. Aunque muchos se han dado cuenta de la desventurada lucha de la administración Obama para ponerse al día de lo que acontece en Oriente mientras sigue aferrada a un círculo familiar de nefastos autócratas y jeques del petróleo, permítanme que ilustre enteramente este punto en otra zona: la guerra, en gran parte olvidada, en Afganistán. Después de todo, esa guerra, que casi pasa desapercibida y enterrada bajo las noticias que durante veinticuatro horas siete días a la semana nos llegan de Egipto, Bahrein, Libia y otros lugares del Oriente Medio, prosigue su curso destructivo y costoso sin un parpadeo.
Cinco pruebas del mal oído de Washington
Vds. pueden pensar que mientras franjas inmensas del Gran Oriente Medio están en llamas, alguien en Washington debería echar un vistazo a nuestra Guerra en AF/Pak y preguntarse, sencillamente, si ya no tendrá mucho sentido. Pues no tenemos suerte, como indican los siguientes cinco diminutos aunque elocuentes ejemplos que captaron mi atención. Considérenlos como una prueba del buen funcionamiento de la cámara de resonancia estadounidense y una muestra de la forma en la que Washington está demostrando ser incapaz de volver a considerar su guerra más larga, más inútil y más estrambótica.

  1. Empecemos con un reciente editorial del New York Times: “The ‘Long War’ May Be Getting Shorter” [Es posible que la ‘Larga Guerra’ se acorte]Se publicó el pasado martes mientras Libia traspasaba “las puertas del infierno”, se trataba de un relato optimista acerca de las operaciones de contrainsurgencia en el sur de Afganistán lanzadas por el comandante de la guerra afgana, el General David Petraeus. Sus autores son Nathaniel Fick y John Nagl, miembros de la cada vez más militarizada intelligentsia de Washington, que dirigen conjuntamente el Center for a New American Security en Washington. Nagl formó parte del equipo queescribió en 2006 el manual revisado de contrainsurgencia del ejército al que Petraeus dio tanto crédito, convirtiéndose en asesor del general para Iraq. Fick, un ex oficial de la Marina que dirigió tropas en Afganistán e Iraq, y que después fue instructor de civiles en la Academia de Contrainsurgencia de Afganistán en Kabul, realizó recientemente una visita de primera mano al país (desconocemos bajo qué auspicios).
    Los dos son los típicos expertos, entre otros muchos, en temas bélicos de Washington que tienden a desarrollar relaciones incestuosas con el ejército, y también están pluriempleados como facilitadores o animadores de nuestros comandantes de guerra, y es a ellos ante quienes siguen acudiendo los medios de comunicación en búsqueda de fuentes de información.
    En otra clase de sociedad, su editorial se habría considerado sencillamente un panfleto propagandístico. Este es el párrafo más sustancioso:
    “Es difícil decir cuándo se produce un momento de cambio en una campaña de contrainsurgencia, pero cada vez hay más evidencias de que Afganistán se mueve en una dirección más positiva de lo que muchos analistas piensan. Ahora parece mucho más probable que el país pueda conseguir el nivel modesto de estabilidad y confianza en sí mismo necesarios para permitir que EEUU reduzca responsablemente sus fuerzas de 100.000 a 25.000 soldados a lo largo de los próximos cuatro años.”
    Este es un ejemplo clásico de cómo Washington mueve los postes de la portería. Lo que realmente están anunciando nuestros dos expertos es que, incluso si todo fuera bien en nuestra Guerra afgana, el año de 2014 no será la fecha final. Ni por asomo.
    Por supuesto que esta es una posición que Petraeus ha apoyado. Cuatro años a partir de ahora para que nuestros planes de “retirada”, según Nagl y Fick, dejen aún 25.000 soldados en el lugar. Si su artículo persiguiera decir la verdad o la exactitud, debería haberse titulado: “The ‘Long War’ Grows Longer” [La ‘Larga Guerra’ se alarga aún más].
    Mientras Oriente Medio estalla y EEUU se hunde en un “debate” presupuestario significativamente propulsado por nuestras escandalosamente caras e inacabables guerras, estos dos expertos proponen de forma explícita que el General Petraeus y sus sucesores sigan combatiendo en Afganistán a un coste de más de 100.000 millones de dólares al año durante un tiempo ilimitado, como si en el mundo no estuviera cambiando nada. Esto parece ya la definición del colmo de la inconsciencia y un día, indudablemente, nos parecerá algo delirante, pero lo único que sucede es que Washington se enfrenta a un nuevo mundo con la típica mentalidad de siempre.
  1. O bien consideren dos sorprendentes observaciones que el mismo General Petraeus hizo en ese paréntesis de nuestro nuevo momento histórico. En una reunión informativa ofrecida en la mañana del 19 de enero, según el periodista del New York Times Rod Nordland, el General se mostraba exultante, incluso triunfalista acerca de su guerra. Fue pocos días antes de que los primeros manifestantes egipcios tomaran las calles, y sólo días después de que autócrata tunecino Zine Ben Ali se hubiera enfrentado al poder conseguido por los pacíficos manifestantes y huyera de su país. Y aquí está lo que Petraeus dijo de forma tan exuberante a su equipo: “Tenemos cogido ya al enemigo por la yugular, y no vamos a dejar que escape”.
    Es verdad que el general había estado durante meses no sólo enviando hacia el sur a las nuevas tropas estadounidenses, sino aumentando también el uso delpoder aéreo, incrementando los ataques nocturnos de las Operaciones Especiales y, en general, intensificando la guerra en el territorio-hogar de los talibanes. Sin embargo, en el mejor de los casos, su imagen no era precisamente exultante. Obviamente, evocaba la idea de un depredador hundiendo sus dientes en la garganta de su presa, pero, seguramente, en algún lugar del inconsciente militar acechaba una imagen cultural popular estadounidense más clásica: la del hombre-lobo o vampiro. Es evidente que la idea que el general tiene del futuro estadounidense implica un extendido festín sangriento en la versión afgana de Transilvania y, al igual que Nagl y Fick, planea claramente clavar esos dientes en esa yugular durante un tiempo muy, muy largo.
    Un mes más tarde, el 19 de febrero, justo cuando desataba todo un infierno en Bahrein y Libia, el general visitaba el palacio presidencial afgano en Kabul y, despreciando las reclamaciones afganas de que los últimos ataques aéreos estadounidenses en el noreste del país habían asesinado a decenas de civiles, incluidos niños, hizo un comentario que dejó estupefactos a los ayudantes del Presidente Hamid Karzai. No tenemos tal comentario al pie de la letra, pero el Washington Post informa que, según los “participantes”, Petraeus sugirió que “los afganos atrapados en un ataque de la coalición al noroeste de Afganistán podían haber quemado a sus propios niños para exagerar las reclamaciones por las víctimas civiles”.
    Un afgano presente en la reunión comentó: “Me quedé pasmado al escuchar eso. La cabeza me daba vueltas. Era alucinante. ¿Qué padre haría eso a sus niños? Era realmente asqueroso escucharle decir eso”.
    En la cámara de resonancia estadounidense, los comentarios del general pueden sonar, si no razonables, sí comprensiblemente exuberantes y categóricos: ¡Tenemos al enemigo cogido por la yugular! Nosotros no causamos víctimas afganas; ¡se lo hacen ellos mismos! En otras partes, seguramente aparecerían como obtusamente faltos de sentido musical o simplemente vampíricos, prueba de que quienes están dentro de la caja de resonancia no tienen ni idea de lo que parecen en un mundo en transformación.
  1. Ahora, vayamos a través de la mal definida frontera afgano-pakistaní hacia otro escenario de la estupidez estadounidense. El 15 de febrero, sólo cuatro días después del derrocamiento de Hosni Mubarak como presidente de Egipto, Barack Obama decidió abordar un problema que cada vez se complica más en Pakistán. Raymond Davis, un antiguo soldado de las Fuerzas Especiales de EEUU armado con una pistola semiautomática Glock, cuando iba solo en un vehículo cruzando una barriada pobre de la segunda mayor ciudad de Pakistán, Lahore, disparó y mató a dos pakistaníes que, según afirmó, le habían amenazado a punta de pistola. (Resultó evidente que a uno le habían disparado por la espalda.)
    Al parecer, Davis salió del vehículo disparando su pistola, después fotografió los cadáveres y pidió refuerzos. El vehículo que acudía hacia allí, a una velocidad exagerada y saltándose las normas de tráfico, atropelló a un motociclista, matándole antes de huir. (Posteriormente, la esposa de uno de los pakistaníes a los que Davis asesinó se suicidó ingiriendo matarratas.)
    El policía pakistaní detuvo a Davis con un cargamento extraño. Nadie debería sorprenderse de que todas esas circunstancias no le granjearan precisamente las simpatías de una población ya alienada de sus supuestos aliados estadounidenses. De hecho, hubo una explosión de furor popular mientras los pakistaníes reaccionaban a lo que parecía ser la definición de la impunidad imperial, especialmente cuando el gobierno de EEUU, al afirmar que Davis era un “funcionario técnico y administrativo” agregado a su consulado en Lahore, exigió que se le liberara sobre la base de la inmunidad diplomática y empezó a presionar con prontitud a un gobierno ya débil e impopular con la pérdida de ayuda y apoyo.
    El Senador Kerry realizó una visita apresurada, se hicieron llamamientos y por los pasillos del Congreso se oyeron una serie de amenazas de cortarle los fondos estadounidenses a ese país. A pesar de lo que ocurría en otros lugares y en un tumultuoso Pakistán, las autoridades estadounidenses no acertaban a imaginar que esos pobres pakistaníes que tanto les deben no fueran a doblegarse.
    El 15 de febrero, con Oriente Medio en llamas, el Presidente Obama intervino, sin duda para estropear aún más las cosas: “Con respecto al Sr. Davis, nuestro diplomático en Pakistán”, dijo, “hemos llegado a un principio muy simple, que cualquier país del mundo que sea parte de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas ha mantenido siempre en el pasado, y debería defender en el futuro, que si nuestros diplomáticos están en otro país, no están sujetos a ningún procesamiento local en tal país”.
    Los pakistaníes se negaron a ceder ante ese “tan simple principio” y no mucho después, el británico Guardian identificaba a “nuestro diplomático en Pakistán” como un antiguo empleado de Blackwater y actual empleado de la CIA. Estaba implicado, como informaba la publicación, en la guerra secreta de la Agencia en Pakistán. Esa guerra, especialmente los tan cacareados y costosos ataques “secretos” de los aviones no tripulados en las zonas fronterizas tribales pakistaníes, cuyos resultados Washington valora excesivamente, continúa generando unas consecuencias que los estadounidenses prefieren no entender.
    Desde luego que el presidente sabía que Davis era un agente de la CIA, incluso cuando le llamó “nuestro diplomático”. Como era de esperar, el New York Times y otras publicaciones dijeron lo mismo, absteniéndose de escribir acerca de su puesto real a petición de la administración Obama, incluso cuando continuaron informando (evasivamente cuando no faltando sencillamente a la verdad) sobre el caso.
    Teniendo en cuenta lo que está aconteciendo en la región, esto no representa precisamente una forma razonable de hacer política ni tampoco un periodismo razonable. Si sucediera que el difunto Chalmers Johnson, que introdujo en nuestro lenguaje de cada día la palabra “represalia”, estuviera observando desde algún nicho en el cielo la política estadounidense, tiene que sentirse lúgubremente divertido por la forma estúpida de hacer política de nuestras altas autoridades en su despreocupado intento de continuar arrasando a los pakistaníes.
  1. Mientras tanto, el 18 de febrero, de nuevo en Afganistán, el Departamento del Tesoro de EEUU impuso sanciones a una de las “mayores casas de cambio de moneda” de ese país, acusándola de “haber utilizado miles de millones de dólares en transferencias dentro y fuera del país para ayudar a ocultar las recaudaciones procedentes de las ilegales ventas de drogas”.
    Aquí va la forma en que Ginger Thompson y Alissa J. Rubin, del New York Times, contextualizaron ese hecho: “La medida es parte de un delicado acto de equilibrio de la administración Obama para acabar con la corrupción, que llega hasta los niveles más altos del gobierno afgano, sin que descarrilen los esfuerzos de contrainsurgencia que dependen de la cooperación del Sr. Karzai”.
    En un mundo en el que la palabra de Washington se propaga cada vez con menos autoridad, la respuesta a esta descripción estilo cámara de resonancia, y especialmente su imagen central –“un acto delicado de equilibrio”- sería: No, no es así, ni mucho menos.
    En relación con un país que es el principal narco-estado del planeta, ¿qué es lo que podría ser realmente “delicado”? Si Vds. querían describir el extraño galimatíasde la relación de la administración Obama con el presidente Karzai y su gente, habría que echar mano de palabras como “retorcida”, “confusa” e “hipócrita”. Si prevaleciera el realismo, la frase más apropiada sería “desatinado desequilibrio”.
  1. Finalmente, el periodista Dexter Filkins escribió hace poco un artículo sorprendente: The Afghan Bank Heist” [El atraco del banco afgano],  en la revista New Yorker, acerca de los chanchullos que pusieron al Banco Kabul, una de las altas instituciones financieras de Afganistán, al borde del colapso. Mientras se dedicaba a financiar a Hamid Karzai y a sus compinches deslizándoles asombrosas sumas de dinero en efectivo, los directivos del banco se escapaban con los depósitos de sus clientes. (Piensen en el Banco Kabul como el Bernie Madoff institucional de Afganistán). En su artículo, Filkins cita a un anónimo funcionario estadounidense que describió de esta forma los deshonestos tejemanejes que observó: “Si esto fuera EEUU, estarían ya arrestadas al menos cincuenta personas”.
    Consideren esa línea como una versión de la cámara de resonancia de un monólogo cómico, así como un recordatorio de que sólo los perros locos y los estadounidenses pueden quedarse en la sombra afgana. Como muchos de los estadounidenses que están ahora en Afganistán, hay que traer a ese pobre diplomático a casa, y pronto. Ha perdido el contacto con la naturaleza cambiante de su propio país. Mientras proclamamos nuestro deber de llevar “la construcción de la nación” y “la buena gobernanza” a los ignorantes afganos, en casa, los EEUU se están derrumbando, a la democracia se la llevó el viento, losoligarcas se han ido de campo, el Tribunal Supremo ha asegurado que la afluencia masiva de dinero será lo que determine cualquier futura elección, y los mayores estafadores han conseguido, cuando se lo han propuesto, que los tribunales les libren de la cárcel. En realidad, el fraude del Banco Kabul –un gran problema en una sociedad enormemente depauperada- es un espectáculo de feria de importancia menor si se compara con lo que los bancos, agentes de valores, compañías de seguros e hipotecarias estadounidenses, y otras instituciones financieras hicieron a través de sus “esquemas Ponzi de titularización” cuando, en 2008, llevaron a la debacle a EEUU y a la la economías global.
    Y ninguno de los individuos responsables ha ido a prisión, sólo algún intrigante tipo Ponzi a la antigua como Madoff. A ninguno se le ha sometido siquiera a juicio.
    Justo el otro día, los fiscales federales soltaron a uno de los posibles últimos casos de la debacle de 2008. Angelo R. Mozilo, el ex presidente de Countrywide Financial Corp., en otro tiempo la compañía hipotecaria más importante de la nación, tuvo que enfrentar una demanda civil acerca de sus “irregulares ganancias” obtenidas en la debacle hipotecaria de las subprime por valor de 67,7 millones de dólares, pero, al igual que en el caso de sus colegas, no se va a presentar ninguna acusación penal.
Nosotros no somos los buenos
Imagínense esto: por primera vez en la historia, un movimiento de árabes está inspirando a los estadounidenses en Wisconsin y posiblemente en más lugares. En este preciso momento, es decir, hay algo nuevo bajo el sol y no lo hemos inventado nosotros. No es nuestro. Ni siquiera somos –recuperen el aliento aquí- los buenos. Los buenos eran los que pedían libertad y democracia por las calles de las ciudades del Oriente Medio mientras EEUU perpetraba otro de esos desatinados desequilibrios a favor de los matones a los que tanto tiempo llevamos apoyando en el Oriente Medio.
Se va a remodelar ahora la historia en modo tal que los anteriores importantes acontecimientos de los últimos años del empequeñecido siglo estadounidense –la Guerra de Vietnam, el fin de la Guerra Fría, incluso el 11/S- pueden quedarse eclipsados por este nuevo momento. Y sin embargo, en el interior de la cámara de resonancia de Washington apenas se van alumbrando nuevos pensamientos acerca de esos desarrollos. Mientras tanto, nuestro atribulado, confundido y perturbado país, con su viejadesintegradora infraestructura, es cada vez menos un modelo a seguir para nadie en parte alguna (aunque de nuevo aquí no se enteren de nada).
Ajeno a los acontecimientos, Washington intenta claramente seguir con sus perpetuas guerras y aprovisionar sus perpetuas bases, creando aún más represalias y desestabilización en más lugares, hasta que se lo coman vivo. Esta es la definición de la total decadencia de EEUU en un mundo inesperadamente nuevo. Sí, puede que tenga puestos los dientes en las yugulares, pero queda abierto a la especulación de quién son los dientes y de quién son las yugulares, piense lo que quiera el General Petraeus.
Mientras el sol asoma por el horizonte del mundo árabe, la oscuridad se cierne sobre EEUU. En la penumbra, Washington juega a las cartas tratando de hacerse trampas a sí mismo a la vez que el resto de los jugadores va levantándose de la mesa. Mientras tanto, en algún lugar de la tierra de allá afuera se escuchan débiles aullidos. Es la hora de comer y el olor de la sangre está en el aire. ¡Tengan cuidado!
Tom Engelhardt, es co-fundador del American Empire Project, dirige el Nation Institute’s TomDispatch.com. Es autor de “The End of Victory Culture”, una historia sobre la Guerra Fría y otros aspectos, así como una novela: “The Last Days of Publishing”. Su último libro publicado es: “The American Way of War: How Bush’s Wars Became Obama’s” (Haymarket Books).
Fuente:
http://www.tomdispatch.com/post/175359/tomgram%3A_engelhardt%2C_washington%27s_echo_chamber/#more 


Las voces de los supervivientes afganos de las redadas nocturnas de EEUU y la OTAN

Las voces de los supervivientes afganos de las redadas nocturnas de EEUU y la OTAN


Reuters


Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


Un joven afgano contempla los daños causados el pasado lunes 21 de febrero por un ataque de las fuerzas de la OTAN en el distrito de Khogyani [*], en la provincia de Nangarhar, situada al este de Kabul  (Foto: AP)

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La utilización cada vez más frecuente de los “ataques nocturnos” por parte de las fuerzas afganas y de la OTAN para matar o capturar insurgentes es una de las estrategias más controvertidas de la guerra afgana.
Estos son los relatos de algunas de las víctimas civiles afganas, heridos o deudos, de esos asaltos nocturnos:
Hamidullah, ciudad de Jalalabad, 13 años
Hamidullah relata que un perro le mordió durante una incursión nocturna en su hogar. Se sube la pernera del pantalón para mostrar unas grandes cicatrices alrededor de lo que parecen marcas de mordeduras.
La ISAF (siglas en inglés de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad) se negó a hacer comentarios acerca de las fotos de las cicatrices.
“Estaba dormido, me despertó un ruido muy fuerte y cuando me dirigía hacia la puerta, el perro me mordió. Era la una o las dos de la madrugada, fue hace dos años. Yo tenía entonces 11 años.”
“Los soldados estadounidenses no me ofrecieron ayuda médica para curar la herida, sólo me la vendaron con unas gasas antes de marcharse. No conseguí ninguna indemnización, pero ya no me duele tanto”.
“Nuestras ventanas siguen rotas porque la noche que vinieron volaron la puerta arrojando una bomba. Había otros cuatro o cinco niños pequeños en la casa en aquel momento, y algunas mujeres en la habitación de al lado, pero sólo yo resulté herido.”
“Esa noche se llevaron arrestados a siete hombres, a los que liberaron seis días después, excepto uno al que soltaron transcurridos cuatro meses. Primero los llevaron a la base aérea de Jalalabad y después trasladaron a tres de ellos a Bagram. Los soldados eran casi todos estadounidenses y llegaron con dos intérpretes.”

Ahmad Nur, distrito de Sherzad, provincia de Laghman, 26 años
Reuters hizo una rápida entrevista a Ahmad Nur a principios de febrero, un día después de que una bomba de la coalición alcanzara su casa.
Estaba sentado en el borde de una cama del hospital acompañado por dos mujeres con burqas, una tenía el brazo vendado, a la otra habían tenido que curarle un pie.
“Fue alrededor de las nueve de la noche. Había dos o tres helicópteros, un avión y algunos vehículos estadounidenses en la carretera y, seguidamente, dos o tres cohetes impactaron contra mi casa.”
“Estábamos durmiendo, aunque todavía quedaba gente despierta en el pueblo. La ventana de mi cuarto saltó hecha añicos, un cohete entró por ella. Pasé mucho miedo, todo el patio estaba lleno de polvo”, dijo con expresión aturdida y agotada.
“En aquel momento estábamos en la casa once personas. No hay ninguna clínica cerca para poder llevar a mi esposa que estaba herida en un pie, tuvimos que esperar hasta esta mañana para venir al hospital.”
“Después me enteré de que habían asesinado a uno de nuestros vecinos. Era un hombre inocente.”
Por órdenes del gobernador provincial, el director del hospital interrumpió la entrevista en ese momento.
“Nadie está herido, nadie ha muerto, no hay ningún problema, no hubo bombardeos”, se puso a decir. Los periodistas locales cuentan que cada vez hay más presiones sobre los medios para que no se informe del aumento de los ataques nocturnos.

Testimonio bajo anonimato, distrito de Khogyani, de un hombre de cincuenta y tantos años
Era un hombre corpulento, vestido con inmaculadas ropas tradicionales y un chal para protegerse del frío invierno, le habían detenido y liberado sin cargos hacía varios años pero ahora quería relatar un incidente más reciente.
Reconoció que en el ataque había muerto un insurgente, pero rechazó todas las muertes colaterales de civiles causadas por el asalto nocturno.
“Una redada en el recinto durante el día habría tenido los mismos resultados pero habría causado muchas menos muertes”, dijo.
“Ya tengo problemas con los estadounidenses, es mejor que no aparezca mi nombre”, dijo acerca de su anterior arresto.
“Ocurrió en una operación que lanzaron en el distrito de Sherzad hace unos dos meses. Mataron al Mullah Daoud y a 27 personas más.”
“Era un ‘elemento que estaba en contra del gobierno’ pero el cincuenta por ciento de los muertos eran civiles. También mataron a varios animales.”
“Se encontraban durmiendo en una casa por la noche. El ISAF vino y bombardeó directamente la casa y después envió también a los soldados. A algunas personas las mataron tras capturarlas. Llegaron en helicóptero y nadie advirtió de nada a la gente que había en la casa.”
“Yo me encontraba en el mismo distrito pero en otro pueblo no muy cercano, aunque oímos los helicópteros. Era de noche por eso no pudimos identificar de qué clase era.”
“Hirieron a dos mujeres. Mataron a cuatro niños. Primero hubo un bombardeo –creo que escuché el estallido de tres o cuatro bombas-, después dispararon. A las víctimas las mataron allí mismo, no se las llevaron a ningún otro sitio para hacerlo.”

Anwar Ul Haq, pueblo de Nazarabad, 61 años.
A Amanullah, un mecánico que tiene un taller en Kabul, le mataron el 29 de abril de 2010 cuando se encontraba de visita en el hogar de su suegro. La cuñada del muerto es parlamentaria pero fueron inútiles todos los esfuerzos que hizo para que se investigara el caso.
“Me llamó para decirme que vendría al día siguiente a Jalalabad, llegó y se encontraba durmiendo en mi casa alrededor de las doce y media o la una de la madrugada. Uno de mis vecinos (que también es pariente mío), telefoneó para decirme que había unos ladrones intentando entrar en mi casa y fue entonces cuando vimos que eran los estadounidenses.”
“Utilizaron una escalera de mano para subir al tejado y se colaron después en la casa por allí. No recuerdo que nos avisaran para que saliéramos fuera. Apuntaron directamente a mi yerno y le mataron. Él dormía en ese momento, pero le metieron diez o doce balas en el pecho.”
“Luego me dijeron que levantara las manos. Me tuvieron sentado treinta minutos, con la cabeza tapada. Después me enviaron al retrete. Había allí otros tres miembros de mi familia, mis primos que vivían en la misma casa también estaban en el retrete.”
“Era un recinto muy pequeño, sólo cabíamos allí tres o cuatro personas de pie. Los soldados llevaban perros con ellos y buscaban por todas partes.”
“Me preguntaron quién había venido a mi casa. Les dije que nadie, que sólo estaba mi yerno como huésped mío. Dejaron su cadáver abandonado en la habitación hasta las ocho de la mañana. ‘Tenemos información de que aquí han venido talibanes’, decían.”
“Todo el mundo vino a entrevistarnos pero nada ocurrió. Fuimos al presidente Karzai y sólo nos ofrecieron un vaso de té, eso fue lo único que conseguimos.”
“Los soldados no se llevaron nada. No causaron daños en la propiedad, pero después de lo que pasó, ese tipo de sucesos no ha dejado de aumentar. Vienen siempre por la noche.”
“Tan pronto disparan o matan a alguien, dicen que pertenecía a Al-Qaida, sea verdad o no.”
Nota de la T.:
[*] Acerca de la operación perpetrada en el distrito de Khogyani, véase en Rebelión el artículo de Abdul Moid Hashmi: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=122928
Fuente: http://www.reuters.com/article/2011/02/24/us-afghanistan-raids-quotes-idUSTRE71N16K20110224
rCR



Del mundo árabe a América Latina

¿Qué pasa con Libia?
Del mundo árabe a América Latina



Tenemos la impresión de que un gran proceso emancipatorio mundial puede verse abortado por la implacable ferocidad de Gadafi, la intervención estadounidense y la poca clarividencia de América Latina. Describiríamos así la situación: en una zona del mundo ligada de nuevo por fuertes solidaridades internas y de la que sólo se esperaba letargo o fanatismo ha surgido una oleada de levantamientos populares que amenaza con hacer caer, uno detrás de otro, a todos los aliados de las potencias occidentales en la región. Con independencia de las muchas diferencias locales, estos levantamientos tienen algo en común que, por cierto, los distingue radicalmente de las “revoluciones” rosadas y naranjas promovidas por el capitalismo en la órbita ex soviética: demandan democracia, sí, pero lejos de estar fascinadas por Europa y los EEUU son depositarias de una larga, arraigada, radical tradición antiimperialista forjada en torno a Palestina e Iraq. No hay en los levantamientos populares árabes ni asomo de socialismo, pero tampoco de islamismo ni -lo más importante- de seducción eurocéntrica: se trata al mismo tiempo de una revuelta económica y de una revolución democrática, nacionalista y anticolonial, lo que abre de pronto, cuarenta años después de su derrota, una inesperada oportunidad para las izquierdas socialistas y panarabistas de la región.
La América Latina progresista, cuyos pioneros procesos emancipatorios constituyen la esperanza del antiimperialismo mundial, debería apoyar en estos momentos al mundo árabe sin reservas, adelantándose a la estrategia de las potencias occidentales, desbordadas por los acontecimientos y a las que Gadafi está dando la oportunidad de un regreso -militar quizás, pero sobre todo propagandístico- como paladín de los derechos humanos y la democracia. Ese discurso es poco creíble en esta zona del mundo, donde Fidel y Chávez gozan de un enorme crédito popular, pero si América Latina se alinea, por activa o por pasiva, con el tirano, no sólo los contagiosos avances populares, que lamen ya Europa y se han trasladado a Wisconsin, se verán irremediablemente detenidos, sino que se producirá una nueva fractura en el campo antiimperialista que los EEUU, siempre vigilantes, relojeros del mundo, aprovecharán para recuperar el terreno perdido. Algo de eso puede estar ya ocurriendo como resultado de una combinación de desconocimiento y de antiimperialismo esquemático y sumario. Los pueblos árabes, que vuelven a la escena de la historia, necesitan el apoyo de sus hermanos latinoamericanos, pero es sobre todo la relación de fuerzas mundial la que no puede permitirse una vacilación por parte de Cuba y Venezuela sin que Cuba y Venezuela sufran también las consecuencias y las sufran con ellos América Latina y las esperanzas de transformación a nivel planetario.
Podemos alegar que sabemos poco de lo que ocurre en Libia y sospechar de las condenas occidentales, mediáticas e institucionales, de los últimos días. Podemos quedarnos en eso. Los imperialistas son más inteligentes. Ellos, que tienen muchos intereses concretos en la zona, han defendido hasta el final a sus dictadores, pero cuando han comprendido que eran insostenibles los han dejado caer y han elegido otra estrategia: apoyar procesos democráticos controlados, seleccionar minorías postmodernas como motor de cambios limitados y desplegar sin pudor, a sabiendas de que la memoria es corta y los reflejos de la izquierda muy inmediatos, un nuevo arco iris de retórica democrática. Habrá que oponerse a cualquier injerencia occidental, pero no creo, sinceramente, que la OTAN vaya a invadir Libia; lo que sí nos parece es que esta amenaza, apenas apuntada, tiene el efecto de enredar y emborronar el campo antiimperialista, y esto hasta el punto de hacernos olvidar algo que sí deberíamos saber: quién es Gadafi. Olvidarlo puede producir al menos tres efectos terribles: romper los lazos con los movimientos populares árabes, dar legitimidad a las acusaciones contra Venezuela y Cuba y "represtigiar" el muy dañado discurso democrático imperialista. Todo un triunfo, sin duda, para los intereses imperialistas en la región.
Gadafi ha sido durante los últimos diez años un gran amigo de la UE y de EEUU y de sus dictadores aliados en la zona. Baste recordar las incendiarias declaraciones de apoyo del Calígula libio al depuesto Ben Alí, a cuyas milicias muy probablemente proporcionó armas y dinero en los días posteriores al 14 de enero. Baste recordar también la dócil colaboración de Gadafi con los EEUU en el marco de la llamada “guerra antiterrorista”. La colaboración política ha ido acompañada de estrechos vínculos económicos con la UE, incluida España: la venta de petróleo a Alemania, Italia, Francia y EEUU ha sido paralela a la entrada en Libia de las grandes compañías occidentales (la española Repsol, la británica British Petroleum, la francesa Total, la italiana ENI o la austriaca OM), por no hablar de los suculentos contratos de las constructoras europeas y españolas en Trípoli. Por lo demás, Francia y EEUU no han dejado de proporcionarle armas para que ahora mate desde el aire a su propio pueblo, siguiendo el ejemplo de la Italia imperial desde 1911. En 2008 la ex secretaria de Estado Condoleeza Rice lo dejó muy claro: 
“Libia y Estados Unidos comparten intereses permanentes: la cooperación en la lucha contra el terrorismo, el comercio, la proliferación nuclear, África, los derechos humanos y la democracia”.
Cuando Gadafi visitó Francia en diciembre de 2007, Ayman El-Kayman resumió la situación en un párrafo que reproduzco aquí: “Hace casi diez años, Gadafi dejó de ser para el Occidente democrático un individuo poco recomendable: para que le sacaran de la lista estadounidense de Estados terroristas reconoció la responsabilidad en el atentado de Lockerbie; para normalizar sus relaciones con el Reino Unido, dio los nombres de todos los republicanos irlandeses que se habían entrenado en Libia; para normalizarlas con Estados Unidos, dio toda la información que tenía sobre los libios sospechosos de participar en la yihad junto a Bin Laden y renunció a sus “armas de destrucción masiva”, además de pedir a Siria que hiciese lo mismo; para normalizar las relaciones con la Unión Europea, se transformó en guardián de los campos de concentración, donde están internos miles de africanos que se dirigían a Europa; para normalizar sus relaciones con su siniestro vecino Ben Alí, le entregó a opositores refugiados en Libia”.
Como se ve, Gadafi no es ni un revolucionario ni un aliado, ni siquiera táctico, de los revolucionarios del mundo. En 2008 Fidel y Chávez (junto a Mercosur) denunciaron  justamente la llamada “directiva de la vergüenza” europea que reforzaba la ya muy severa persecución en Europa de la humanidad desnuda de las pateras y los muros. De todos los crímenes de Gadafi quizás el más grave y el menos conocido es su complicidad en la política migratoria de la UE, particularmente italiana, como verdugo de emigrantes africanos. Quien quiera una amplia información sobre el tema puede leer Il Mare di mezzo, del valiente periodista Gabriele del Grande, o acudir a su página web, Fortresseuropedonde se recogen algunos documentos espeluznantes. Ya en 2006 Human Rights Watch y Afvic denunciaban los arrestos arbitrarios y torturas en centros de detención libios financiados por Italia. El acuerdo Berlusconi-Gadafi de 2003 puede leerse completo en la página de Gabriele del Grande y sus consecuencias se resumen sucinta y dolorosamente en el grito de Farah Anam, fugitiva somalí de los campos de la muerte libios: “Prefiero morir en el mar que regresar a Libia”. A pesar de las denuncias que hablan de verdaderas prácticas de exterminio -o precisamente por ellas, que demuestran la eficacia de Gadafi como guardián de Europa- la Comisión Europea firmó en octubre una "agenda de cooperación” para la "gestión de los flujos migratorios” y el "control de las fronteras", válido hasta 2013 y acompañado de la entrega a Libia de 50 millones de euros.
La relación de Europa con Gadafi ha rozado la sumisión. Berlusconi, Sarkozy, Zapatero y Blair lo recibieron con abrazos en 2007 y el propio Zapatero lo visitó en Trípoli en 2010. Incluso el rey Juan Carlos se desplazó a Trípoli en enero de 2009 para promocionar a las empresas españolas. Por otro lado, la UE no dudó en humillarse y disculparse públicamente el 27 de marzo de 2010 a través del entonces ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, por haber prohibido a 188 ciudadanos libios la entrada en Europa a raíz del conflicto entre Suiza y Libia por la detención de un hijo de Gadafi en Ginebra acusado de maltratar a su personal doméstico. Aún más: la UE no emitió la menor protesta cuando Gadafi adoptó represalias económicas, comerciales y humanas contra Suiza ni cuando efectuó un llamamiento a la guerra santa contra este país ni cuando declaró públicamente su deseo de que fuera barrido del mapa.
Y si ahora estos amigos imperialistas de Gadafi -que ven cómo el mundo árabe se voltea sin su intervención- condenan la dictadura libia y hablan de democracia, entonces nosotros vacilamos. Aplicamos las plantillas universales de la lucha antiimperialista, con sus teorías de la conspiración y su paradójica desconfianza hacia los pueblos, y pedimos tiempo para que se disuelva la nube de polvo que levantan las bombas lanzadas desde el aire -a fin de estar seguros de que debajo no hay un cadáver de la CIA. Eso cuando no apoyamos directamente, como el gobierno de Nicaragua, a un criminal cuyo contacto más liviano sólo puede manchar para siempre a cualquiera que se reclame de izquierdas o progresista. No es la OTAN quien está bombardeando a los libios sino Gadafi. “Fusil contra fusil” es la canción de la revolución; “misil contra civil” es algo que no podemos aceptar y que, aún antes de hacernos preguntas, debemos condenar con toda energía e indignación. Pero hagámonos también las preguntas. Porque si nos hacemos preguntas, las respuestas que tenemos -por pocas que sean- demuestran además de qué lado deben estar en estos momentos los revolucionarios del mundo. 
Ojalá caiga Gadafi -hoy mejor que mañana- y América Latina comprenda que lo que ocurre en estos momentos en el mundo árabe tiene que ver, no con los planes maquiavélicos de la UE y EEUU (que sin duda maniobran en la sombra), sino con los procesos abiertos en Nuestra América, la de todos, la del ALBA y la dignidad, desde principios de los años 90, siguiendo la estela de la Cuba de 1958. La oportunidad es grande y puede ser la última para revertir definitivamente la actual relación de fuerzas y aislar a las potencias imperialistas en un nuevo marco global. No caigamos en una trampa tan fácil. No despreciemos a los árabes. No son socialistas, no, pero en los dos últimos meses, de manera inesperada, han dejado al desnudo la hipocresía de la UE y los EEUU, han expresado su deseo de una democracia auténtica, lejos de todo tutelaje colonial, y han abierto un espacio para poner en dificultades desde la izquierda los intentos de reconversión, también territorial, del capitalismo. Es la América Latina del ALBA, la del Che y Playa Girón, cuyo prestigio en esta zona estaba intacto hasta ayer, la que tiene que apoyar el proceso antes de que el relojero del mundo vuelva a hacer girar las manillas hacia atrás y a su favor. Los países capitalistas tienen “intereses”; los socialistas sólo “límites”. Muchos de esos “intereses” estaban con Gadafi, pero ninguno de esos “límites” tiene nada que ver con él. Es un criminal y además un estorbo. Por favor, compañeros revolucionarios de América Latina, los compañeros revolucionarios del mundo árabe están pidiéndo que no lo sostengáis.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
rCR


La vergüenza de ser estadounidense…


La vergüenza de ser estadounidense…


Global Research


Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


El gobierno de EE.UU. ha sobreestimado la cantidad de vergüenza que él y los ciudadanos estadounidenses pueden aguantar. El 15 de febrero “el pueblo indispensable” tuvo que sufrir la hipocresía de que la secretaria de Estado de EE.UU. pronunciara un discurso sobre el compromiso de su país con la libertad de Internet mientras el Departamento de Justicia (sic) emprendía una acción inconstitucional contra Twitter para revelar cualquier conexión entre WikiLeaks y Bradley Manning, el héroe estadounidense que, obedeciendo el Código Militar de EE.UU., sacó a la luz crímenes de guerra del gobierno de EE.UU. y está encarcelado en condiciones despiadadas no permitidas por la Constitución de EE.UU. El corrupto gobierno de EE.UU. trata de crear un caso de “conspiración” contra Julian Assange a fin de castigarlo por revelar documentos gubernamentales que prueban más allá de toda duda la mendacidad de ese gobierno.Es algo bastante malo, pero palidece en comparación con las implicaciones reveladas el 15 de febrero en el periódico británico, The Guardianhttp://www.guardian.co.uk/world/2011/feb/15/curveball-iraqi-fantasist-cia-saddam
The Guardian obtuvo una entrevista con “Curveball”, la fuente del discurso totalmente mentiroso de Colin Powell ante las Naciones Unidas sobre las Armas de Destrucción Masiva de Iraq. El discurso de Colin Powell preparó la escena para la invasión ilegal de Iraq por parte de EE.UU. The Guardian describe a “Curveball” como “el hombre que logró cometer el mayor timo en la historia de los servicios modernos de inteligencia”. Como dice The Guardian”, “Curveball”, “fabricó un cuento de horror”.
La “inteligencia” de EE.UU. nunca entrevistó a “Curveball.” Los estadounidenses iniciaron una guerra basada en información de segunda mano que les fue entregada por la incompetente inteligencia alemana, que se dejó engañar por las mentiras de “Curveball” en las que los servicios alemanes actuales no creen.
Como ahora sabe el mundo Sadam Hussein no tenía armas de destrucción masiva (ADM). El régimen Bush/Cheney, por supuesto, lo sabía, pero las mentiras de “Curveball” fueron útiles para sus intenciones ocultas. En su entrevista con The Guardian “Curveball”, Rafid Ahmed Alwan al-Janabi, admitió que había inventado toda la historia. Quería dañar a Sadam Hussein y contó cualquier fantasía que pudo imaginar que sirviera su propósito.

Si el régimen Bush/Cheney hubiera creído realmente que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva que amenazaban al mundo, habría sido un acto criminal concentrar la fuerza invasora de EE.UU. en una pequeña área de Kuwait donde unas pocas ADM podrían haber borrado del mapa a toda la fuerza invasora estadounidense, poniendo así fin a la guerra antes de que comenzara.
Algunos estadounidenses son tan irreflexivos que dirían que Sadam Hussein nunca hubiera utilizado las armas, porque habríamos hecho esto o aquello a Irak, incluso bombardeando Bagdad con armas nucleares. ¿Pero por qué le iba a importar a Sadam Hussein si él y su régimen ya estaban marcados para la muerte? ¿Por qué un hombre condenado iba a desistir de infligir una extraordinaria derrota a la superpotencia de EE.UU., alentando así a los árabes de todas partes? Además, si Sadam Hussein no estaba dispuesto a utilizar sus ADM contra una fuerza invasora, ¿cuándo iba a usarlas? Para el gobierno de EE.UUU. era obvio que esas armas no existían. Los inspectores de armas lo dejaron bien claro al régimen Bush/Cheney. No había ADM iraquíes y todo el gobierno de EE.UU. lo sabía.
¿Por qué entonces no hubo sorpresa o comentario en los medios “libres” ante el hecho de que la Casa Blanca acusase a Iraq de poseer terribles armas de destrucción masiva, pero no obstante concentró su fuerza de invasión en un área tan pequeña que esas armas podrían haber aniquilado fácilmente a la fuerza invasora?
¿Existe realmente la democracia en un país en el cual los medios son incompetentes y no se puede responsabilizar al gobierno que miente descaradamente cada vez que abre la boca?
“Curveball” representa un nuevo grado de inmoralidad. Rafid al-Janabi comparte la responsabilidad de un millón de muertos iraquíes, 4 millones de iraquíes desplazados, un país destruido, 4.754 soldados estadounidenses muertos, 40.000 soldados estadounidenses muertos y mutilados, 3 billones [millones de millones] de dólares de EE.UU. desperdiciados, de los que cada dólar es una carga de la deuda para la población estadounidense y una amenaza para el dólar como moneda de reserva, diez años de propaganda y mentiras sobre el terrorismo y conexiones con al-Qaida, una “guerra contra el terror” de EE.UU. que está destruyendo innumerables vidas en Afganistán, Pakistán, Yemen, Somalia, y que apunta a Irán, y ha destruido la Declaración de Derechos, la Constitución de EE.UU., y las libertades civiles que garantizan. Y el pedazo de mierda mentiroso, Rafid al-Janabi, se enorgullece de haber producido la caída de Sadam Hussein a un precio tan enorme.

Ahora, cuando Rafid al-Janabi ha sido puesto al descubierto por la entrevista del Guardian, ¿cómo está de seguro? Hay millones de iraquíes capaces de exterminarlo por sus sufrimientos, y decenas de miles de estadounidenses cuyas vidas han sido arruinadas por las mentiras de Rafid al-Janabi.
¿Por qué persigue el gobierno de EE.UU. a Julian Assange y a WikiLeaks por decir la verdad, cuando “Curveball”, cuyas mentiras destruyeron a inmensas cantidades de personas junto con la reputación de EE.UU., piensa que puede formar un partido político en Iraq? Será un milagro si ese montón de mierda, Rafi al-Janabi, no es asesinado en cuanto aparezca en Iraq.
Así que sólo nos queda contemplar cómo un gobierno de EE.UU. totalmente incompetente ha causado enorme inestabilidad en sus Estados títeres en Medio Oriente, porque deseaba desesperadamente creer en la “inteligencia” defectuosa de Alemania de que un sinvergüenza suministró evidencia de que Sadam Hussein tenía Armas de Destrucción Masiva.
Y EE.UU. es una superpotencia, una nación indispensable.
¡Qué chiste!

© Copyright Paul Craig Roberts, Global Research, 2011
Paul Craig Roberts fue editor del Wall Street Journal y secretario adjunto del Tesoro en el gobierno de Ronald Reagan. Su último libro, How the Economy Was Lost, fue publicado recientemente por CounterPunch/AK Press. Se puede contactar con él en: paulcraigroberts@yahoo.com
Fuente: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=23237
rCR