La rebelión en Egipto II

Egipto: la apuesta al gatopardismo

Página 12


En el día de ayer Hillary Clinton declaró ante la prensa que lo que había que evitar a toda costa en Egipto era un vacío de poder. Que el objetivo de la Casa Blanca era una transición ordenada hacia la democracia, la reforma social, la justicia económica, que Hosni Mubarak era el presidente de Egipto y que lo importante era el proceso, la transición. A diferencia de lo ocurrido en otra ocasión, el Presidente Obama no exigiría la salida del líder caído en desgracia. Como no podría ser de otro modo, las declaraciones de la Secretaria de Estado reflejan la concepción geopolítica que Estados Unidos ha sostenido invariablemente desde la Guerra de los Seis Días, en 1967, y cuya gravitación se acrecentó después del asesinato de Anwar el-Sadat en 1981 y la asunción de su por entonces vicepresidente, Hosni Mubarak. Sadat se había convertido en una pieza clave para Estados Unidos e Israel –y de paso confirió a Egipto la misma categoría- al ser el primer jefe de Estado de un país árabe que reconoció al Estado de Israel al firmar un Tratado de Paz entre Egipto y ese país el 26 de Marzo de 1979. Las dudas y los rencores que aún abrigaban Sadat y el primer ministro israelí Menájem Begin como consecuencia de cinco guerras y que tornaban en interminables las negociaciones de paz fueron rápidamente dejados de lado cuando tanto ellos como el Presidente James Carter se notificaron que el 16 de enero de ese año un estratégico aliado pro estadounidense en la región, el Sha de Irán, había sido derrocado por una revolución popular y buscó refugio en Egipto. La caída del Sha fue seguida por el nacimiento de la república islámica bajo la conducción del Ayatolá Ruhollah Jomeini, para quien Estados Unidos y toda la “civilización estadounidense” no eran otra cosa que el “Gran Satán”, el enemigo jurado del Islam.Si la violenta eyección del Sha sacudía el tablero de Oriente Medio, no eran mejores las noticias que provenían del convulsionado traspatio centroamericano: el 19 de Julio de 1979 el Frente Sandinista entraba a Managua y ponía fin a la dictadura de Anastasio Somoza, complicando aún más el cuadro geopolítico estadounidense. A partir de ese momento, el delicadísimo equilibrio de Oriente Medio tendría en Egipto el ancla estabilizadora que la política exterior estadounidense se encargó de reforzar a cualquier precio, aún a sabiendas de que bajo el reinado de Mubarak la corrupción, el narcotráfico y el lavado de dinero crecían a un ritmo que sólo era superado por el proceso de pauperización y exclusión social que afectaba a sectores crecientes de la población egipcia; y que la feroz represión ante los menores atisbos de disidencia y las torturas eran cosas de todos los días. Por eso suenan insoportablemente hipócritas y oportunistas las exhortaciones del presidente Obama y su Secretaria de Estado para que un régimen corrupto y represivo como pocos en el mundo -y al cual Estados Unidos mantuvo y financió por décadas- se encamine por el sendero de las reformas económicas, sociales y políticas. Un régimen, además, donde Washington podía enviar prisioneros para torturar sin tener que enfrentar molestas restricciones legales y la estación de la CIA en Cairo podía operar sin ninguna clase de obstáculos para llevar adelante su “guerra contra el terrorismo.” Un régimen, además, que pudo bloquear la internet y la telefonía celular y que apenas si despertó una mesurada protesta por parte de Washington. ¿Habría sido igual de tibia la reacción si quien hubiera cometido tales tropelías hubiese sido Hugo Chávez?
Dado que Mubarak parecería haber cruzado el punto de no retorno, el problema que se le presenta a Obama es el de construir un “mubarakismo” sin Mubarak; es decir, garantizar mediante un oportuno recambio del autócrata la continuidad de la autocracia pro estadounidense. Como decía el Gatopardo, “algo hay que cambiar para que todo siga como está.” Esa fue la fórmula que sin éxito alguno Washington intentó imponer en los meses anteriores al derrumbe del somocismo en Nicaragua, apelando a la figura de un personaje del régimen, Francisco Urcuyo, presidente del Congreso Nacional cuya primera y prácticamente última iniciativa como fugaz presidente fue la de solicitar al Frente Sandinista, que venía aplastando a la guardia nacional somocista por los cuatro rincones del país, que depusiera las armas. Lo depusieron a él al cabo de pocos días, y en el habla popular nicaragüense el ex presidente pasó a ser recordado como “Urcuyo, el efímero.” Lo que ahora está intentando la Casa Blanca es algo similar: presionó a Mubarak para que designara a un vicepresidente en la esperanza de que no reeditase el fiasco de Urcuyo. La designación no pudo haber sido más inapropiada pues recayó en el jefe de los servicios de inteligencia del ejército, Omar Suleiman, un hombre aún más refractario a la apertura democrática que el propio Mubarak y cuyas credenciales no son precisamente los que anhelan las masas que exigen democracia. Cuando estas ganaron las calles y atacaron numerosos cuarteles de la odiada policía y de los no menos odiados espías, soplones y organismos de la inteligencia estatal, Mubarak designa al jefe de estos servicios nada menos que para liderar las reformas democráticas. Es una broma de mal gusto y así fue recibida por los egipcios, que siguieron tomando las calles convencidos de que el ciclo de Mubarak se había terminado y que había que exigir su renuncia sin más trámite.
En la tradición del socialismo marxista se dice que una situación revolucionaria se constituye cuando los de arriba no pueden dominar como antes y los de abajo ya no quieren a ser dominados como antes. Los de arriba no pueden porque la policía fue derrotada en las luchas callejeras y los oficiales y soldados del ejército confraternizan con los manifestantes en lugar de reprimirlos. No sería de extrañar que alguna otra filtración tipo Wikileaks devele las intensas presiones de la Casa Blanca para que el anciano déspota abandone Egipto cuanto antes para evitar una re-edición de la tragedia de Teherán. Las alternativas que se abren para los Estados Unidos son pocas y malas: (a) sostener el régimen actual, pagando un fenomenal costo político no sólo en el mundo árabe para defender sus posiciones y privilegios en esa crucial región del planeta; (b) una toma del poder por una alianza cívico-militar en donde los opositores de Mubarak estarán destinados a ejercer una gravitación cada vez mayor o, (c) la peor de las pesadillas, si se produce el temido vacío del poder que sean los islamistas de la Hermandad Musulmana quienes tomen el gobierno por asalto. Bajo cualquiera de estas hipótesis las cosas ya no serán como antes, pues aún en la variante más moderada la probabilidad de que un nuevo régimen en Egipto continúe siendo un fiel e incondicional peón de Washington es sumamente baja y, en el mejor de los casos, altamente inestable. Y si el desenlace es el radicalismo islamista la situación de Estados Unidos e Israel en la región se tornará en extremo vulnerable, habida cuenta de que el efecto dominó de la crisis que comenzó en Túnez y siguió en Egipto ya se está dejando sentir en otros importantes aliados de Estados Unidos, como Jordania y Yemen, todo lo cual puede profundizar la derrota militar estadounidense en Irak y precipitar una debacle en Afganistán. De cumplirse estos pronósticos, el conflicto palestino-israelí adquiriría inéditas resonancias cuyos ecos llegarían hasta los suntuosos palacios de los emiratos del Golfo y la propia Arabia Saudí, cambiando dramáticamente y para siempre el tablero de la política y la economía mundiales.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
rCR








Volante para la caceroleada

Caceroleada por la democracia

¡Anular la ley de caducidad ya!

¡No a la prepotencia militar!

Es necesario decir basta a estos prepotentes que torturaron, mataron indefensos, violaron, secuestraron y vendieron niños y desaparecieron compañeros por cientos. NUNCA MÁS!!! Anular la ley de caducidad ya!!!
Los militares hacen una manifestación y proclaman: "¡Volveremos!" Hay un atentado explosivo contra el Museo de la Memoria. El presidente del Centro Militar declara que "la guerra continúa". Hay tres senadores del FA que se niegan a apoyar un proyecto mandatado por todas las instancias de la coalición. El Poder Ejecutivo se muestra débil frente a excesos de los mandos. El líder de la derecha manda al presidente de vacaciones. Los militares amenazan a la justicia ¿Son acaso casualidades? ¿Sucesos aislados? Estemos alertas. Sólo el poder popular se puede oponer al fascismo. Lo peor que podemos hacer es mostrar debilidad frente al monstruo. 
¡Unidad de acción frente al fascismo ya!





¡¡Caceroleada el lunes 31 de enero de 2011 a las 20:30!!



La rebelión en Egipto

La rebelión en Egipto

Hosni Mubarak es el presidente del país donde florecen los garrotes. Él ha sido considerado un escudo contra los islamistas en su propio país y en todo el Medio Oriente en general. El mundo occidental disculpa la tortura, el maltrato, la violencia sexual, la corrupción y la estafa electoral por si los islamistas llegaran a tomar el poder. El gobierno egipcio ha utilizado la detención arbitraria de opositores de forma semejante a las medidas prontas de seguridad de Pacheco Areco y luego la dictadura en Uruguay. Sin embargo, quien trate de obligar a sus compatriotas a someterse mediante el uso del látigo, debe estar preparado para sorpresas. Muchos de los torturados en la Ciudadela quedaron llenos de un deseo de venganza que lo domina todo. Uno de ellos es el médico Ayman al-Zawahiri, uno de los líderes de al-Qaida y el hombre más próximo a Osama bin Laden.


La verdad sobre Palestina y el sacudón del mundo árabe

Filtraciones de documentos palestinos colocan a la región en un modo revolucionario
Una nueva verdad nace en el mundo árabe

The Independent on Sunday

Traducción de Silvia Arana

Los Papeles Palestinos son un testimonio tan acusatorio como la Declaración Balfour. La "Autoridad" -uno tiene que usar este término entre comillas- Palestina estaba y está preparada a ceder el "regreso al retorno" de quizás siete millones de refugiados a lo que es ahora Israel por un "estado" que podría llegar a ser, cuanto mucho, sólo un 10 por ciento del Mandato Británico de Palestina.Y mientras se revelan estos temibles documentos, el pueblo egipcio pide la caída del presidente Mubarak, y los libaneses van a nombrar un primer ministro designado por Hizbollah. Rara vez ha visto el mundo árabe algo así.
Los Papeles Palestinos, para empezar, muestran con claridad que los representantes del pueblo palestino estaban dispuestos a destruir cualquier esperanza de los refugiados para retornar a su hogar.
Significa una afrenta para los palestinos enterarse de qué manera sus representantes les dieron la espalda. A la luz de los Papeles Palestinos, no hay manera de que este pueblo pueda creer en sus propios derechos.
Han visto en film y en papel que no regresarán. Pero a través del mundo árabe -y esto no significa el mundo musulmán- hay ahora una comprensión de la verdad que no había antes.
No es posible para la gente del mundo árabe el engaño interno. Las mentiras han terminado. Las palabras de los líderes -que son desafortunadamente, nuestras palabras- han caducado. Somos nosotros los que los hemos llevado a este desenlace. Somos nosotros los que les hemos contado estas mentiras. No podemos repetirlas más.
En Egipto, los británicos amábamos la democracia. Estimulamos la democracia en Egipto -hasta que los egipcios decidieron que querían terminar con la monarquía. Entonces los encarcelamos. Luego, quisimos más democracia. Fue la misma vieja historia. De la misma manera que queríamos que los palestinos disfrutaran de la democracia, siempre y cuando votaran por la gente correcta, queríamos que los egipcios amaran nuestra vida democrática. Ahora en Líbano, parece ser que la democracia libanesa tomará su lugar. Y no nos gusta.
Queremos, por supuesto, que los libaneses apoyen a la gente que nosotros queremos, los musulmanes sunitas detrás de Rafiq Hariri, cuyo asesinato- creemos como dueños de la verdad- fue orquestado por los sirios. Y ahora tenemos en las calles de Beirut la quema de autos y la violencia contra el gobierno.
Y entonces, ¿hacia dónde vamos a ir? ¿Podría ser, tal vez, que el mundo árabe va a elegir sus propios líderes? ¿Podría ser que vamos a ver un nuevo mundo árabe que no esté controlado por Occidente? Cuando Túnez anunció su independencia, la Sra. Clinton calló. Fue el excéntrico presidente de Irán el que dijo que le hacía feliz ver un país libre. ¿Por qué sucedió esto?
En Egipto, el futuro de Hosni Mubarak se ve más perturbador. Su hijo podría ser el sucesor elegido por él. Pero sólo hay un califato en el mundo árabe, y es Siria. El hijo de Hosni no es el hombre que quieren los egipcios. Es un hombre de negocios de poco peso que puede -o no- ser capaz de rescatar a Egipto de la corrupción.
El comandante de seguridad de Hosni Mubarak, un cierto Sr. Suleiman, que está muy enfermo, puede que no sea el hombre. Y mientras tanto, a través de todo el Medio Oriente, esperamos ver la caída de los amigos de EE.UU. En Egipto, el Sr. Mubarak se debe estar preguntando a dónde podrá huir. En Líbano, los amigos de EE.UU. están colapsando. Es el fin del mundo de los Demócratas en el Medio Oriente Árabe. No sabemos qué vendrá a continuación. Quizás sólo la historia pueda contestar esta pregunta.
Nota del traductor: La Declaración Balfour fue una declaración formal del gobierno británico publicada en 1917 en la que Gran Bretaña apoyaba la creación de un territorio judío en el Mandato Británico de Palestina.





Wikileaks: EEUU y la masacre israelí en Gaza

Estados Unidos fue el animador de la masacre
Los cables de WikiLeaks acerca de la carnicería israelí en Gaza




Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


CounterPunch ha tenido acceso al archivo de cables de WikiLeaks sobre el ataque de Israel a Gaza de hace dos años (Operación Plomo Fundido, 27 de diciembre de 2008 a 18 de enero de 2009). Aunque los cables hacen a menudo un refrito de las informaciones que aparecen en la prensa israelí, proporcionando escasas aportaciones sobre el ataque de Israel o la forma de planificarlo, muestran con claridad implacable que el gobierno de Estados Unidos fue poco más que criada y amanuense de la maquinaria militar israelí.Los cables dejan claro, si es que se necesitaban más revelaciones, dónde se situaban exactamente los EEUU con respecto a los ataques, no provocados, contra los palestinos y otros vecinos árabes. Aunque la Operación Plomo Fundido tuvo lugar durante los últimos días de la administración Bush, y acabó dos días antes de que Barack Obama fuera investido, cada una de las políticas de Obama de los siguientes dos años –incluido el repudio de su gobierno del Informe Goldstone, donde se detallaban las atrocidades israelíes y los crímenes de guerra durante la Operación- ha demostrado la sorprendente continuidad del apoyo prestado a las acciones israelíes.
Los cables aportan un relato notablemente parcial del asalto. Debido a que toman a diario su información fundamentalmente de los medios israelíes, los cables llevan la cuenta de los cohetes lanzados hacia Israel desde Gaza y describen dramáticamente “las muñecas quemadas y los destruidos juguetes de los niños” en una guardería desocupada de Beer Sheba alcanzada por un cohete, pero no menciona prácticamente el intensivo bombardero aéreo y artillero contra Gaza, incluida su población civil. No hay información alguna sobre los bebés palestinos calcinados y muy poca sobre las propiedades destruidas en Gaza. Incluso los medios occidentales proporcionaron una cobertura más exacta de las víctimas palestinas de la que ahí se recoge.
Los cables de la embajada de EEUU proporcionaron alguna información sobre las víctimas palestinas, pero tal información fue mínima. En un cable enterrado entre toda la colección, aproximadamente diez días después del asalto, se citan informaciones de la prensa occidental con una única información sobre 530 palestinos asesinados. Esto se produjo en un punto en el que los cables recogían la muerte de cinco israelíes. Las bajas israelíes aparecen continuamente repetidas. Eso supone más o menos una ratio de 100 a 1 palestinos muertos frente a los muertos israelíes, pero de esto no se dice nada en los cables estadounidenses. En unos pocos casos, los funcionarios consulares estadounidenses informan de los puntos de vista de unos cuantos habitantes de Gaza, trasladando con franqueza la angustia palestina, pero incluso en esta ocasión, cuando un gazatí informa de que su ciudad está siendo salvajemente atacada por el fuego israelí, los cables valoran su información refiriéndose a “lo que él denomina como ‘indiscriminado’ fuego israelí”.
Siempre que los cables mencionan que un lugar específico en Gaza ha sido atacado o destruido, incluyendo hospitales y mezquitas, repiten las afirmaciones israelíes sin cuestionarlas; por ejemplo, el 2 de enero se informó de que la Fuerza Aérea israelí había destruido una mezquita que “según diversos informes sirve como depósito de armas y centro de comunicaciones”. La embajada informa, sin un hálito de escepticismo, de la afirmación israelí a mitad de la operación de que los operativos de Hamás estaban reconstituyendo “cierto mando y capacidades de control” en el Hospital Shifa de Ciudad de Gaza disfrazándose ellos mismos de doctores y enfermeras.
El primero de esa colección de cables revela el sesgo estadounidense al informar, varios días antes de que empezara la Operación Plomo Fundido, de que en Israel había habido presiones para que se “respondiera” a los ataques de cohetes desde Gaza, “ya que Hamás anunció el 19 de diciembre el final de la ‘tahdiya’ [el acuerdo de tregua]. Todo este esfuerzo por poner la responsabilidad de las hostilidades sobre Hamás ignoraba el hecho, que no era ningún secreto para todos los que seguían la situación en aquel momento, de que era Israel quien el 4 de noviembre había violado la tregua que estaba en vigor desde el mes de junio anterior cuando lanzó una incursión, que nadie había provocado, en el interior de Gaza matando a varios palestinos. La acción de Hamás al poner fin a la tregua semanas después fue una respuesta a la violación de Israel.
La prueba más vergonzosa de la parcialidad estadounidense –y la única instancia de análisis o asesoría política en esta colección de cables- se produjo también antes de que empezara la Operación. “Nuestra recomendación”, escribe el Embajador James Cunnigham el 22 de diciembre, “es que el gobierno de Estados Unidos empiece a culpar a Hamás de la ilegitimidad de su gobierno en Gaza, de su política de lanzamiento de cohetes, de permitir que otras facciones lancen cohetes y morteros contra objetivos israelíes y de su decisión de poner fin a la ‘tahdiya’ o período de tregua”. Cunnigham parece confundir causa y efecto: incluso aunque el gobierno de Hamás fuera ilegítimo, que no lo es –Hamás fue elegido democráticamente tres años antes-, no es una presunción habitual que una ilegitimidad política justifique un ataque masivo militar. Y no lo es sobre todo porque, como EEUU debía saber, Hamás no provocó las hostilidades. Cunnigham sigue adelante recomendando apoyar “el derecho de Israel a la autodefensa”. Al parecer, Hamás no tiene tal derecho para defender a los gazatíes del ataque israelí.
La embajada pule su conciencia “haciendo hincapié en nuestra preocupación por el bienestar de los inocentes civiles palestinos y la disposición estadounidense para procurar ayuda humanitaria de emergencia”. Esta la única mención a los inocentes civiles palestinos en toda la colección de cables.
La hipocresía es flagrante. La parcialidad mostrada aquí por EEUU no es, obvia y absolutamente, un fenómeno nuevo. Pero aquí aparece expresada claramente, con puntos y comas: la diplomacia animando a la masacre y el genocidio (un término utilizado por no pocos judíos y otros comentaristas durante el ataque contra Gaza). Tales atrocidades están muy bien a los ojos de EEUU cuando es Israel quien las comete pero Hamás no debe ni atreverse a respirar.
Kathleen Christison fue analista de la CIA y es autora de varios libros sobre la situación palestina, entre ellos Palestine in Pieces, escrito junto a su difunto marido Bill Christison. Puede contactarse con ella en:
kb.christison@earthelink.net
Fuente: http://www.counterpunch.org/christison01192011.html


rCR


Los servicios de inteligencia y la laptop de Mirta Guianze


Otra vez le robaron a Guianze su laptop 



La impunidad sigue adelante.


Hoy en las primeras horas de la mañana recibimos la noticia del robo de la computadora de la fiscal Mirta Guianze.
Estaba en su casa de veraneo, durmiendo.
Entraron solo a robar la computadora nuevamente, con el material que estaba preparando sobre la causa Goyo Álvarez (el dictador), además de otros procesos en curso.


¿Qué tenemos que pensar?
No se necesita ser muy astutos para saber que los servicios siguen operando aún en “democracia”-
¿Qué medida tomará el ministerio del interior?
No es la primera vez que esto le sucede a la Fiscal Mirta Guianze.
Volvemos a repetir, desde Domingo Arena se sigue haciendo inteligencia. Aquella vez dijeron las fuentes noticiosas que les habían encontrado varios CD con información de mucha gente. ¿Eso fue verdad? ¿Y qué se hizo al respecto?
Veamos:
En anteriores notas subrayamos que la impunidad está viva, ¿es que se espera que se cometa otro delito peor?
¿Quién dirige esas operaciones?
¿Quién tiene el poder de mando hoy?
¿Ellos?, o la sociedad civilizada, Democrática y representativa?
Parece ser que el año comenzó con llamados de alerta para las organizaciones de DDHH y la sociedad toda.
¿Será que estamos muy cerca de la Verdad?
¿Será que la fiscal, jueces, militantes y organizaciones de DDHH estamos en la mira de ellos?
¿Quién tiene que responder sobre esto?
Estamos esperando una respuesta, pero ojo no queremos que se trate de delitos de pastabaseros, - no-, acá son otros los actores.
Solidaridad contundente con la fiscal Mirta Guianze.
Por Verdad y Justicia!
¡No a la impunidad!
MARTHA PASSEGGI.


China a EEUU: “No se metan con nosotros (o Irán)”

China juega la carta del euro
Mensaje “No se metan con nosotros (o Irán)”


Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens y revisado por Caty R.

Enterrado en la página 3 de la sección de negocios de The New York Times el 7 de enero apareció un confuso artículo con la información de que China se había comprometido a adquirir 6.000 millones de euros en bonos españoles. Lo que el autor no señaló fue que las consecuencias económicas y políticas de un evento semejante podrían ser bastante trascendentales.China tiene actualmente 2,7 billones [millones de millones] de dólares de reservas de divisas extranjeras, más de 900.000 millones de los cuales toman la forma de deuda del Tesoro de EE.UU. Durante años los críticos de la política monetaria de EE.UU. han argumentado que ante los bajos rendimientos de los valores del Tesoro de EE.UU. y el riesgo de una disminución precipitada del valor del dólar, China podría cancelar sus inversiones en el Tesoro de EE.UU. Otros afirman que eso no sucederá jamás porque la economía china depende tanto de sus exportaciones a EE.UU., que éstas podrían acabar si China provocara un colapso de la economía de ese país a través de sus acciones.
Mientras tanto, la Casa Blanca sigue acosando a China por su historial de derechos humanos así como por lo que EE.UU. afirma que es el valor inflado de la moneda china, el yuan. Cuando China se negó a permitir que el premio Nobel de la Paz Liu Xiaobo fuera a Oslo a recibir el galardón, China fue sometida a intensas críticas por Washington.
En una serie de recientes visitas a capitales europeas, el viceprimer ministro chino Li Keqiang prometió apoyo chino a las economías de la Unión Europea. Al comprometerse a comprar bonos por miles de millones de euros y a comprometer miles de millones más a acuerdos comerciales basados en Europa, China fortalece uno de sus otros mercados de exportación más importantes y disminuye su dependencia de EE.UU.
Es interesante que los bonos españoles sean la primera inversión gubernamental denominada en euros hecha por China. España es posiblemente el país más independiente de la UE. Su primer ministro, José Luis Rodríguez Zapatero, es el único dirigente en Europa que se atreve a mostrarse firme ante Washington, Tel Aviv, y el Vaticano. El gobierno socialista español es también actualmente el gobierno con más tendencia de izquierdas en Europa.
España tiene importantes intereses estratégicos en Latinoamérica y África, dos partes del mundo donde China quisiera expandir su influencia en su busqueda de petróleo y otros recursos naturales. Apostar  por España fue una decisión muy acertada de Pekín.
Creo que hay dos motivos por los cuales Washington no ha sucumbido a la presión israelí para destruir el programa nuclear de Irán. Primero, Rusia podría dañar severamente la economía europea, si cortara el suministro de gas natural a Europa como represalia. Segundo, China podría precipitar el colapso de la economía de EE.UU., si se alejara de los bonos del Tesoro de ese país. Al intervenir para ayudar a rescatar a la Unión Europea, China demuestra que la amenaza de cancelar sus inversiones en valores del Tesoro de EE.UU. es verosímil.
Lo único sorprendente de la acción de China en Europa es que no haya ocurrido antes. Pero el mensaje de Pekín a Washington es claro: “No se metan con nosotros, o con Irán”.
Thomas H. Naylor es profesor emérito de economía en la Universidad Duke. Es coautor de Downsizing the U.S.A. y de The Abandoned Generation: Rethinking Higher Education y cofundador del Middlebury Institute.
Fuente: http://www.counterpunch.org/naylor01142011.html




El fascismo creciente y el odio en EEUU

Maestros del odio listos para apretar el gatillo

Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens y revisado por Caty R.

Hay una conexión espeluznante y directa entre la retórica del odio que llega a extremos de frenesí en EE.UU., el ataque contra la congresista de Arizona Gabrielle Giffords, los llamados a eliminar al fundador de WikiLeaks Julian Assange y el noveno aniversario de la infame instalación del campo de prisioneros de EE.UU. en Guantánamo, Cuba. Esta inquietante conexión debería producir escalofríos a todo el que se preocupe, aunque sea remotamente, por los derechos humanos. Sin embargo no es así. Por lo menos no en EE.UU.
Assange volverá ante el tribunal en Londres el 7 de febrero para una audiencia de dos días completos sobre su posible extradición a Suecia, en relación con el ultra tenebroso caso de supuestos condones rotos y “sexo por sorpresa”, con la participación conjunta de dos grupis de Assange en el bochornoso Estocolmo de agosto pasado.
Los abogados de Assange no perdieron tiempo en llegar al centro del problema: si lo extraditan a Suecia, el gobierno estadounidense hará todo lo posible por extraditarlo a EE.UU. Assange podría entonces enfrentarse a la pena de muerte, o a su mellizo de la “guerra contra el terror”: languidecer eternamente en el limbo legal de Guantánamo. Para EE.UU. el hecho de que haya tratados que prohíben la extradición bajo esas condiciones es un detalle que carece de importancia.
Almas ingenuas y bienintencionadas recordarán que el presidente estadounidense Barack Obama prometió cerrar Guantánamo. Eso no sucederá. El Congreso de EE.UU. destruirá toda posibilidad de transferir “combatientes enemigos” a EE.UU. continental para someterlos a un juicio normal. La Casa Blanca está a punto de condenar por lo menos a 40 de esos prisioneros a Guantánamo para siempre, sin acusación formal, sin juicio, sólo un vacío legal oculto. Y Bagram, en Afganistán, seguirá el mismo camino. Olvidad la constitución de EE.UU. y el derecho internacional.
Los derechos humanos deben ser una parte crucial en la estrategia de defensa de siete puntos de Assange, ya que una posible extradición viola el Artículo 3 de la Convención Europea de los Derechos Humanos. Por lo tanto el equipo legal de Assange, en el resumen básico de 35 páginas de su estrategia, tiene que subrayar la posibilidad concreta de que Assange sea sometido a una entrega ilegal y del “riesgo real de que pueda sufrir la pena de muerte. Es bien sabido que personalidades destacadas han dado a entender, cuando no lo han dicho directamente, que el señor Assange debería ser ejecutado.”
Y para insistir ante la opinión pública global, WikiLeaks publicó un comunicado de prensa en el que traza el inevitable paralelo entre la retórica de “eliminad a Assange” (la ex gobernadora de Alaska Sarah Palin diría “carguen” y luego disparen) y la narrativa derechista generalizada de maestros del odio estadounidense que culminó, por ahora, en el atentado contra Giffords. Menciona que Palin instó al gobierno de Obama a “cazar al jefe de WikiLeaks como a los talibanes”.
El futuro augura una radicalización, ya que el odio se encona en una configuración brevemente descrita por el propio Assange como “orwelliana”. En la medida en que los ataques contra WikiLeaks nunca han sido más fuertes, lo mismo ha ocurrido con el apoyo global. Y eso nos es todo. Sólo 2.017 cables diplomáticos de EE.UU. se han publicado hasta ahora (al mismo ritmo no se publicará todo antes del final de la década). Bank of America es el próximo mega-objetivo. Y todavía quedan las joyas sobre China, las Naciones Unidas y, sí, Guantánamo.
Aunque la colaboración entre WikiLeaks y algunos medios globales parece que ha llegado a un punto de equilibrio, en términos periodísticos es probable que se siga desencadenando una guerra entre los que defienden a los medios como –el término lo describe– instituciones mediadoras y los que apoyan los valores característicos de WikiLeaks de descargar trocitos de realidad con una intervención mínima. Aunque nada es mejor que la información en estado puro, son esenciales una cierta edición y contextualización. El público lector tiene que comparar las versiones originales con las filtradas.
Mucho más preocupante es el hecho de que el punto crucial de WikiLeaks –si los políticos y las personalidades en los medios en EE.UU. promueven el homicidio debieran ser procesados por haberlo hecho– no resuene en EE.UU. tanto como en el resto del mundo. Inevitablemente, como argumenta WikiLeaks, si se sigue estigmatizando al grupo como una especie de nuevo al-Qaida, es probable que ocurran otras tragedias similares a la de Tucson, Arizona.
No hay evidencia de que los promotores estadounidenses del odio, que enconan el pantano entrecruzado de la política y de los talk shows, vayan a recibir su castigo. No hay evidencia de que los dirigentes del partido republicano vayan a adoptar públicamente una posición contra la retórica de “eliminar”. La masacre de Arizona que acabó con seis personas e hirió a otras 14 ya está descartada en su conjunto en los círculos derechistas, como un acto aislado típico del típico solitario desequilibrado.
Por lo tanto no hay evidencia de que la carrera gráfica, endémica y acelerada hacia el fascismo de la sociedad estadounidense se vaya a encarar seriamente. Todos los que ansían un debate sereno y racional en la política estadounidense que abandonen toda esperanza. Es un asunto lamentable, predicho por el pensador político e historiador francés Alexis de Tocqueville hace más de un siglo y medio, en La democracia en América.
Hoy es Giffords. Mañana podría ser Assange. Pero el verdadero objetivo somos todos nosotros.
Pepe Escobar es autor de “Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War” (Nimble Books, 2007) y “Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge”. Su último libro es “Obama does Globalistan” (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en:pepeasia@yahoo.com.
(Copyright 2011 Asia Times Online (Holdings) Ltd. All rights reserved.
Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/MA13Ak03.html




El autobombo de las fuerzas armadas yanquis

EE.UU. es el número uno en el autobombo
Combatientes por la libertad de un imperio que se desvanece

Tom Dispatch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Introducción del editor de Tom Dispatch
¿Podéis creer que, en ciertos círculos, el apoyo a la obesidad se está convirtiendo en un derecho básico estadounidense (como en “la libertad para ser…”) y en una posición política? Como diversos vulgares disc jockeys en la radio y la televisión, Sarah Palin ha estado atacando la iniciativa contra la obesidad de Michelle Obama como otro ejemplo del “Estado paternalista enloquecido”, (¡Basta para hacer que uno hiperventile en el sofá mientras mira reediciones de Law and Order!) Mientras tanto, el gobernador de Pensilvania, Ed Rendell, embiste contra la Liga Nacional de Fútbol por haber postergado un juego entre Filadelfia y Minnesota debido a una inminente tempestad de nieve. “Nos estamos convirtiendo en una nación de debiluchos”, vociferó. (¡Basta para hacer que uno escriba y twittee una tempestad desde ese mismo sofá!)
Surge una pregunta: ¿No tienen nada mejor que hacer? Quiero decir, ¿no hay unos pocos problemas más agudos en nuestro mundo estadounidense, como la decadencia y el derrumbe de casi todo? Tomemos las fuerzas armadas de EE.UU., sobre las cuales –como señala el colaborador regular de Tom Dispatch y teniente coronel retirado William Astore– los presidentes estadounidenses (y el resto de nuestra hueste política) nunca pueden encontrar suficientes cosas hiperbólicamente elogiosas que decir. Bueno, se supone que los malos tiempos son buenos para el reclutamiento militar. Pero incluso si una inundación de gays y lesbianas se alistara en cuantoDo ask, I'll tell se convierta en política oficial, hay otros impedimentos a largo plazo para producir una fuerza combatiente efectiva.
En abril de 2010, por ejemplo, un grupo de altos mandos retirados y otros publicaron un informe en el que afirman que un 27% de los estadounidenses entre 17 y 24 años están “demasiado gordos para combatir”. “En sólo 10 años, la cantidad de Estados que informan de que un 40% de sus jóvenes entre 18 y 24 son obesos o tienen sobrepeso aumentó de uno [Kentucky] a 39.” Pero no es motivo suficiente para concentrarse en eso. Después de todo, fue el año pasado.
Precisamente cuando terminó el año, sin embargo, la Fundación para la Educación publicó un informe que indica que cerca de un cuarto de todos los postulantes a las Fuerzas Armadas, a pesar de tener un diploma secundario, no logran pasar el examen de ingreso. No hablamos de Becas Rhodes, sino de no tener “las capacidades de lectura, matemáticas, ciencia y solución de problema” para convertirse en un soldado genuino del ejército de EE.UU. Hablamos de algo básico que, según el portavoz de la Fundación para la Educación, “hace que también sea probable que los hombres y mujeres que no pasan esa prueba [tampoco] estén preparados para la fuerza laboral civil.”
El mes pasado, como para subrayar la seriedad del problema, los estudiantes de Shanghai se calificaron en el número uno del Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes, una prueba muy respetada de lectura, ciencias y matemáticas hecha a estudiantes de 15 años en 65 países. Los estudiantes estadounidenses quedaron en un glorioso puesto 17 en lectura, 23 en matemáticas y 31 en ciencias. En su artículo de hoy, Astore pregunta si las fuerzas armadas de EE.UU. son realmente “la mejor fuerza combatiente de la historia del mundo”. Luego hay otra pregunta: ¿Es posible, en nuestros días, que alguien pueda llamar a EE.UU. la mejor nación del mundo y mantener una cara seria? ¿La más gorda? Tal vez, aunque algunas islas del Pacífico nos superan en ese honor. ¿La menos educada? Todavía no, pero vamos por ese camino. Tal vez sea hora de que el Congreso lance un Programa de Ninguna-Nación-Quede-Atrás para nosotros. Piensa en ello mientras te comes esos s’mores [emparedado de galletas, chocolate y caramelos] que promueve Sarah Palin. Tom
 Veterano de guerra contra la guerra
Combatientes por la libertad de un imperio que se desvanece
EE.UU. es el número uno del autobombo
William Astore
Las palabras importan, como dijo el candidato Barack Obama en la campaña electoral de 2008. ¿Cómo hemos entender, entonces, las palabras de aliento del presidente Obama durante el pasado mes a los soldados de EE.UU. en Afganistán alabándolos como “la mejor fuerza combatiente que el mundo ha conocido”? Ciertamente sabía que esas palabras resonarían estupendamente, tanto frente a los soldados como ante la gente en sus casa.
En realidad ese tipo de descripción de los militares de EE.UU. se ha convertido en algo parecido a un deber para los presidentes estadounidenses. El predecesor de Obama, George W. Bush, por ejemplo, alardeó de esos militares alternativamente como “la mayor fuerza por la libertad en la historia del mundo” y “la mayor fuerza por la liberación humana que el mundo ha conocido”. Declaraciones hiperbólicas y autobombo, desde luego, pero indudablemente sinceras, que reflejan un sentido estadounidense de excepcionalidad que se ajusta mal al mundo cada vez más interconectado del Siglo XXI.
Soy oficial retirado de la Fuerza Aérea de EE.UU. e historiador y profesor de historia militar. Mi parte intelectual simpatiza con el sentimiento de nuestros soldados como combatientes sin igual y liberadores desinteresados, pero el historiador que hay en mí disiente.
Comencemos con la parte combatiente de la ecuación. ¿Somos verdaderamente la más grandiosa fuerza combatiente del mundo, no sólo en este momento, sino en comparación con todas las fuerzas armadas a lo largo de la historia? Si fuera así, ¿en qué se basa esa afirmación? ¿Y qué sugiere esa retórica triunfalista no sólo respecto a nuestro narcisismo nacional, sino sobre las prioridades de Washington? Hay que considerar que ningún político dirigente de EE.UU. piensa en alardear de que tengamos el mejor sistema educacional o sistema de atención sanitaria o políticas medioambientales “que el mundo haya conocido”.
Medidas en términos de puro poder destructivo, y en nuestra capacidad de proyectar ese poder en todo el globo, las fuerzas armadas de EE.UU. son ciertamente la “mejor” fuerza de combate. Nuestro arsenal nuclear sigue siendo insuperable. Nuestras fuerzas aéreas dominan los cielos (incluyendo las fuerzas de los portaaviones, la armada de helicópteros artillados del ejército, y la flota de drones de la CIA que libra una guerra “secreta” en Pakistán). Nuestra Armada (“una fuerza global por el bien”, según su nueva consigna) controla los mares, todavía más que Gran Bretaña hace un siglo. Y evidentemente tenemos que controlar los cielos y los mares, considerando el billón [millón de millones] de dólares que gastamos cada año para lograr nuestra visión de “dominación de espectro completo”.
Pero esa impresionante capacidad de ejercer “alcance global, poder global” no llega a convertirnos en la mejor fuerza militar de todos los tiempos. Después de todo, “la mejor” no debiera ser medida sólo por su fuerza y su alcance. Primero y ante todo, por cierto, los resultados favorables deben ser comparados con la calidad de los oponentes en cuestión. Para utilizar una analogía deportiva, no llamaríamos a los Pittsburgh Steelers “el mejor equipo en la historia de la NFL” simplemente porque aniquilaron a Penn State en el football. De la misma manera, no podemos medir el éxito de las fuerzas armadas sólo en términos de “victorias” sorprendentemente rápidas (aunque sean cada vez más costosas y en última instancia, funestas) sobre los talibanes en el año 2001 o sobre las fuerzas iraquíes de Sadam Hussein en 2003.
Para llevar un poco más lejos la analogía con el football, se podría preguntar cuándo nuestra “mejor fuerza combatiente” tuvo su última victoria en el Super Bowl. Ciertamente, 1918 y 1945 (Primera y Segunda Guerra Mundial) se califican como victorias semejantes, aunque hayan formado parte de coaliciones más amplias; 1953 (Corea) llevó a un punto muerto frustrante; 1973 (Vietnam) fue una derrota desmoralizadora; 1991 (Tormenta del Desierto en Iraq) fue una victoria claramente defectuosa; y actos como en Granada, Panamá o Serbia fueron más parecidos a escaramuzas. Es posible que nuestra mayor victoria, la Guerra Fría, haya sido lograda menos mediante medios militares que con poder económico y experiencia tecnológica.
Dicho sin rodeos: los soldados de EE.UU. son profesionales tenaces e inflexibles, ¿pero la mejor fuerza combatiente de todos los tiempos? Perdone ¡señor!, no ¡señor!
¡Somos número uno!
A menudo parecería que los estadounidenses viven en un ahora eterno, lo que hace más fácil que se pueda alardear de que nuestras fuerzas armadas son las mejores de todos los tiempos. La mayoría de los historiadores, sin embargo, no están tan atados a la retórica nacionalista o al presente incesante. Si me dijeran que identificara a la mejor fuerza combatiente en la historia, mi reacción –y no creo que esté solo en ello– tendría que preferir a pueblos e imperios que existieron sólo para la guerra.
Vienen de inmediato a la mente algunos ejemplos: los asirios, los espartanos, los romanos, los vikingos, los mongoles, y los nazis. Esos pueblos colocaron a sus respectivas fuerzas armadas y sus hazañas por sobre todo lo demás. No es sorprendente que hayan sido sanguinarios e implacables. La ambición ilimitada por objetivos imperiales los condujo a menudo a notables hechos de armas a un precio desmesurado y a veces difícil de sustentar. Sí, los espartanos derrotaron a los atenienses, pero esa lucha mutuamente mortífera abrió el camino para la desaparición de las ciudades Estado independientes griegas a manos de Felipe de Macedonia y su hijo, Alejandro (que pronto fue conocido como “Magno”.
Sí, los romanos conquistaron un imperio, pero uno de sus propios historiadores, Tácito, puso en boca de un jefe celta esta descripción de lo que significaba ser beneficiario de la “liberación” romana:
“No se puede escapar a la tiranía de los romanos mediante algún acto de sumisión razonable. Esos bandidos del mundo han agotado la tierra con su rapacidad, de manera que ahora saquean el mar. Cuando su enemigo es rico, ansían riqueza; cuando su enemigo es pobre, ansían poder. Ni Este ni Oeste han satisfecho su hambre. Son únicos en la humanidad en la medida en que codician por igual a ricos y pobres. A la rapiña, el asesinato y el robo los llaman por mal nombre gobernar y dónde crean un desierto, lo llaman paz.”
Hablemos de amor cruel
Indudablemente los romanos cuentan como candidatos para “los mejores militares” de todos los tiempos. Conquistaron a muchos pueblos, se expandieron lejos, y controlaron vastas áreas del Mediterráneo, Norte de África, y lo que llegó a ser Europa, mientras sus legiones marchaban durante siglos, a menudo hacia la victoria (para no hablar de saqueos). No obstante, es seguro que la medalla de oro para el mayor imperio terrestre de la historia –y la mejor fuerza combatiente de todos los tiempos– corresponde a los mongoles del Siglo XIII.
Dirigidos por Genghis Khan y sus sucesores, los jinetes mongoles conquistaron China y el mundo islámico –las dos civilizaciones más poderosas y sofisticadas de esos tiempos– y también ejercieron control sobre Rusia durante dos siglos y medio. Y gracias a una combinación de excelencia militar, ingeniosas estratagemas, rapidez a pie (y más importante, a caballo), flexibilidad, y cuando era necesario, extrema ferocidad, hicieron todo esto mientras generalmente eran excedidos en número por sus enemigos.
Sin embargo, incluso el poder de combate de las mejores fuerzas armadas aumentó en intensidad y se desvaneció, en parte según la calidad de sus dirigentes. Los macedonios florecieron bajo Felipe y Alejandro. Galia no fue conquistada simplemente por Roma, sino por Julio César. Los mongoles se mataban entre ellos hasta que Genghis Khan los unificó en una máquina militar incontenible que cubrió todo un continente. El pueblo revolucionario de Francia en su famosa levée en masse tuvo fervor marcial, pero sólo Napoleón le dio dirección. Las mejores fuerzas combatientes de la historia están estrechamente asociadas con los principales comandantes de la historia.
Hay que comparar eso con las fuerzas armadas estadounidenses de la actualidad. El general David Petraeus es ciertamente un oficial exitoso que muestra una envidiable maestría del detalle y un poderoso sentido político de cómo manejar a Washington, ¿pero es un Genghis Khan? ¿Un Alejandro? ¿Un César? Incluso “Rey David”, como ha sido llamado tanto por sus admiradores como por más de unos pocos detractores, podría sonrojarse ante semejantes comparaciones. Después de todo, a la cabeza de la fuerza más poderosamente destructiva en Medio Oriente, y después en Asia Central, no logró victorias totales ni conquistó nada. Todavía puede suceder que su triunfo en Iraq en 2006-2007 resulte haber sido más “confeccionado” que convincente.
 
En cuanto a nuestras fuerzas armadas, aunque la mayoría de los estadounidenses no lo sabe, existe mucha crítica dentro de los círculos militares de EE.UU. contra un cuerpo de oficiales de “mandamases deslucidos” cuyo profesionalismo es deficiente; de generales más preocupados de proteger sus traseros que de dirigir desde el frente; de instrucción en las academias militares divorciada de las realidades de la guerra; de una aversión “a la innovación o creatividad… [que conduce a] una atmósfera de “anti-intelectualismo” que debilita la estrategia y hace picadillo de los esfuerzos de contrainsurgencia. Por cierto, la crítica acerba de sí misma es una de las pocas señales positivas en una fuerza combatiente que de otra manera está sobre-extendida, profundamente frustrada, y ridículamente alabada en exceso por políticos prosternados.
Por lo tanto, lo siento, presidente Obama. Si quiere dirigirse a la mejor fuerza combatiente que el mundo haya conocido, necesitará una máquina del tiempo, no [su avión] Air Force One. Tendrá que quitarse su chaqueta de vuelo de cuero suministrada por la Fuerza Aérea y colocarse una armadura mongol. Y al hacerlo, tendrá que abrazar actitudes mentales y un modo de vida terriblemente incompatible con la democracia y los derechos de la humanidad tal como los entendemos actualmente. Porque es el precio que se paga para crear una fuerza combatiente sin igual – y un motivo por el cual nuestros políticos deberían dejar de insistir en que la poseemos.
“La mayor fuerza por la liberación humana”
Hace dos siglos, Napoleón condujo a sus ejércitos fuera de Francia y llevó “libertad, igualdad, y fraternidad” a gran parte del resto de la Europa del antiguo régimen – pero bajo sus condiciones y a través del cañón de un mosquete. Su invasión de España, por ejemplo, fue vista como cualquier cosa, pero no como una “liberación”, por los españoles que lanzaron una feroz campaña de guerrillas contra los ocupantes franceses que agotó la fuerza del imperio de Napoleón y la que era generalmente considerada como la mejor fuerza combatiente de su época. La ayuda británica a la insurgencia ayudó a asegurar que esa campaña se convirtiera en la “úlcera española” de Napoleón.
El “Pequeño Cabo” terminó por decidirse a atacar indirectamente a los británicos invadiendo Rusia, que se negaba a imponer el así llamado bloqueo continental de Francia. Mientras el ejército de Napoleón se desangraba o congelaba en las nieves de un invierno ruso, prusianos y austríacos encontraron nuevos motivos para rechazar la “fraternidad” francesa. Dentro de años, el imperio de Napoleón fue derribado y destruido, una suerte compartida por su líder, enviado al ignominioso exilio en la isla Santa Elena.
Como las entusiastas tropas de Napoleón, los militares estadounidenses también piensan que están involucrados en una misión para difundir la democracia y la libertad. Afganos e iraquíes, sin embargo, han mostrado que están aún menos ansiosos de ser “liberados” a punto de cañón [o de misil “Hellfire”) que los españoles de hace dos siglos, incluso si los liberadores llegan con regalos, que en los términos actuales significan la promesa de carreteras, puestos de trabajo, y de “reconstrucción”, o incluso de paletas repletas de dinero.
Nos cuesta, a los estadounidenses, imaginarnos como otra cosa que liberadores bien intencionados porque creemos nuestros propios comunicados de prensa. Como dice el periodista Nir Rosen: “Existe… un profundo sentido entre la gente en el mundo político [estadounidense], en las fuerzas armadas, de que somos los buenos. Simplemente dan por seguro que lo que hacemos tiene que ser correcto porque somos nosotros los que lo hacemos. Somos el país excepcional, la nación esencial, y nuestro papel, nuestra intervención, nuestra presencia, es una cosa benigna y benéfica.”
Al informar sobre nuestras guerras en Iraq y Afganistán, Rosen y otros han presentado pruebas irrefutables, para los que se interesen por considerarlas, de que nuestras intervenciones en el extranjero han sido cualquier cosa pero no benignas ni benéficas, y menos aún liberadoras. Nuestra invasión de Iraq allanó el camino para una guerra civil y el caos. Para muchos iraquíes de a pie, cuando la intervención estadounidense no produjo muerte, destrucción, desplazamiento, y exilio, generó “profunda humillación y perturbación” así como constante miedo, una situación que, como señala Rosen, es “dolorosa, humillante y temible”.
Rosen señala que en Afganistán, la mayoría de los aldeanos ven que nuestros soldados hacen causa común con un gobierno despreciado y depredador. Inmensas infusiones de dólares estadounidenses, mientras tanto, raramente llegan al ámbito de la aldea sino, en lugar de llegar, promueven los intereses de señores de la guerra afganos y negocios extranjeros. No es sorprendente que, más de nueve años después, la mayoría de los afganos diga que quieren ser liberados de nosotros.
Si las fuerzas armadas de EE.UU. no son “la mayor fuerza por la liberación humana” en toda la historia, ¿quiénes lo serán? Es revelador que sea mucho más fácil identificar a la mejor fuerza combatiente de la historia. Si me presionan, sin embargo, destacaría las ideas e ideales de dignidad humana, de igualdad ante la ley, del valor fundamental de cada y todo individuo, como la mayor fuerza por la liberación humana. Ideales semejantes son compartidos por muchos pueblos. A veces podrán ser defendidos mediante la espada, pero fueron inscritos por las plumas de grandes moralistas y pensadores del pasado colectivo de la humanidad. En este sentido, cuando hablamos del progreso de la libertad, la pluma ha sido evidentemente más poderosa que la espada.
Combatientes por la libertad de un imperio mortecino
El historiador John Lukacs lo señaló: “Hay muchas cosas equivocadas en la idea internacionalista de Hacer el Mundo Seguro para la Democracia, y una de ellas es que no es tan diferente de la idea nacionalista de que Lo que es Bueno para EE.UU. es Bueno para el Mundo.”
En nuestro mundo posterior al 11-S, sea cual sea nuestra retórica sobre la democratización del planeta, nuestras ambiciones son guiadas por el objetivo aparentemente obstinado de proteger a los estadounidenses contra el terrorismo. Sin embargo, una guerra global contra el terrorismo ha resultado ser cualquier cosa pero no consecuente con la expansión de la libertad en el interior o en el extranjero. Por cierto, la narrativa seductora y autocomplaciente de nuestras tropas como liberadores desinteresados y los mejores combatientes por la libertad que existan nos ciega en realidad ante nuestros métodos violentos en países lejanos, incluso mientras nos distancia de los costes humanos de nuestras políticas imperiales.
Aunque oficialmente tratamos de extinguir a los terroristas, nuestras acciones en el extranjero sirven de obvios aceleradores del terror. Para comprender el por qué, hay que preguntarse ¿cuán reconfortado se sentiría uno si “liberadores” militares extranjeros rompieran su puerta a patadas, gritaran órdenes en un lenguaje que no se comprende, confiscaran sus armas, arrastraran esposados y encapuchados a su padre, sus hermanos e hijos a sitios desconocidos, todo en nombre de operaciones “contra el terror”? ¿Cuán reconfortado te sentirías si drones piloteados por control remoto volaran constantemente en lo alto, prestos para lanzar misiles Hellfire contra “objetivos oportunos” terroristas en tu vecindario?
Más vale no considerar realidades tan duras. Más vale elogiar a nuestros soldados como si fueran otros tantos Mahatma Gandhi, otros tantos combatientes por la libertad. Más vale elogiarlos como si fueran otros tantos Genghis Khan, otros tantos guerreros insuperables.
En tiempos de temor de decadencia nacional, nuestros dirigentes prescriben indudablemente acción militar en parte para reconfortarnos (y reconfortarse) y restaurar nuestro sentido de potencia y orgullo. Al hacerlo, violan la famosa frase asociada desde hace tiempo con el juramento hipocrático: Lo primero es no hacer daño.
………..
William J. Astore es teniente coronel en retiro (Fuerzas Armadas de EE.UU.), que colabora habitualmente con TomDispatch. Ha dado clases en la Academia de la Fuerza Aérea y en la Escuela de Posgraduados Navales, y en la actualidad enseña Historia en la Facultad de Tecnología de Pensilvania. Puede contactarse con él en: wjastore@gmail.com
Copyright 2011 William J. Astore
Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/175337/tomgram%3A_william_astore%2C_we%27re_number_one_%28in_self-promotion%29/#more



Cae la pobreza, aumenta la desigualdad

URUGUAY-Economía-Pobreza siguió cayendo pese a la crisis, pero creció la desigualdad


LAS PERSONAS QUE PERTENECEN A HOGARES CUYO INGRESO NO SATISFACE LAS NECESIDADES BÁSICAS SON EL 20,9% DE LA POBLACIÓN    


Pobreza siguió cayendo pese a la crisis, pero creció la desigualdad

Unas 48 mil personas dejaron de ser pobres y 13 mil abandonaron la indigencia durante 2009. Si bien se desaceleró el ritmo en el descenso del indicador, mejoró la situación de la infancia      
Durante el último año, Uruguay logró reducir la pobreza y la indigencia, pero en materia de distribución el país profundizó la brecha entre los más ricos y los que menos tienen. Si bien la crisis internacional no revirtió el proceso de mejora de los indicadores sociales de los últimos años, se desaceleró la reducción en los índices de pobreza e indigencia, y afectó de forma negativa la distribución del ingreso.
Según los datos difundidos ayer por el Instituto Nacional de Estadística (INE) a partir de la implementación de una nueva metodología de análisis, en el último año 47.700 uruguayos que en 2008 se encontraban en situación de pobreza, lograron acceder a un nivel de ingresos suficiente para satisfacer sus necesidades básicas. En tanto, 13.200 abandonaron su condición de indigentes.

Aun así, uno de cada cinco uruguayos –20,9% de la población total– todavía posee un nivel de ingresos por debajo de la línea de pobreza e incluso, 1,6% carece del mínimo de ingresos para satisfacer de manera básica sus necesidades alimenticias.

El indicador de pobreza se redujo en 1,5 puntos por debajo de los registros del año anterior, mientras que la desigualdad cayó cuatro décimas porcentuales.

En ambos casos, la reducción fue más moderada que en 2008, cuando la aplicación de una serie de programas sociales –extensión del Fondo Nacional de Salud (Fonasa) a menores de 18 años y ampliación de las Asignaciones Familiares, entre otros– permitió reducir de 30,5% a 22,4% la población con ingresos por debajo de la línea de pobreza, y de 3,2% a 2% la indigencia.

Niños carenciados. Si bien los datos existentes sobre la incidencia de la pobreza en los distintos tramos de edades corresponden a metodologías de análisis diferentes, llama la atención que la mejora de los indicadores sociales en el último año se haya dado únicamente en niños menores de 12 años.

De todas maneras, la infantilización de la pobreza sigue siendo un problema a nivel local, puesto que 37,8% de los niños menores de 6 años vive en hogares cuyos ingresos no alcanzan para satisfacer sus necesidades básicas.

En Montevideo, la incidencia de la pobreza en el tramo de edad inicial alcanza a 44,1% y llega a 43,7% en los niños de entre 6 y 12 años.

A partir de los 18 años, el nivel de pobreza es más bajo que en el conjunto de la población, que alcanzó su menor nivel en los mayores de 65 años, donde solo 7,4% padece una condición de pobreza.

Desigualdad. La brecha entre los hogares de menores y mayores ingresos se amplió durante el último año, desandando parte del camino recorrido hacia la equidad durante las cuatro mediciones anteriores.

El Índice de Gini, que evalúa qué tan desigual es el reparto de la riqueza en un país, se redujo de 0,46 a 0,432 entre 2004 y 2009.

El indicador se fija en función de una escala de 0 a 1, donde el 1 representa la mayor desigualdad posible –el reparto de la riqueza donde una única familia concentra 100% de los ingresos del país–, y cero la igualdad absoluta en los términos de distribución del ingreso generado (un reparto equitativo para cada hogar).
------------------------------------------------------------------------
Los que más tienen y los que menos    
Desigualdad. La brecha en el ingreso del 10% de la población más rica respecto a la más pobre se hizo más grande en el último año. La familia promedio perteneciente al decil de menores ingresos percibió en 2009 un ingreso per cápita de $ 1.343, mientras que los hogares más ricos perciben $ 36.650 por cada integrante.
Brecha.
El 10% más rico de los hogares recibe por mes 16,6 veces más ingresos que el 10% más pobre. Esa relación se hizo más amplia que en 2008, cuando alcanzó un mínimo de 15,7 veces.
---------------------
Cifras

$ 18.242
Ingreso medio de hogares
En promedio, los hogares uruguayos registraron un ingreso de 18.242.

$ 6.111
Ingreso de hogares pobres

Las familias en situación de pobreza recibieron, en promedio, un ingreso de $ 6.111 durante 2009.
-------------
ANÁLISIS
Las dificultades de incidir en el Índice Gini
La distribución del ingreso es el resultado de la interacción económica que no es fácil de modificarNELSON FERNÁNDEZ
  
En un país en el que se hizo un plebiscito para aprobar una enmienda constitucional que dejara fijo, inamovible por ley, un porcentaje asignado al presupuesto de la enseñanza estatal, llama la atención que no se hayan juntado firmas para impulsar una reforma que establezca en la Constitución un mínimo para el Índice de Gini.
Ese indicador, creado por el estadígrafo italiano Corrado Gini, es el que mide la distribución del ingreso entre personas y familias de un país. Dicho coeficiente varía entre 0 y 1, y cuanto menor sea, significa que hay una distribución del ingreso más equitativa y cuanto mayor, o sea más cerca de 1, quiere decir que está más concentrada en menos familias. Según lo divulgado ayer por el INE, Uruguay tiene un Índice de Gini de 0,432, lo que indica que volvió a empeorar, pese a que fue el último año de un gobierno que puso el acento en la mejor distribución del ingreso (“que pague más el que gana más …”).

Comparado con países de la región, Uruguay tiene una sociedad más integrada en materia de ingresos, pero igual sigue lejos de los países con distribución más igualitaria. Un historiador económico bromeó tiempo atrás sobre la conveniencia de hacer un plebiscito que fijara la exigencia constitucional de un índice de Gini en 0,30. Pero aunque no estuviera esa obligación, un gobierno podría fijarse ese número como meta para lograr mediante políticas económicas y sociales.

El Frente Amplio llegó al gobierno con el objetivo de mejorar la distribución del ingreso. Y en el gobierno comprobó que eso es más difícil de lo que creía.

En un quinquenio de inusual bonanza económica, mejoró la calidad de vida de los uruguayos, bajó la indigencia y la pobreza. Pero la distribución del ingreso no cambió mucho (la mejora estuvo más ligada a la reforma de la salud que a otros impactos políticos).

Es fácil reclamar o exigir distribución más equitativa, pero es difícil concretarla.