Egipto
El golpe contra el pueblo

¿Hubo o no un golpe de Estado en Egipto?

Aun cuando la Constitución egipcia estipula que al producirse la renuncia del Presidente de ese país lo sucedería, de forma inmediata, el Presidente del Parlamento o, en su defecto, el Presidente del Corte Suprema de Justicia, y que el nuevo gobierno de transición debería llamar a unas elecciones presidenciales en un lapso de 60 días, como sabemos, esto no ocurrió así. Pues fue el propio Mubarak quien rompió nuevamente con el orden constitucional y cedió el poder al Estado Mayor de las fuerzas armadas. Este último, a vez, suspende la mil veces violentada Constitución de ese país y establece realizar nuevas las elecciones generales, presidenciales y parlamentarias, en un lapso de 6 meses, al tiempo que anunciaba la disolución de las dos Cámaras del Parlamento apenas renovadas unos meses atrás, en diciembre pasado, bajo grandes denuncias de fraudes electorales hechas por la oposición. Cerca del 94% de la población votante egipcia se abstuvo de participar en esas amañadas elecciones parlamentarias, lo que las hacía completamente nulas.
Otra medida tomada por el Estado Mayor fue el establecimiento de un panel o comité para redactar enmiendas a la Constitución de forma que permita eliminar las restricciones establecidas a los candidatos presidenciales, la misma ayudará también a fijar las reglas que regularán el correspondiente referéndum a la futura propuesta de enmienda. En el plano internacional, el Estado Mayor se comprometió a respetar todos los acuerdos y tratados internacionales suscritos por el país, en especial lo referente al infame acuerdo de paz firmado con Israel en 1978. También ratificó a Ahmed Shafik como Primer Ministro para el periodo de transición y a todas las autoridades nacionales y locales.

¿Quien es el nuevo Presidente de la transición en Egipto?
El Ministro de Defensa y jefe del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas Egipcias, Mohamed Huisein Tantaui es hoy quien dirige la junta militar de transición. Fue Comandante Presidencial y Director de la Autoridad de Operaciones de las Fuerzas Armadas, así como Ministro de Defensa de este país. En enero pasado, cuando se inician las protestas en Egipto, la cadena de noticias Al Jazeera anunciaba el viaje del Ministro de Defensa egipcio a Washington. No se filtró más información al respecto. Después de su regreso a El Cairo, el 31 de enero de 2011, extrañamente fue ascendido al rango de Viceprimer ministro, conservando la cartera de Defensa.
A partir del nombramiento de Tantaui como Viceprimer ministro, el Alto Mando Militar declaró mediante un comunicado que apoyaba las “reivindicaciones legitimas del pueblo” y los llamaba a regresar a sus casas, el propio Tantaui expresó “El estado de Emergencia se levantará tan pronto como terminen las actuales circunstancias” para ello debían regresar a sus casas.
¿Entonces qué sucedió?
El día 8 de febrero, el recién nombrado Vicepresidente Omar Suleimán, convocó una mesa de diálogo con los representantes de la oposición y expresó en los medios que la crisis debía terminar tan pronto como fuese posible, destacando que la alternativa al diálogo era un “golpe de Estado”. El día 11 de febrero las “predicciones” y advertencias de Suleimán se cumplieron. Mubarak transfiere el poder al Alto Consejo Militar. Una vez tomado el control, el Alto Mando Militar, a través de un comunicado público, declaró que no levantaría la Ley de Emergencia hasta que se superen las “actuales circunstancias imperantes”. En otras palabras, hasta que el pueblo egipcio dejara de salir a las calles y manifestarse para exigir más reivindicaciones políticas. Aunque el Estado de Derecho en Egipto no existía desde hacía más de 30 años y la Constitución y las leyes sólo se utilizaban como excusa para justificar la represión contra el pueblo egipcio, con la transferencia del poder al Alto Mando Militar se pretendió dar un nuevo olpe de Estado a la rebelión y exigencias del pueblo.
Es evidente que la nueva Junta Militar se instala con la intención de excluir cualquier elemento que pueda perturbar el actual orden político-económico de defensa de los intereses imperiales. Eso no lo podía asegurar una junta de transición encabezada por el Presidente del Parlamento y los representantes del liderazgo popular surgido de la Plaza Tahrir.
Por otra parte Barack Obama y Benjamin Netanyahu han recibido garantías suficientes por parte del actual junta militar de transición de Egipto abiertamente pro occidental. Pero el pueblo egipcio ha conquistado algunos espacios políticos y el nivel de conciencia alcanzado en estos últimos días hace casi imposible a occidente capitalizar completamente la situación.
La canalla internacional ha pretendido dar el nombre de “revolución loto” a la rebelión popular de Egipto. Cuando bien se sabe que la misma está lejos de ser una de esas “revoluciones de colores” planificadas y orquestada por el propio imperio, a través de sus lacayos internos, para tumbar a los gobiernos progresistas y revolucionarios. Mubarak fue un peón más del imperio estadounidense y del sionismo internacional que hoy dejo de ser útil a sus intereses. Lo que sucedió y continuará aconteciendo en Egipto, y en el mundo capitalista, es producto del clamor de un pueblo que exige justicia social y trabajo, verdaderas reivindicaciones de sus derechos políticos y laborales, el cambio del sistema político-económico que los asfixia, verdadera soberanía y fin de la injerencia externa. Lo que sucedió en Egipto fue una explosión popular; una revolución social que hoy se encuentra en una nueva y difícil etapa.
Queda por parte de las organizaciones políticas que lideraron las manifestaciones (Partido Nacional Democrático; Wafd; Partido Nasserista; Solidaridad; Partido Árabe Socialista Egipcio; Al Guil-La Generación; Partido de la Paz Democrática; Ghad-Mañana; Tagammu, la Comunidad; Partido Árabe Socialista; Hermanos Musulmanes; Movimiento 6 de Abril; Movimiento Kifaya-Basta; Asociación Nacional por el Cambio; más los manifestantes espontáneos) unirse en pro de nuevos objetivos políticos para evitar que se reviertan lo poco alcanzado hasta ahora.

El pueblo de Egipto tiene una gran oportunidad en sus manos. Sólo el valor, la determinación y la organización de las fuerzas políticas bajo las ideas y banderas rescatadas de Gamal Abdel Nasser le otorgarán la victoria final. Mientras tanto, el pueblo egipcio deberá continuar en las calles. Su desmovilización sería el fin de la rebelión revolucionaria.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
rCR
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