ENTREVISTA A WASHINGTON RODRIGUEZ BELLETTI
Bella Unión: Rodriguez Belletti (sentado, derecha) en tierra ocupada.
“Si no dan la tierra, se toma”
Washington “El Flaco” Rodríguez Belletti vivió 10 años con los peludos de Bella Unión, estuvo presente en cinco marchas por la tierra-de las que fue uno de los organizadores- y hoy milita activamente en el Movimiento por la Tierra, fundado por Raúl Sendic en 1987. Fiel a sus ideas, subraya que el latifundio es la consecuencia de un robo, de un despojo que atenta contra la vida. Y afirma:
-Al igual que el agua, el aire y la luz del sol, la tierra no tiene dueño. Nuestros pueblos originarios nos han enseñado que eso es así. Ellos dicen:”El hombre no es el dueño de la tierra. La tierra es la dueña del hombre”. La tierra es un bien social. Ni el Estado ni los privados tienen derecho a apropiarse de ella. Toda apropiación de la tierra atenta contra la naturaleza, porque le impide satisfacer a pleno las necesidades vitales del ser humano. La apropiación de la tierra por unos pocos despoja a millones de personas en todo el mundo. En el socialismo, la organización social del futuro, serán duramente penados quienes se apropien de la tierra, especulen, la comercialicen comprándola y vendiéndola. El que trabaja la tierra tiene derecho a administrarla pero no a poseerla en propiedad ni dejarla en herencia. Sus hijos o nietos adquieren el derecho a administrarla, a condición de que la trabajen.
-Cuando trabajadores de Bella Unión ocuparon primero 36 hectáreas y casi 400 después, los estancieros de la Asociación Rural sacaron a relucir sus títulos de propiedad y exigieron criminalizar a los “infractores”. ¿Tenían razón?
-Esos títulos no acreditan la propiedad de la tierra. Lo que acreditan es el robo legalizado.
-Explicame eso...
-Nadie recibió la tierra de un dios todopoderoso y tampoco la madre naturaleza la entregó a un puñado de elegidos. El primero que se apropió de la tierra la robó. Los charrúas, chanáes, guenoas, bohanes, yaros, arachanes y guaraníes que poblaban estas tierras las recorrían libremente, sin haberse topado nunca con un cerco de piedras o una alambrada demarcatoria de propiedad privada. Durante tanto tiempo que vivieron sobre este suelo a ninguno de ellos se le ocurrió adueñarse de un pedazo de tierra. Pero un día, a hierro y sangre, fuego y muerte, desembarcaron españoles y se adueñaron de este suelo. No sin lucha. El invasor Juan Díaz de Solís cayó acribillado por las flechas charrúas. Durante tres siglos los invasores fueron hostigados porque la libertad era la esencia del indio. El rey de España, sentado en su trono, repartió a manos llenas falsos títulos de propiedad entre sus súbditos. Con el correr del tiempo esos títulos falsos pasaron de mano en mano a cambio de dinero o por herencia. Hoy, la mayoría de esos títulos está depositada en las cajas fuertes de bancos extranjeros, empresas multinacionales y grandes latifundistas que se han apropiado de una enorme parte del país. Y lo siguen haciendo con la complicidad del gobierno progresista. Por ejemplo, las multinacionales están comprando cientos de miles de hectáreas para forestar y producir celulosa. Por eso nuestra prédica está dirigida hacia los trabajadores y el conjunto del pueblo para que no reconozcan la legalidad de esos títulos falsos. Y para que apoyen a los trabajadores que se unen, se organizan y ocupan tierra para recuperarla y trabajar en ella.
-¿Qué formas organizativas deben darse, para trabajar la tierra, los trabajadores que la ocupan?
-El numeral 6 de la declaración de principios del Movimiento por la Tierra, fundado por Raúl Sendic al salir de la cárcel, dice: “La distribución de la tierra debe estar basada en proyectos de trabajo colectivo, comunidades, cooperativas, grupos de autogestión productiva”. O sea que Sendic no pensó nunca trabajar las tierras retomadas con mano de obra asalariada. Sendic dedicó toda su vida a luchar para abolir las clases sociales y terminar con la explotación del hombre por el hombre. Nosotros entendemos que en la lucha contra los grandes terratenientes y contra el latifundio podemos trabajar junto a los pequeños y medianos productores. Pero no perdemos de vista que el pequeño productor quiere llegar a ser mediano y el productor mediano sueña con llegar a ser grande. Todo esto sin salir del sistema de explotación capitalista.
-¿Las formas cooperativas de trabajo contribuyen a hacer desaparecer al capitalismo?
-Pienso que las relaciones de producción, no antagónicas sino solidarias, que se dan dentro de una auténtica cooperativa hacen que esta sea una herramienta formidable para el desarrollo de la conciencia de clase de quienes allí trabajan. Vayamos por partes. Una de las herramientas creadas por los trabajadores para defender sus intereses es el sindicato. En la lucha sindical el trabajador aprende con el conjunto a dar los primeros pasos y toma conciencia del verdadero lugar que ocupa en la producción. Aprende de qué lado está él y de qué lado está el patrón. Aprende que los dos no están del mismo lado, como lo quiere hacer creer el capitalista. Aprende que el trabajador sin el patrón puede producir y que el patrón sin el trabajador no puede producir. Y aprende a diferenciar los papeles de uno y otro en el proceso productivo. Aprende que el patrón es el dueño de la tierra, de las fábricas, de las herramientas, que el patrón es quien organiza la producción y contrata mano de obra asalariada. Aprende que cuando el producto hecho por el trabajador llega al mercado y se vende, el patrón recibe el valor dinero en forma de ganancias. Aprende que el patrón tiene una visión del mundo aceptable, desea que la organización social capitalista, donde los esclavos asalariados engorden a los patrones, sea eterna, que no desaparezca nunca. Por el contrario, el trabajador también aprende que él no es dueño de la tierra, de las fábricas, de las máquinas, de las herramientas. El trabajador es el dueño de su energía, su fuerza de trabajo, que vende a sus patrones. Al trabajador no le está permitido organizar la producción. Y una vez que sale al mercado y se vende el producto que fabricó, sólo recibe una ínfima parte, en sueldo o en salario. Y por último, el trabajador tiene una visión del mundo que rechaza porque la organización social capitalista es la causante de todas sus desgracias. El trabajador aprende a unirse, organizarse y pelear para que algún día pueda cercar, aniquilar, hacer añicos al capitalismo y crear una sociedad más justa y equitativa, el socialismo.
-¿La cooperativa es un paso adelante?
-Sí. En ella la explotación del hombre por el hombre no tiene cabida, las relaciones entre sus miembros no son antagónicas sino fraternales, solidarias. En la cooperativa los trabajadores aprenden también a organizar, planificar y llevar adelante la producción. Antes, cuando eran explotados y vendían su fuerza de trabajo al capitalista, cobraban un salario y no tenían que pensar más. En la cooperativa deben aprender a administrar, comprar los insumos, la materia prima, llevar la contabilidad, organizar la producción, vender, y las mil tareas necesarias para que el emprendimiento sea exitoso. Sobre esto dice un manifiesto de los compañeros de Copograf: “Las cooperativas de producción ofrecen la oportunidad a toda la clase trabajadora de aprender a demostrar en la práctica que la clase trabajadora organizada puede gestionar una empresa sin la necesidad del capitalista”. Pero nos hemos extendido. Volviendo al tema de la tierra se debe subrayar que la tierra no tiene dueño y que los títulos de propiedad que sacan a relucir los latifundistas sólo “legalizan” el robo. Por eso nuestra consigna es: “La tierra no se mendiga. Se gestiona, y si no la dan se toma”.
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