Ya no hay locos en Uruguay
En el gallinero del Batallón de Infantería No. 6 en San José, cumplí mis treinta primeros añitos el 30 de noviembre de 1973. Al guardia lo apostaban en una precaria garita, montada encima del techo de tejido de alambre del calabozo. Quedaba yo, pues, privado de toda privacidad. Algunos guardias se atrevían a transgredir la disciplina y oían la mala música del programa “Aquí está su disco” de CX20 Montecarlo. El atrevimiento y la cercanía de los guardias me permitían “pescar” alguna noticia de valor en los “flashes” informativos que pasaban cada quince minutos. Por cierto,un inestimable privilegio. Esa mañana me hicieron el regalo de cumpleaños de enterarme que Luis Alberto Iglesias Pacheco, requerido por las fuerzas conjuntas, había sido detenido en Suecia por pasar dólares falsos. ¡El “Loco” Iglesias estaba vivo y libre! ¡alegría y esperanza!. Tal vez, tal vez, tal vez....Meses más tarde logré trasladar clandestinamente la noticia a Raúl Sendic y a Julio Marenales, los otros dos rehenes de mi “tríada”. El dato no quería decir nada en concreto pero, por supuesto, durante largos años fue alimentó salvavidas que ayudaron a combatir la deseperanza y la locura. .
Alberto nació en el Cerro, vendió diarios de niño y se crió entre obreros de los frigoríficos. Aún adolescente se acercó a las tertulias de Viacaba y Japón, la esquina en que tejían revoluciones el Flaco Belletti, el Pocho Hornos, el Pocho Peña, Ruben Sassano, el Ruso Setelich, los dos Mechoso y a veces, ¿porqué nó?, hasta se enredaba el hoy presidente de la república, en ese entonces totalmente descreído de la democracia burguesa y sus trampas demagógicas. El “canillita” Iglesias atravesó la historia de la ocupación militar del Cerro, vivió las barricadas obreras y la “estaqueada” en el Pantanoso, metió oreja en los campamentos de los “peludos” en el campito Ermida; caminó la marcha del “plato vacío” y se involucró en el plan para arar el club de golf del Swift y en varias otras de las quijotadas salidas de la fértil imaginación de Beletti. Sin darse cuenta, el “Loco” se forjó revolucionario y fue uno de los pilares del primigenio y amorfo movimiento tupamaro, otro de los que nunca escatimaron sacrificios, entrega y coraje por la revolución y el socialismo. Cayó en la toma de Pando y en su celda, con el Milton Mongaburen y José Mujica “descubrieron” el mecanismo que hizo posible la gran fuga. Despúes estuvo en la toma de la ciudad de Soca con Arturo Dubra, el Ñato Huidobro y Jessi Macchi, sellando una de aquellas fraternidades que se sentían eternas. El “Loco” se jugó la ropa tantas veces... Un informe arrancado en la tortura lo describió como sumamente peligroso, pues “siempre anda armado y no se va a entregar”. Con esa sentencia a muerte sobre su cabeza caminó las calles invadidas de milicos en Montevideo, Buenos Aires y Santiago. Es tuvo entre los que, gracias al embajador Harald Edelstam, zafaron de la trampa mortal del Estadio Nacional de Chile, lo recibieron en la Suecia de Olof Palme y allá quedó hasta hoy. No estaba hecho para la lucha pública y legal, no lo tentaron las “glorias” de los ex-guerrilleros y, como muchos otros y anónimos, quedó a la espera de nuevos tableteos de ametralladora que llamaran a crear dos, tres, muchos Vietnam.
Condenado por la enfermedad más implacable, el “Loco” me llama por teléfono en sus madrugadas de ansiedad . No se queja de la suerte que le tocó, lo angustia la gran pregunta que nos hacemos todos... “ ¿qué mierda les pasó, Tambero, fuimos tan giles?”. No se reconoce a sus viejos ex-hermanos, aquellos de encendidos discursos revolucionarios, murmurados en los locales clandestinos y dichos a garganta batiente en el patio de la cárcel. Como todos los sobrevivientes, como todas las que sobrevivieron, Luis Alberto Iglesias Pacheco es una persona común con proezas poco comunes a cuestas, carga debilidades y errores en la conciencia pero su corazón sigue siendo una fortaleza de convicciones. A los casi setenta años su virtud es no haber olvidado que la humanidad necesita el socialismo y que para conquistarlo hay que hacer una revolución. Mantiene en alto, con orgullo, las banderas recibidas de todos los Héctor María Clavijo Quirque que cayeron en la lucha guerrillera. Esta viñeta sobre el “Loco” también es un reconocimiento y abrazo a ese ejército silencioso de sobrevivientes, que todas las mañanas mastican su bronca y su frustración porque ya no hay locos en el Uruguay.
Presente con Fuerzas Armadas, a puro verso.
¿Porqué a Israel y a EEUU nadie los obliga a cumplir con las resoluciones de las Naciones Unidas?, ¿Nadie en el plano internacional puede hacerlos poner fin a la barbarie en Gaza y al bloqueo contra el pueblo cubano?. Es la clave del actual período histórico: la mayor parte de esas naciones unidas están, de una u otra forma, subordinadas a la estrategia político militar del Pentágono; nadie puede detener a los EEUU e Israel, los Estados “canallas” como los califica Noam Chomsky. ¿De quién, entonces, hay que defenderse en este mundo de capitalismo en crisis estructural?.
Parece ridículo, pero las fuerzas armadas uruguayas deben “inventarse” enemigos que justifiquen su razón de ser, para dejar sistemáticamente de lado al único y posible enemgio real, los EEUU. De hecho están subordinadas al sistema planetario de control y participan activamente en las violentas contra los pueblos del Congo y de Haití, cuyo objetivo es frenar o impedir rebeliones que cuestionen la hegemonía internacional del imperio y las corporaciones transnacionales. Luego de descartar Israel, centrado en Medio Oriente, las hipótesis de conflicto bélico que le restan al Uruguay, son intervenciones o agresiones o invasiones del ejército estadounidense. No hay otro nubarrón en el horizonte. La historia erige a los EEUU en enemigo principal de los pueblos de América Latina. Son autores directos de todas las bárbaras agresiones que enrojecen el mapamundi o autores intelectuales de las que protagonizan las tropas de la OTAN u otros países.
La defensa de la patria y de sus extensas fronteras es simplemente un verso. Lo hagan los ministros, los generales o los parlamentarios, es un verso. Es la mosqueta ideológica que justifica el monto exacerbado del presupuesto militar y la compra de fusiles, armas pesadas, tanques, aviones y barcos de calados varios, chatarra desechada por fuerzas armadas más poderososas. Justifica los gastos en instrucción y maniobras, bajo mando propio y del Comando Sur, dentro de fronteras y fuera de ellas. Y que se paguen muy buenos sueldos para que un montón de consumidores de whisky desempeñen el papel de oficiales, amén de regalarles viáticos abundantes, uniformes, combustibles y permiso para apropiaciones indebidas, eufemismo que los abogados utilizan para no decir ladrones. Todo en nombre de la patria y la defensa nacional.
La historia real es muy diferente. Además de sus proezas en el Congo y en Haití, las patrióticas fuerzas armadas tan sólo se han usado en la defensa de los dueños del Uruguay. La historia reciente demuestra que ése es su verdadero papel. No hace tanto que ficharon y espiaron, que persiguieron concienzudamente al movimiento popular con razzias, pinzas, allanamientos y otras correrías uniformadas. Hace bien poco, gran parte de la población sufría plantones en plazas de armas, comisarías y el cilindro municipal y uno de cada quinientos uruguayos estaba encerrado en las cárceles militares. Finalmente muchísimos, demasiados, fueron asesinados, desaparecidos, torturados o violados, en una escalada de terrorismo de Estado que comenzó en junio de 1968 y se extendió hasta marzo de 1985. Lo han hecho, saben como hacerlo y volverán a acudir presurosas para proteger los privilegios de los grandes propietarios, menos del 3% de los uruguayos, cada vez que sientan amenazado su dominio de clase.
¿Sabe esto el pueblo uruguayo? No, no lo sabe. Antes lo sabía, ahora se lo han hecho olvidar. No es consciente de la peligrosa amenaza que significan los EEUU. No es consciente que el poder que acecha desde los cuarteles limita el ejecicio de sus libertades y coarta el pleno goce de sus derechos. Por el contrario, la gente ha sido convencida que las tropas uruguayas son parte de altruístas “misiones de paz y ayuda humanitaria”, que van a cuidar los derechos y libertades de pueblos que no están capacitados para gobernarse a sí mismos. Hay un discurso oficial que presenta a los militares como “obedientes del poder civil y garantía de la seguridad pública”, “reconciliados con el pueblo”, que los defiende de las víctimas del terrorismo y de los militantes de derechos humanos que quieren vengarse por cosas que ya quedaron en el pasado. Han convencido a la gente de que la naturaleza de las fuerzas armadas no es la misma que cometió los crímenes más aberrantes. Ya no son más pichones de criminales, ahora son honestos y confiables defensores de la patria y de la seguridad pública....
Con esa tónica, los gobernantes “progresistas” confiaron en el almirante Caramés para esclarecer los fraudes en la Armada, en el general Barneix para investigar las desapariciones forzosas y en el general Dalmao para mandar una División de Ejército. Caramés acabó procesado por los mismos robos que debía esclarecer y los otros dos lo fueron por los homicidios aberrantesde Perrini y de Sabalzagaray respectivamente. Además, es público y notorio que los mandos militares establecieron acuerdos con el Comando Sur a espaldas del señor ministro de defensa, acuerdos para que ingresaran tropas SEALs a territorio uruguayo, para la instrucción de oficiales en el exterior y para la instalación de una base en Durazno. La oficialidad de las fuerzas armadas defraudaron la confianza que en ellos depositaron los gobernantes progresistas. Mostraron la hilacha. Está visto que la confianza mata y que para los bobos no hay consuelo.
Al aprobar el ingreso de los SEALs y el envío de tropas a países hermanos, desde el Parlamento ayudan a confundir y oscurecer la conciencia que el pueblo uruguayo tenía sobre la naturaleza real de las fuerzas armadas. Cuando no denuncian los acuerdos estratégicos con los EEUU para “la prestación recíproca de servicios”, los parlamentarios ayudan a deformar y encubrir el sometimiento al imperialismo. Juegan un rol importante en la alienación de la conciencia, un rol muy necesario en el esquema de dominación mundial. Como el elenco político que nos gobierna no está integrado por cándidas palomitas, los críticos más desconfiados y suspicaces podrían inferir que hay parlamentarios y ministros que encubren a sabiendas el hecho más trágico: los fusiles apuntan contra el pueblo. Encubren lo real pese a haber sufrido en carne propia sus consecuencias más salvajes.
Un futuro sin Fuerzas Armadas
El electorado elige parlamentarios que los “representan” y un presidente de la república que los “gobierna”. Se delega en ellos la responsabilidad de designar los mandos de las fuerzas armadas, dando por supuesto que así se efectiviza el control político de las armas. Sin embargo ello no es tan así, pues el sistema obliga a designar los comandantes de las tres armas entre los oficiales superiores victoriosos en la carrera militar, una competencia de codazos y acomodos, que obedece reglas y códigos muy poco democráticos. Además, se está eligiendo entre oficiales formados en la doctrina de la seguridad nacional y en la justificación de los crímenes de lesa humanidad como medidas necesarias para salvar a la patria, es decir, una formación en esencia antinacional y antipopular. El proceso por el cual se llega a ser candidato a comandante de las fuerzas armadas transcurre totalmente por fuera de las capacidades de decisión de cualquier gobierno. Se coloca en el vértice de la pirámide armada a un individuo con mucho miedo a la democracia y se le otorga la posibilidad de decidir entre el respeto o la violación a la constitución, entre obedecer o descatar al gobierno surgido de elecciones nacionales. Es un poder extraño y ajeno al pueblo y, por el contrario, ligado de hecho a los intereses de los dueños del Uruguay y del imperialismo.
La construcción del presente con fuerzas armadas se apoya en un precepto filosófico: es necesario separar a la raza humana de las armas y entregarlas a un grupo de gente organizada en ejércitos, Se supone que el uso de las armas debe estar monopolizado por una institución del Estado, para evitar que la sociedad se hunda en el caos total. Sin la existencia del aparato policíaco-militar, la gente bien estaría en manos de los delincuentes y de toda clase de enajenados y anarquistas. Es una postura ideológica arbitraria, una afirmación que no admite discusión y que, junto con la propiedad privada, constituyen los pilares filosóficos de la sociedad de clases. Pese a ello, esta filosofía ha sido más que suficientemente contradicha por los hechos, pues en la historia el poder militar siempre fue principal motor de la violencia y la barbarie.
Una respuesta inmediata es el “¡no más armas!”, el deseo de desterrar las armas de la sociedad humana, de prohibir absolutamente su uso, imaginar un desarmado futuro ideal. Hay otra respuesta, sin embargo, pues también hay derecho a imaginar que la sociedad sin clases será una democracia armada, que no habrá monopolio estatal del uso de las armas pero que todos y todas poseerán sus armas, que el pueblo estará organizado y armado como en los tiempos del artiguismo.
El comunismo es un fenómeno de consciencia decía Ernesto Guevara; las columnas humanas del comunismo serán., conscientes de su papel como individuos en una sociedad justa e igualitaria, y por consiguiente sus valores impedirán emplear las armas contra el desarrollo social. Un pueblo organizado y consciente de que las armas están en sus manos para desterrar la violencia no para motorizarla, para anular la ley del más fuerte físicamente, para constituirse en garantía efectiva de las relaciones de paz entre las mujeres y los hombres. Pensar un futuro sin fuerzas armadas es echar sobre el mundo una mirada realista y es trabajar en concreto para crear consciencia sobre la esencia violenta e inhumana del monopolio sobre las armas.
La primera tarea tiene que ver con la impunidad de los crímenes de lesa humanidad. El Estado burgués no puede tener una política diferente a la impunidad, pues necesita preservar el aparato policíaco militar para cuando la clase dominante lo precise, el Estado burgués no puede contradecir su propia razón de ser. Ese es el motivo que hace tan sencillo que los partidos parlamentarios acuerden diferentes formas de impunidad del terorrismo militar, es una “política de Estado”.
En cambio, la Verdad y Justicia dependen solamente de la lucha popular y están estrechamente vinculadas con una visión antimilitarista, que cuestiona a fondo la existencia de los ejércitos y del monopolio del uso legal de las armas. Quienes pelean para que se juzgue y cartigue a los criminales no pueden confiar en que una institución especializada del Estado monopolice el uso las armas, pues saben demasiado bien que estarían creando las condiciones ,materiales para nuevo terrorismo de Estado. La lucha por Verdad y Justicia coloca frente a los problemas básicos que conducen a erradicar la violencia de la sociedad humana: monopolio estatal o democracia popular en la propiedad de las armas, ejército enfrentado al pueblo o pueblo armado y organizado. Es una lucha creadora de consciencia.
¿Qué pasaría si el gobierno retira ya las tropas enviadas a reprimir y prostituir otros pueblos y declara que quiere auxiliarlos como hacen Cuba y Venezuela con alfabetización, medicina y vivienda?.
¿Qué ocurriría si el gobierno entiende que es preciso reducir al mínimo el personal de las fuerzas armadas y decreta el retiro forzoso para todos los que tengan más de diez años de servicio?
Imaginen los informativos televisivos y las audiciones radiales. ¡Los gigantescos titulares del diario “El Páís”! Todos pensando, todos discutiendo, un debate profundamente ideológico sacudiría las consciencias y... echaría mucha luz, muchísima luz, sobre los problemas esenciales de la humanidad. Lástima que ya no hay locos en Uruguay... se volvieron hombres de Estado, estadistas políticamente correctos.
Jorge Zabalza
Jorge Zabalza
30 de noviembre de 2012.
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