A veinte años del TLCAN, todos pierden
Ligas Campo desmantelado, saldo de los 20 años de vigencia del TLCAN TLCAN saldo negativo para México Encuesta sobre oposición estadunidense al TLCAN (en inglés)
Posted By fabbia On diciembre 31, 2013 @ 12:53 In Estados Unidos,Geografía,México,
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) llega a su vigésimo aniversario con una imagen golpeada y un terrible historial. La mayoría de los ciudadanos estadounidenses están a favor de abandonar o renegociar el modelo comercial acordado.
Se ha dicho mucho acerca del impacto en la pérdida de empleos en los Estados Unidos y el deterioro de las condiciones laborales, sin embargo, uno de los impactos más severos del TLCAN se vio reflejado en el sur de la frontera. La importación de maíz disminuyó el precio pagado a los campesinos, lo que provocó grandes migraciones hacia el norte. Además, empeoró los derechos laborales y las normas ecológicas, afectando a todos los trabajadores.
El TLCAN abrió un sendero de destrucción a través de México. Desde que el tratado entró en vigor en 1994, el crecimiento anual per cápita del país avanzó a un promedio de solamente 1.2 por ciento, uno de los más bajos en el hemisferio. El salario real cayó y el desempleo se incrementó considerablemente.
Con la entrada de maíz subsidiado y otras materias primas al mercado mexicano, los precios pagados a los pequeños productores cayeron y los campesinos se encontraron en condiciones que los volvieron incapaces de sobrevivir. Alrededor de dos millones de ellos se vieron obligados a abandonar sus tierras desde la firma del TLCAN. Al mismo tiempo, los precios de alimentos de consumo básico se incrementaron. Un caso particular y notorio es el de la omnipresente tortilla.
Como resultado, 20 millones de mexicanos viven en pobreza alimentaria. Veinticinco por ciento de la población no tiene acceso a la canasta básica alimentaria y una quinta parte de los niños sufre de malnutrición. Los corredores industriales y transnacionales contaminaron ríos y enferman a la población en áreas rurales; las mujeres suelen sufrir los impactos más fuertes.
No todos los problemas en México pueden ser atribuidos al TLCAN. Sin embargo, muchos tienen una relación causal directa. El tratado reestructuró drásticamente la economía mexicana y cerró otros caminos de desarrollo tras la prohibición de aranceles de protección, apoyo a sectores estratégicos y controles financieros.
El fracaso en México del TLCAN tiene un impacto directo en los Estados Unidos. A pesar de la reciente disminución, los desempleados mexicanos migraron a Estados Unidos a un ritmo sin precedentes de medio millón al año después del tratado.
Los trabajadores en ambos países pierden cuando las compañías se mueven, cuando amenazan con mudarse para presionar en negociaciones y cuando naciones como México disminuyen derechos laborales y leyes medioambientales para atraer inversionistas.
Los campesinos pierden cuando las corporaciones trasnacionales se apropian de las tierras que han sostenido a sus familias por generaciones. Los consumidores pierden con la imposición de un modelo de producción alimentaria basado en el uso de químicos, la concentración corporativa, las semillas genéticamente modificadas y los alimentos procesados. Las comunidades fronterizas pierden cuando los bajos estándares medioambientales establecidos para los inversionistas destruyen sus ecosistemas.
El incremento en la cantidad de gente que vive en condiciones de pobreza alimenta el reclutamiento de personas por el crimen organizado y la destrucción de las comunidades. La actividad fronteriza incrementada facilita el tráfico de armas y sustancias ilegales.
Después de prometer la renegociación del TLCAN por numerosas razones, la administración de Obama ahora publicó el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica. El acuerdo P4, que es un acuerdo comercial regional al estilo del TLCAN, entregará privilegios todavía mayores a corporaciones trasnacionales y puede exacerbar problemas en México y otros países en vías de desarrollo.
Eso no es bueno para ellos, y tampoco lo es para los Estados Unidos.
Laura Carlsen es directora del Programa de las Américas en el Centro para Políticas Internacionales
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