Las Rehenas

GURISAS EN FLOR

Ellas sí cuentan



Adelanto del libro “Las rehenas”Durante casi tres décadas la condición de rehén de la dictadura distinguió a nueve dirigentes del mln, conocidos así a partir de una conferencia de prensa brindada por siete de ellos, liberados junto al último grupo de presos políticos en 1985. Marisa Ruiz y Rafael Sanseviero investigaron durante siete años la historia de 11 mujeres “rehenas”, que fueron literalmente desaparecidas de todas las fuentes posteriores a la dictadura. Las entrevistaron, y basados en diferentes fuentes, elaboraron hipótesis interpretativas de su posterior invisibilización.
Para los autores, la publicación de Las rehenas* es un acto de justicia hacia un grupo de víctimas de la represión, en quienes sienten puede estar representada la misma suerte de invisibilidad corrida por miles de mujeres y otros grupos de víctimas, subsumidos en una versión de la dictadura simplificada como una historia de guerra entre combatientes. Brecha ofrece algunos fragmentos de la publicación.
Las y los rehenes fueron 11 mujeres y nueve hombres integrantes del mln, aunque otras personas fueron mantenidas por lapsos menores en condiciones semejantes.
Las mujeres pasaron a esa situación varios meses antes que los hombres y su “ronda” concluyó también con muchos años de anticipación a la de ellos. El “rehenato” femenino se interrumpió abruptamente y sin explicaciones, tal como había comenzado, mientras que el de los hombres concluyó mientras avanzaban los acuerdos que condujeron a la recuperación democrática y el final de la dictadura.
Puesta en su contexto, esa “toma de rehenes” sólo puede interpretarse como una expresión particularmente violenta dentro del amplio dispositivo de “pedagogía del miedo” desplegado por el Estado terrorista. Las “rondas” consistieron en el mantenimiento de un grupo de personas en “situación de tortura” por lapsos indeterminados, con la finalidad de mortificar y ejemplarizar. […] El núcleo de la situación de tortura es “el tiempo infinito de un horror sin límites; y los medios empleados: hambre, sed, dolor hasta el suplicio y martirio refinados; aislamiento-privación sensorial, mensajes contradictorios, humillación, son técnicas al servicio de un plan concertado que apunta a la demolición de la víctima”. […]
Ese mensaje que las rondas enuncian dramáticamente obliga a leerlas como un acto de radicalización de la violencia institucional dirigida a las y los prisioneros políticos, a sus familias, y a través de ellas a toda la colectividad. La experiencia de 11 mujeres y nueve hombres mantenidos en situación de tortura es la más potente imagen de los sentidos que la dictadura quiso proyectar durante una década sobre toda la sociedad.
Sin embargo, una conferencia de prensa de “rehenes”, en coincidencia con un conjunto de mensajes producidos durante el debate sobre la amnistía, operó un salto en el tiempo que restableció para esos últimos presos –los rehenes– sus anteriores atributos bélicos y políticos. De esa manera se escamotea su principal significado contemporáneo: ser quienes clausuraban el ciclo de la prisión política masiva y cuya liberación daba fe del fin de la violencia estatal que terminaba con ese acto. […]



Ese momento consagra un desglose simbólico en el campo de las víctimas de la dictadura, en el que quedan simbólicamente relegados los sujetos políticos no armados –no combatientes– y las mujeres; aun aquellas que sí participaron en la lucha armada. Porque la conferencia de prensa no contó con la presencia de ninguna de las rehenas. Ni siquiera Elisa Michelini, la única de ellas que se identificó públicamente como rehena en el momento de su liberación.
Es posible asumir muchas explicaciones circunstanciales a la ausencia de las rehenas en la conferencia de prensa. Pero son razones insuficientes para dar cuenta de una invisibilización reproducida a lo largo de dos décadas durante las cuales las historias y los testimonios acerca de las y los tupamaros ocuparon siempre y cada vez más los escenarios públicos. […]
Así expuestas las circunstancias, el propósito de esta investigación fue develar un hecho político: ¿cuáles son las relaciones de poder que se expresan y se fortalecen con el silenciamiento radical y la negación de las rehenas?
 […]
GURISAS EN FLOR. 
La mayoría de las rehenas accedieron al mundo de la militancia a través de experiencias en el movimiento estudiantil o de organizaciones solidarias de origen cristiano.
“Desde el liceo militaba gremialmente, era una adolescente muy inquieta por la parte social y sobre todo de la parte gremial. Y después en el 68 entré al iava y la militancia fue mucho más fuerte” (Lía Maciel).
“Yo tengo recuerdos en mi infancia de preocuparme y sentir mucho la injusticia social. Cuando tenía 12 o 13 años me vinculo con Emaús, donde el padre Sierra hacía un trabajo asistencial que a mí me llegó mucho, apoyando familias en barrios muy carenciados. Mi familia era una familia trabajadora donde nunca nos había faltado la comida en la mesa ni nada de las cosas imprescindibles, pero ver botijas de mi edad en una situación totalmente diferente motivó mis primeras preguntas. Creo que ahí arranca todo, y después con la situación política que había, además de la injusticia social […]” (María Elena Curbelo).
“Nazco en un pueblo con mucha inquietud cultural y milito desde los 15 años, muchísimo, en la Juventud Agraria Católica, que después tuvo muchos presos; hasta un cura” (Cristina Cabrera). […]
Las rehenas refieren haber circulado por una oferta política de izquierda que entonces era amplia, pero siempre contestataria a una sociedad percibida como injusta y progresivamente autoritaria. […]
“Si no recuerdo mal, empecé el nocturno y la militancia en 1967. Asambleas estudiantiles donde me peleaba con los ‘bolches’ que rompían los huevos y siempre estaban en contra de todo, y desde ahí simpaticé con los socialistas y con los tupas. Después el Vásquez Acevedo, las manifestaciones del 68 y 69, lo que pasamos todos correteando con los milicos, tirando piedras y corriendo” (Stella Sánchez).
El ingreso al mln fue recordado por algunas como consecuencia del agotamiento de las expectativas en las formas tradicionales de hacer política. Incluyen en un mismo rechazo las tradiciones de la derecha así como de las izquierdas legales, principalmente de inspiración marxista en cualquiera de sus expresiones.



“Tenía 18 y ya había hecho una incursión por varios grupos de izquierda. Era muy celosa de mi independencia personal. Entonces miraba a los grupos de izquierda. Tenía un noviecito que era del Partido Comunista y ahí me metí con las juventudes comunistas y no me gustó. Después me metí con los trotskistas y me gustó menos. Después seguí con el mir, ahí estuve un año y tampoco me gustó” (Yessie Macchi).
EL FETICHISMO DE LAS ARMAS. 
En ese período la violencia de las instituciones del Estado y el discurso político se focalizaron, entre otros sujetos –“subversivos”, “sindicalistas”, “comunistas”, “anarquistas”, “prensa agitadora”–, en unas juventudes uruguayas representadas entonces como irritantes, perturbadoras, disruptivas: extrañas al orden social. […]
La mayoría de las rehenas colocan su ingreso al mln como una consecuencia del momento social y político en que el movimiento se manifestó con su propuesta política armada a la sociedad uruguaya. En sus relatos son muy escasos aquellos rasgos de mesianismo propios de las epopeyas bélicas, y en la misma forma refieren una relación distante con las armas. Su expectativa en el mln parece fundarse más en la eficiencia de la invocación al poder letal de las armas que en su utilización efectiva.
Su manera de recordarse integrantes de una guerrilla coincide con cierto plano de argumentación táctica del mln respecto a que el objetivo de la “propaganda armada” era provocar autoconfianza en la sociedad reprimida y golpear la moral de los integrantes del aparato represivo, pero no necesariamente derrotarlo en el campo estrictamente militar. Y menos aun provocar muertes o daños a las personas de los funcionarios policiales o militares.
El ingreso masivo de militantes –entre ellos la mayoría de las rehenas– coincide con el momento de mayor atractivo político de un mln que había despertado la simpatía de la población. Es la época conocida como “Robin Hood”. […]
“Como yo siempre fui buena artesana me dieron un encuadre de servicios y allá marché a hacer bombas que no servían para nada. Me quisieron mandar a Pando. Yo había hecho toda la vigilancia de observar cómo era, de sacar cuentas, de quién entraba a la comisaría, ir al banco, y todo eso, pero nunca había agarrado un arma en mi vida porque en mi casa no había armas. Y viene el Bebe y me dice: ‘Vamos a Pando’, y yo le digo: ‘Pero yo no puedo, tengo miedo, yo no sé agarrar un arma y no puedo agarrar un arma y apuntarle a alguien, porque no puedo, entendés, no puedo, no está en mí’” (Cristina Cabrera).
Con mayor o menor claridad, algunas de las rehenas refirieron su rechazo a rasgos de fetichismo en la relación de algunos militantes con las armas.
“Los compañeros me decían cuando salía a hacer contactos: ‘¿Vas a ir con el fierro?’, ‘No, yo con fierro por la calle no’. Y me miraban como bicho raro. Ocasionalmente si lo necesitaba lo tenía a mano. Nunca lo usaba por gusto; nada más que cuando había que usarlo. Nunca maté a nadie, empezando por ahí; y yo no era una obsesiva de las armas” (Raquel Dupont).
“Entrabas… en principio el tema era la propaganda, la pintura de los muros, las volanteadas; o juntar ropa para los clandestinos, facilitar encuentros de clandestinos con la familia. Después pasé a lo que llamaban el Grupo de Acción en Formación, donde la mayor parte de las acciones tenían que ver con acciones propagandísticas, como la toma de una fábrica donde conversábamos con los obreros; la toma de una pequeña radio. Y después directo a los grupos de acción mismo, que en ese momento no lo viví como algo tan raro. Pero te voy a decir que estando en el mln y desde siempre detesté el juego de las armas y que para alguna gente el arma es el centro del mundo. En los grupos de formación yo decía: ‘Odio las armas’. Sentía a las armas como algo lamentablemente necesario. Por eso nunca jugué con las armas ni me sentí más potente por tener una […]” (Alba Antúnez). […]
Incluso la única de nuestras entrevistadas que dice haber pasado por la experiencia del enfrentamiento y muerte de un enemigo refiere una relación con las armas que aparece distante de la fetichización militarista atribuida a muchos militantes varones.
“Estaba preparada interiormente para lo que podía ser un enfrentamiento, y tuve que matar en combate. No me tocó la triste experiencia de tener que ajusticiar a alguien en frío. Fue en combate y me pareció parte de la lucha. Ahora no voy a elaborar una teoría de que tuve terror, que sentí culpa, porque no pasó eso. Se dio así: o tirar o nos tiraban y nos mataban. En realidad tuve pocos enfrentamientos, porque estaba preparada para más. En una organización que había optado por la lucha armada había muchos compañeros que sin armas no iban a ninguna parte. Y que en vez de estar estudiando cosas que debían estudiar –o lo que fuera que tuvieran que hacer– se pasaban todo el día con el arma, enseñando el arma, con ejercicios de tiro que no hacían falta. En mi caso –que generalizaría a muchísimas mujeres que conocí adentro del mln– yo siempre milité en el sector militar y sin embargo mi relación con las armas era completamente utilitaria. La usaba cuando necesitaba usarla. Generalmente andaba desarmada, nunca tuve ninguna devoción con eso. No eran parte de mi cuerpo ni de mi vida. Si me preguntás en qué consistía mi vida en ese momento, te digo que era una vida política cien por ciento, en el afecto a los compañeros y en una convicción patriótica. Pero nunca dentro de eso pondría la parte de lucha armada” (Yessie Macchi).
Por sus personalidades políticas y militantes, las apreciaciones de Yessie Macchi y de Raquel Dupont sobre su relación con las armas parecen especialmente significativas. […]
Los perfiles del mito de Yessie la guerrillera revelan la estima de la organización por las mujeres capaces de actuar en la guerra con audacia y sin medir consecuencias, como lo haría un hombre. Algunas de las acciones más espectaculares de la leyenda del mln registran su presencia desempeñando –reales o imaginarios– roles de primer nivel, incluso en situaciones marcadas por la dureza y hasta la crueldad.
Uno de los más trascendentes fue la decisión de ejecutar a Daniel Anthony Mitrione, jefe del equipo de instructores del Programa de Seguridad Pública, dependiente de la Agencia para el Desarrollo Internacional (aid). […] Yessie Macchi estuvo entre quienes decidieron qué hacer en ese momento crucial, y su testimonio al respecto coincide con los perfiles de una guerrillera convencida de los “extremos de la guerra”. “Tomamos la decisión de ejecutarlo porque el gobierno había rechazado negociar, e insistía en eso con más fuerza después de la caída de Almería. No veíamos otra salida. Es cierto que estábamos tensos por la caída de los dirigentes, pero no fue una decisión tomada emotivamente.” […]
Es posible que la difusión de perfiles combatientes, aguerridos y hasta despiadados de Yessie se deba a que su trayectoria y las acciones en las que participó alimentaron una mitología que era funcional a propios y ajenos. De esa manera se habría convertido en un objeto de atención más atractivo para la academia y las obras testimoniales, hasta configurar un tipo de “personaje” coherente con los perfiles esperables de una guerrillera. […]
Sin embargo, es un hecho que no hay registro público de hombres del mln que hayan afirmado públicamente que antes o después de la dictadura “odiaban” las armas y que éstas no ocuparon un lugar importante en su pasado militante.
 […]
LA MUJER QUE PUEDE SER HOMBRE.
En el Uruguay de los sesenta y primeros setenta el feminismo casi no tenía expresiones relevantes, y dentro de la izquierda era un tema sin voceras ni escuchas. Entonces las militancias políticas y gremiales eran consideradas las más importantes, y se desarrollaban en estructuras que reproducían los patrones sexistas y discriminatorios de la sociedad. La izquierda resignificó la histórica autocomplacencia uruguaya sumiendo cualquier reivindicación de igualdad entre hombres y mujeres en un enfoque “de clase” tradicional. […]
En semejante contexto, la irrupción de mujeres en la lucha política dentro de un proyecto militar representaba en sí misma la ruptura de un orden simbólico fuertemente arraigado. Lo cual no satisface la interrogante sobre si la militancia en el mln supuso para las mujeres subversiones concretas a la subordinación de género más allá del campo estrictamente político. […]
Una de las entrevistadas reafirmó el valor místico que se otorgaba a los cuadros militares femeninos, porque constituían una excepción a la regla de las otras militantes que eran utilizadas para prestar servicios y disimular con su vida familiar un lugar clandestino. La mujer del frente militar habría dado un doble salto de acuerdo a la concepción imperante en el mln: uno por pertenecer a la organización y otro más por estar en un frente clásico de hombres. […]



Otra rehena explica por la cultura predominante en el mln que su condición femenina y juventud hayan sido motivo de agravios, descalificaciones y circunstancias dramáticas durante la clandestinidad.
“Primero vivía con clandestinos en Montevideo y estudiaba magisterio de mañana; pero cuando había reuniones yo me quedaba encerrada en mi cuarto… Me trataban como a una nenita… era muy delgadita y pequeñita, una porquería. Y me pasé a la clandestinidad sin haber recibido ninguna noción de nada; siempre era ‘la esposa de’. Después de mi primera fuga tuve un encuadre, porque como fugada ya tenía un estatus. Estuve en muchos lugares hasta que llegué a la columna del Interior. Después me cambiaron, y fue una lástima porque allí éramos todos iguales; porque estaba Sendic, que encaraba todas las tareas como uno más. Si había que limpiar limpiaba y si había que ‘apretar un auto’ él iba primero. Cuando pasé a la columna de ‘los importantes’, nada que ver, ellos eran grandes jefes y tú eres indio allá abajo y no les importaba nada. Estando clandestina me llevaron a una casa y la señora decía: ‘Ah, qué suerte, bueno, encargate de esto’, y me usaba de empleada doméstica. Yo sin problemas, porque total como estaba encerrada hacía las cosas sin drama. Pero cuando decía que tenía una tarea del mln querían que antes le hiciera todas las labores de la casa. Esas señoras-compañeras pedían una ‘estrella’ –como nos llamaban a las de la última fuga– en verdad para tener una doméstica. […] Fue tan duro que tuve ganas de suicidarme… Me fui a Kibón a pegarme un tiro pero no pude. Así era el estado de desconcierto que tenía. Y después me mandaron a hacer vigilancia a todas las comisarías para que me agarraran, porque lo que querían era deshacerse de mí y de muchas otras que éramos disidentes ahí adentro…” (Cristina Cabrera). 
[…]
LAS RONDAS DEL SILENCIO. […] 
Estas mujeres parecen haberse negado a sí mismas desde el principio como partícipes de la misma modalidad opresiva que sufrieron los hombres rehenes. Se trató de un distingo excluyente que instituyó un ellos diferentes de ellas que quedó registrado en la manera de nombrarse.
“[…] a los compañeros sí, ya a esa altura les decíamos rehenes. […] Ellos eran los rehenes y nosotras las de la rotación, las de la ronda, bailando unos boleros…” (Yessie Macchi).
Esa diferencia fundadora se extendió y masculinizó la condición de rehén hasta borrar a las mujeres de los registros formales e informales.
“Si tú le preguntás al Ñato [Eleuterio Fernández Huidobro] quiénes son las mujeres que estuvieron de rehenes te contestaría: ‘¿Qué? ¿Cómo? ¿Mujeres rehenes?’. Capaz que se inspira y te dice: ‘Ah, sí, Yessie Macchi’. Estoy segura de que no sabe” (Lía Maciel). n

*     Las rehenas. Historia oculta de once presas de la dictadura (Fin de Siglo) será presentado mañana, sábado, a las 19 horas en el Salón Azul de la im. La presentación –a cargo de Gerardo Caetano, Antonia Yáñez, Lourdes Rodríguez y Sonia Mosquera– será un momento especial de reconocimiento a las “rehenas” que se harán presentes. La publicación recoge los testimonios de Alba Antúnez, Cristina Cabrera, Elisa Michelini, Flavia Schilling, Gracia Dri, Yessie Macchi, Lía Maciel, María Elena Curbelo, Miriam Montero, Raquel Dupont y Stella Sánchez.
(Los subtítulos de este adelanto son de Brecha.)

Fuente: http://www.brecha.com.uy/ tomado de Semanario Alternativa

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