Terminó la primera parte de las elecciones, y es oportuno hacer un primer análisis, en lo que tiene que ver con lo ideológico y lo político, y alguna primera aproximación a unas cifras que no terminan de completarse.
PANORAMA IDEOLÓGICO
El año pasado escribíamos un artículo –“Impunidad en el país de la cola de paja”- en el que decíamos: “mal que nos pese, y aunque no nos guste, vivimos en "el país de la cola de paja", un país gris, cómodo y de medias tintas, pusilánime y timorato”. Y agregábamos lo siguiente: “El Uruguay es un país que se puede ubicar en el centro político. Un país dividido más o menos en dos mitades que no son derecha e izquierda, como algunos interesados quieren hacer creer, sino una mitad más conservadora y una mitad menos conservadora, en donde derecha e izquierda son expresiones mínimas”.
Estas afirmaciones por cierto que han sido más que confirmadas en las pasadas elecciones. Elecciones en las que el panorama político parece congelado en cifras casi idénticas a las elecciones de 2009.
El Frente Amplio, por medio de la rebaja de su programa y de su discurso, logró en su momento captar a la mitad menos conservadora, y lo que muestran las recientes elecciones es que logra mantener esa mitad.
En uno de nuestros últimos artículos previos a las elecciones hablábamos d cuál es sin duda el razonamiento que hacen la enorme mayoría de los uruguayos -sean conscientes de ello o no-, fundamentalmente a la hora de decidir su voto: “Este es el mejor mundo posible, y no hay alternativas viables al capitalismo, por lo tanto, de lo que se trata es de elegir (porque es obligatorio, si no, seguramente más de la mitad ni se molestarían en elegir) a quienes mejor administrarán, gestionarán o gerenciarán los intereses de los capitalistas evitándonos, en la medida de lo posible, los males que sabemos que son inherentes al sistema. Y a la hora de decidir el voto, la elección –para la mayoría de los ciudadanos- es una cuestión simple: elegir al que suponen que hará mejor esa tarea administrativa”.
Casi la mitad del país cree que administrarán mejor los partidos más conservadores, y la otra casi mitad opina que lo harán mejor los menos conservadores (el propio Tabaré Vázquez reconoció en una entrevista unos días antes de las elecciones, que él puede ser más conservador que Luis Lacalle, y que el FA es conservador, aunque no tanto como el Herrerismo). Ese es el panorama que quedó plasmado en números el domingo.
ELEMENTOS POLÍTICOS
En el último artículo que escribimos, describíamos cuatro escenarios políticos, y descartábamos dos de ellos, los que suponían un Frente Amplio con un programa de izquierda, cosa que quedó descartada en el Congreso.
Decíamos que uno de ellos era “el más probable”: “Tabaré presidente, con programa conservador, y sin mayorías. Casi ningún problema para los conservadores, puesto que un programa conservador se negocia muy fácilmente con la derecha. Una tragedia irremediable para la izquierda del FA. Este último escenario es el que más probablemente se de, una vez culminada la segunda vuelta de noviembre. Tendremos en ese caso un presidente tremendamente conservador –confesado por él mismo hace pocos días en entrevista con Gabriel Pereyra-, con un programa conservador que además, para poder ser llevado a la práctica deberá ser negociado con la derecha, la que intentará obtener alguna ventaja política simplemente por dar su voto a algo con lo que está de acuerdo”.
Al parecer, ese escenario que considerábamos como el más probable, no es el que se dio, ya que el FA habría obtenido las mayorías parlamentarias.
Decíamos que el otro escenario probable era: “Tabaré presidente imponiendo previamente en la interna su propio programa conservador, y con mayorías parlamentarias. Un escenario aún más favorable para una política continuista de los gobiernos anteriores. En este escenario, el ala izquierda del FA se hundiría en el desprestigio, por aceptar y promover un candidato y un programa conservadores y llamando a la izquierda votarlo.Tabaré puede llegar a la presidencia, sin duda, y ya impuso su propio programa conservador en la interna, pero a esta altura es difícil asegurar que gobernaría con mayorías parlamentarias”.
Sin embargo, lo difícil ocurrió, y el FA habría obtenido las mayorías nuevamente, con una votación casi idéntica a la de 2009. Y seguramente obtendrá la presidencia en la segunda vuelta.
¿Esto cambia mucho el panorama político? No, prácticamente nada. Las elecciones pasadas fueron prácticamente un calco de las de 2009, y más allá del aumento de la bancada del PI y del ingreso de un legislador de UP absolutamente testimonial, el Parlamento seguirá siendo una institución conservadora al servicio de un gobierno conservador.
ALGUNOS NÚMEROS
En junio de este año; lejos aún de las encuestas (que luego terminarían pareciéndose mucho a mis anuncios), y basándome puramente en datos estadísticos, arriesgué unos números para estas elecciones, y dije textualmente: “en las elecciones de octubre el Frente Amplio no llegaría al 45% de los votos (diría que andará entre el 43 y el 45), frente a un aproximadamente 33% del Partido Nacional y un 11% del Partido Colorado. Esto estará determinando dos cosas: 1) la pérdida de las mayorías parlamentarias para el FA, y 2) una segunda vuelta en noviembre.Para la segunda vuelta, el final será cabeza a cabeza, ya que ambos partidos crecerán hasta aproximadamente el 47,5%”.
Al parecer, en lo que tiene que ver con los números, tuve una diferencia de dos puntos en los resultados finales del Partido Nacional (en lugar de 33 habría obtenido 31), también de dos puntos respecto del Partido Colorado (en lugar de 11 habría obtenido 13), y de 3 puntos en el caso del Frente Amplio (en lugar de 45 habría llegado al 48).
En el caso de los partidos tradicionales, sin duda no anduve tan errado, puesto en definitiva la suma de ambos me dio exactamente lo mismo (44), punto en el cual la mayoría de los polítólogos y sus proyecciones erraron.
En cuanto a los números del FA, si bien 3 puntos no es mucho, sí lo son sus consecuencias, porque en elecciones tan reñidas, uno o dos puntos pueden significar la pérdida u obtención de las mayorías parlamentarias.
El FA perdió sin duda unos cuantos miles de votos, los cuales fueron compensados por dos vías: 1) los nuevos votantes, y 2) votantes del Partido Colorado
Si el FA hubiera captado apenas la mitad de los nuevos votantes, debería haber logrado unos 90 mil votos más que en las anteriores elecciones, y solo obtuvo unos 6 mil más, por lo cual evidentemente perdió varios miles de votos, lo que no le impidió tener la votación que tuvo.
MIS ERRORES
En mi pronóstico es evidente que cometí varios errores, fundamentalmente en la evaluación de la votación del FA; algunos de ellos simplemente numéricos, otros, más de fondo.
Si además de calcular los posibles números del FA, el PN y el PC, hubiera calculado los del PI, hubiera llegado (aplicando el mismo método) que este último obtenía lo que realmente obtuvo, un 3% y poquito más. Por lo tanto, si hubiese hecho la cuenta me daría que el total sumaba 92%, por lo cual me restaba un 8% de votos para repartir entre anulados y en blanco (que si aumentaban no llegarían a un 3%), la UP, el PERI y el PT, cosa que hubiera sido harto difícil, obviamente.
Tampoco tuve en cuenta los nuevos votantes. Se calculaba que había 260 mil nuevos votantes, de los cuales habían tramitado la credencial algo así como 185 mil, y debía suponer que la mitad de esos votos irían al FA.
Hubo otros factores adicionales para que el FA llegara finalmente al 48% y obtuviera las mayorías parlamentarias. Uno importantísimo fue sin duda el miedo. La campaña del miedo a un probable gobierno de Luis Lacalle Pou (desarrollada fundamentalmente en las redes) fue realmente efectiva, y seguramente los indecisos que registraban las encuestas no eran otra cosa que frenteamplistas desilusionados que a último momento decidieron de todas formas darle su voto para frenar esa posibilidad.
En ese sentido, las encuestas jugaron a favor del Frente Amplio. Todas ellas daban que los partidos tradicionales sumados eran más que el FA, y eso abría una posibilidad cierta de que perdiera no solo las mayorías parlamentarias sino también el gobierno. Y esos pronósticos vinieron a reforzar aún más el miedo, llevando a que muchos que dudaban terminaran volcándose a favor del FA.
Por mi parte, cometí un error infantil, y fue subestimar la capacidad de resistencia al manoseo de los frenteamplistas. Evidentemente los dirigentes pueden hacer muchas más barbaridades de lo que yo suponía, y aún así seguirán recibiendo el respaldo de las urnas. Muy a mi pesar, quedó demostrado que somos muy pero muy poquitos los que nos negamos a permitir que los dirigentes nos mientan, que actúen en contra de lo que decidimos en colectivo o que se desvíen en sentido contrario al proyecto.
La capacidad de indignación de los frenteamplistas sigue intacta, pero se dirige hacia quienes cuestionan al oficialismo, y eso les permite apenas ver inconsistencias hacia fuera, y jamás hacia adentro. Pueden indignarse porque un Gonzalo Moreira le haga el jingle a blancos colorados y frenteamplistas por igual, y son capaces de manifestarlo a viva voz, pero no se indignan de igual manera cuando un Scavarelli o un Borrelli pasan a ser asesores en materia de seguridad de su propio candidato, o cuando se nombra como ministro a un ex gerente de la Texaco, o cuando sus dirigentes almuerzan alegremente en el quincho de Varela con lo más graneado de la oligarquía local y extranjera.
La utopía está cada vez más lejos en el horizonte, pero habrá que seguir caminando.
Publicado por José Luis Perera en 5:54
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