IV.3.9. ASALTO AL CENTRO DE INSTRUCCIÓN DE LA MARINA
como homenaje humilde a este gran revolucionario reproducimos de una entrevista a Fernado
Párrafos extraídos del libro “Ecos Revolucionarios. Luchadores Sociales, Uruguay, 1968 - 1973” de Rodrigo Véscovi del año 2003.
Fernando Garín, el hombre clave de esta acción que permaneció infiltrado en la marina aproximadamente dos años para poder realizarla, tras advertir que daría solamente los nombres de los que no están vivos, cuenta cómo prepararon y llevaron a cabo el robo de armas del cuartel.
«A las dos menos cuarto de la mañana, me llama el dirigente de la Columna del sur para confirmar si hacíamos la acción. “Se hace la fiesta con tu hermano...” Le dije que sí.
Muchas veces había llamado antes y estaba todo preparado y le había dicho que no, porque a último momento había cambios. Entonces se viene un camión cargado de gente armada y se pone en la calle Buenos Aires. Después de que colgué el teléfono le dije al cabo de guardia:
Muchas veces había llamado antes y estaba todo preparado y le había dicho que no, porque a último momento había cambios. Entonces se viene un camión cargado de gente armada y se pone en la calle Buenos Aires. Después de que colgué el teléfono le dije al cabo de guardia:
–Van a venir dos oficiales de inteligencia porque encontraron a un tipo en la Ciudad Vieja, uno de la marina, que armó lío– eso era común.
–Bueno, sí– contesta él.
Nadie le dio pelota. Después, quince minutos, llega un Ford con tres compañeros. Entonces le digo al centinela:
–Estos vienen al servicio de inteligencia– y hago pasar a uno, al jefe de la columna del sur y el otro se queda en el carro. Entonces el que está en el auto le dice al centinela:
–Viene una pareja.
La pareja es Raúl Bidegaín y otra muchacha [Yessie Macchi quien recuerda que “simulamos ser una pareja de enamorados que se estaba peleando porque él quería llevarme a un hotel, por lo que intervino la "policía" (un auto con dos compañeros disfrazados) y pedimos para hacer una llamada telefónica a mi supuesto padre, al guardia del CIM que observaba todo desde el portón.
Éste accedió y así se abrió el portón, donde irrumpimos rápidamente para desarmar al guardia y arrestar al comandante del CIM que estaba en la cama con una mina”].
Éste accedió y así se abrió el portón, donde irrumpimos rápidamente para desarmar al guardia y arrestar al comandante del CIM que estaba en la cama con una mina”].
Los centinelas de arriba no veían para abajo, no se puede ver. A partir de ahí, llega el camión, entra por la puerta. Voy con Sendic a buscar al cuartelero, arriba. El tipo está con el fusil.
Primero me acerco yo solo y le digo “te vengo a relevar, teléfono”. Y [cuando me sitúo mejor] le digo: “tupamaros”. Empezó a forcejar, le puse la pistola y casi se cae del susto.
Primero me acerco yo solo y le digo “te vengo a relevar, teléfono”. Y [cuando me sitúo mejor] le digo: “tupamaros”. Empezó a forcejar, le puse la pistola y casi se cae del susto.
Del camión descienden ocho, toda gente que sabía dónde estaban las llaves y las armas. Cuando nosotros terminamos de subir prendí todas las luces. Otro sustituye al centinela. Ahí se dan cuenta que yo estaba en la cosa.
Vamos a buscar al oficial de guardia que estaba durmiendo:
–!Oficial¡
–¡Déjenme tranquilo!
Estaba en calzoncillos y así lo llevamos al patio de armas.
Después con cuatro fui a la enfermería, con otro a la radio. Esa gente sabía que estaba de guardia, me veían todos los días.
Le dije algo, no sé, algo como “traigo este telegrama”.
Después voy a buscar cinco más y fuimos al casino a donde estaban jugando al truco. Y ahí ocurre la anécdota que abrimos la puerta justo cuando se había pedido la falta y Bidegaín dice “38” [“aquí gané yo: tengo 38 –en honor a su revólver–y somos tupamaros”]. Después vamos al arsenal.
Le dije algo, no sé, algo como “traigo este telegrama”.
Después voy a buscar cinco más y fuimos al casino a donde estaban jugando al truco. Y ahí ocurre la anécdota que abrimos la puerta justo cuando se había pedido la falta y Bidegaín dice “38” [“aquí gané yo: tengo 38 –en honor a su revólver–y somos tupamaros”]. Después vamos al arsenal.
Nadie podía entrar, había una contraseña, dormían tres adentro, les había comprado whisky y vino y habían estado chupando. Golpeé y golpeé hasta que abrieron:
–Soy yo– dije la contraseña y entramos todos [al grito de] “¡Tupamaros!”
Los pusimos todos en el patio de armas, unos sesenta [la mayoría en calzoncillos].
Nosotros éramos veintiuno o veintidós, toda la dirección, casi toda Columna del Sur.
Nosotros éramos veintiuno o veintidós, toda la dirección, casi toda Columna del Sur.
Y empezamos a cargar todas las armas: granadas, fusiles...
–¿Y archivos?
–Eso no interesaba, había otros que se ocupaban de eso.
Ulises Pereira Reberbel había traído unas cajas de armas, aquellos Chifs que eran revólveres pequeños calibre 38 con destino a los grupos de extrema derecha.
Cuando metimos a todos en el calabozo, cargamos el camión y se fue. Le teníamos que dar una o dos horas para salir de Montevideo, cambiar la carga de vehículo y que los compañeros se fueran en autos. El camión lo cambiaban en Santa Lucía, volvía a entrar a Montevideo, agarraba para Minas...
Nos quedamos cinco ahí. Varios de guardia y yo en el teléfono y radio. Si llamaba alguien había que saber qué decir.
Nos quedamos cinco ahí. Varios de guardia y yo en el teléfono y radio. Si llamaba alguien había que saber qué decir.
Una de las compañeras que estaba vigilando a los presos [Yessie Macchi]. Le pregunta al cabo:
–¿Qué hora es?
–Las tres de la mañana ?contesta.
Y ésta le dice:
–A esta altura ya están todos los cuarteles tomados.
Y uno de los milicos se dirige a los oficiales y les grita:
–Hijos de puta, ahora la van a pagar.
Y éstos le ordenaban:
–Cállese la boca.
–Yo no me callo nada, ahora el pueblo está en la calle. Ustedes perdieron el poder hijos de puta.
–¡¡Cállese la boca!!
[¿Y por qué no se llevaron a ese soldado con ustedes?]
A mí me preguntaron, pero dije que no. Tomaba.
Cuando estaba en el teléfono llegan dos de las fuerzas especiales que se habían ido con mujeres. Se habían medio escapado.
Venían de civil, y ahí no se puede entrar de civil, entonces le preguntan al compañero que estaba de guardia [disfrazado de centinela] y al que yo le había enseñado a saludar:
Venían de civil, y ahí no se puede entrar de civil, entonces le preguntan al compañero que estaba de guardia [disfrazado de centinela] y al que yo le había enseñado a saludar:
–¡Chzzz! ¿hay bulla?
–No, entrá no pasa nada –entran y le dicen:
–¡Tupamaros!
–¿Qué pasa?
–¡Tupamaros!
–Los estaban esperando siempre hasta que vinieron –les dije yo.
A las cinco de la mañana, nos vamos con un coche de la marina, los fierros que teníamos los metemos en una valija y los pasamos a otro auto. Y ahí entramos a un local, donde viví mis primeros días de clandestinidad, frente a una comisaría.
Me pinté el pelo y el bigote de rubio.
Ellos no tenían foto mía porque había pedido a quienes pudieran tener que las tiraran.
Después cada columna recibió sus armas, se las dieron a los grupos, escondieron y enterraron otras. Hasta tal vez hoy hallan cosas enterradas.»
Me pinté el pelo y el bigote de rubio.
Ellos no tenían foto mía porque había pedido a quienes pudieran tener que las tiraran.
Después cada columna recibió sus armas, se las dieron a los grupos, escondieron y enterraron otras. Hasta tal vez hoy hallan cosas enterradas.»
Hay que aclarar, una vez más, que Garín no fue un militar que se pasó a filas tupamaras, fue un luchador social que odiaba a la miliqueada pero que tuvo que tuvo que infiltrarse en filas enemigas para preparar ese operativo y facilitar otros gracias a su tarea de contraespionaje.
Es lógico, no obstante, que desde los sectores populares se haya cantado victoria diciendo que un soldado se pasó al contraejército popular.
Es lógico, no obstante, que desde los sectores populares se haya cantado victoria diciendo que un soldado se pasó al contraejército popular.
posta - postaporteñ@ 820 - 2012-08-14
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