Zabalza: La ley de inercia


 La ley de inercia



Eran bien tétricas las catacumbas del batallón de ingenieros No. 3 con sede en Paso de los Toros. Adolfo “Nepo” Wassen vivió en ellas un episodio que sirve para revelar  la vulnerabilidad de quienes fueron encerrados allí. A mediados de 1974 José Nino Gavazzo llegó al cuartel no se sabe de dónde y estuvo de beberaje con el teniente coronel Dieter Kellner, uno de los verdugos injustamente olvidados, que no figura en el ranking de los más conocidos. Whisky va whisky viene, a eso de la media noche fueron al celdario a entrenerse a costillas de Adolfo. Lo interrogaron durante un par de horas, le dieron un par de golpes, su objetivo no era obtener información sino simplemente divertirse. Ya cansado, el Nino se despidió con un “mañana la seguimos” y  a Adolfo lo regresaron a la cueva No. 4 del corredor semisubterráneo al que daban las diez celdas de dos metros cuadrados de superficie.
Cerca del amanecer el soldado que estaba de guardia vió un hilo de líquido viscoso que escapaba por debajo de las rejas de la celda de Nepo. Era sangre... ¡Alerta! Llamaron al doctor Zamosky, uno de los 600 mengele uruguayos que siguen ejerciendo su profesión médica porque los ministros de saludo pública todavía se lo permiten. Zamosky no atendió el teléfono. Sacaron a Henry Engler de la celda y él suturó los profundos tajos que corrían lo largo del antebrazo de Nepo que sobrevivió esa noche. Condiciones que fuerzan los prisioneros al suicidio fue otra de las prácticas sistemáticas del terrorismo de Estado: fueron homicidios las muertes de Hugo Castro el de Paysandí, de Edgar “Gato” Sosa, Alfredo Pino Garín y Ruben Martínez Addiego, el caso de Norma Cedrez y mucho otros más. Para escapar  a las presiones sicológicas y las persecuciones cotidianas, matarse fue siempre una opción a tener en cuenta. Nos acompañó meses y meses, se volvió tan habitual que le perdimos el miedo. Lo asombroso es que no hayan sido cientos y cientos los “suicidios forzosos”. La legislación internacional debiera configurar el delito de “verduguismo permanente” que fuerza al suicidio de la víctima.  
La impunidad es una concepción política.
Entrevistado por “En Perspectiva"  el 21 de agosto, el ministro Fernández proclamó  que “...yo vi un aporte a la justicia y lo hice”, "yo tuve que investigar muchos meses sobre esto, no se me ocurrió de la noche a la mañana", "esto fue una preocupación en base a la convicción de que se estaba cometiendo un error muy grave sobre un caso que es de los más conocidos”. Se aflige y desespera porque a su enterder el poder judicial comete una injusticia con Juan Carlos Gómez, procesado por el homicidio del compañero Roberto Gomensoro. El ministro defiende a los militares procesados en Chile por el asesinato de Berríos, al general en actividad Dalmao culpable del homicidio de Nibya y ahora a Juan Carlos Gómez. ¡Qué sentimientos tan altruístas, trasciende sus propios sufrimientos! Claro que, por el otro lado, se desentiende de los dictámenes judiciales que encubren a los asesinos de tantos jóvenes que en los ’60 convocó  a dar la vida por la revolución. Se desentiende además de investigar el caso de Ronald Scarzella, en cuya casa solía reunirse y almorzar, asesinado en plena vigencia de la legalidad democrática. Se desentiende de perseguir a los asesinos de Fernando Morroni y Roberto Facal, cometidos el 24 de agosto de 1994 en el barrio Jacinto Vera. Se olvida que esa mañana convocó a rodear el Hospital Filtro por los micrófonos de CX 44... En este caso no da “línea” a los fiscales como hace con la jueza de Paso de los Toros, porque su sentido de justicia es de color verde, tiene por objetivo fortalecer y perpetuar la impunidad del aparato represivo.
Con la absolución del coronel Gulla por el asesinato de Horacio Ramos cometido en el Penal de Libertad, los jueces están legalizando el concepto de “suicidio forzoso”. Mientras que los ex-guerrilleros y los comunistas que integran el gobierno callan vergonzosamente, la ex-fiscal Mirtha Guianze fue la única en rechazar públicamente la absurda sentencia. En  adelante los verdugos podrán presionar a la víctima hasta que se suicide, pues esa forma de homicidio está ahora protegida por la jurisprudencia. También callan cuando un descarado tribunal absuelve al Goyo Álvarez por el homicidio de Roberto Luzardo pese a las pruebas que demuestran su culpabilidad. Se lavan las manos como si no tuvieran nada que ver con las víctimas del terrorismo de estado. ¡Vamos señores ministros, vamos señores legisladores, aventuren una exclamación de indignación con los jueces! ¡Muestren que alguna vez tuvieron sentimientos revolucionarios! ¡Que no siempre callaron frente a las injusticias! En realidad este gobierno progresista seguirá callando, respaldando con el silencio el quehacer de los jueces más reaccionarios.
La impunidad no es solamente la ley de caducidad. Es una política, una concepción que se refleja en las conductas de los diferentes operadores del gobierno. Es el discurso permanente del presidente y de la primera dama en los medios de comunicación masivos, es la persecución a la jueza Motta y la hipocresía con el  joven violado por las tropas uruguayas en Haití, son las actitudes de Víctor Semproni, es Alberto Breccia planteando que el desafío es perdonar  a los asesinos y Esteban Pérez Vinisky que pide a las víctimas del terrorismo que perdonen a los verdugos, es Ricardo Erlich premiando con el Bartolomé Hidalgo el libro que iguala a víctimas y victimarios y es Fernández, el ideólogo de alianza entre sectores de la oficialidad y los ex-guerrilleros gobernantes.  Se cumplió el dictámen de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos pero, para no irritar a los militares, el discurso se apegó a lo establecido en la sentencia del caso Gelman. En esa oportunidad, pese a contar con el mayor respaldo internacional, el gobierno fue incapaz de comprometerse a tomar la iniciativa en la investigación der los crímenes del terrorismo. Han sabido inocular el virus de la impunidad en dosis tan pequeñas que los manipulados ni cuenta se dan, han logrado despertar sus instintos más reaccionarios y hacer que la verdad y la justicia sean ajenas a los sentimientos de las mayorías populares. Triunfaron en el terreno donde habían fracasado Sanguinett y Lacalle.  

¿Dónde está la mala gestión que les achaca la derecha?. 

Con idéntica metodología de riego por goteo, el gobierno va introduciendo la idea del acuerdo político-militar con los EEUU. Al principio fue el Comando Sur que donó una policlínica a instancias de la señora de Luis Rosadilla; después fue el propio ex-ministro de defensa que colocó la piedra fundamental de un campo deportivo tiernamente abrazado con el embajador yanqui; más tarde fueron sus viajes a los EEUU sobre los que nada saben el parlamento y el Frente Amplio. Paso seguido aumentaron bastante la dosis trayendo a los SEALs, operación en la que contaron con el mudo consentimiento de todos los  parlamentarios, incluídos los que se definen antimperialistas. Las seguridades dadas en privado a los EEUU deben ser tan fuertes que no pudo debilitarlas la operación geopolítica “salida de Paraguay- ingreso de Venezuela” (que puede leerse “jugada de EEUU-contrajugada de Brasil”). Por eso, después del episodio mercosureño llegó Frank Mora, una figura claramente identificada con la barbarie genocida yanqui, contra el cual nadie levantó su voz en el parlamento o en la Mesa Poitica del Frente Amplio. Hay muchas probabilidades de que estas relaciones, cada vez más íntimas, culminen en la inauguración de la primer base militar extranjera en territorio uruguayo. Esa es la estrategia del Pentágono y eso se está consintiendo con el “laissez faire” en el parlamento y en el Frente Amplio. Es tan habilidoso el manejo del gobierno, que deja contento a la barra antimperialista con lo de Venezuela, al tiempo que su buena conducta y mejor letra le permite cosechar calurosas felicitaciones de Hillary Clinton.... ¿No es genial?
La gestión es tan eficiente que lograron hacer pasar desapercibida la invasión de las corporaciones transnacionales, que se insertan en Uruguay a través de empresas brasileras, argentinas, chilenas, holandesas, belgas y hasta alguna de origen griego. Casi sin resistencias, salvo algunas honrosas manifestaciones de protesta, están regalando la infraestructura productiva al capital extranjero. Al tiempo que hicieron crecer el monto de la deuda externa, tienen a todos convencidos de que el problema está solucionado. Mientras aumenta la dependencia del Uruguay con esos mismos bancos que están hundiendo a los pueblos trabajadores de Europa y EEUU, la gente está convencida que somos un país de primera cada día más libres e independientes. Más eficaz todavía ha sido el manejo ideológico del proceso de  “bancarización” del consumo, todos ligados a las tarjetas de plásticos, todos flotando en la burbuja del capital financiero, todos y todas viviendo en las nubes. Parece la maldición de Malinche. ¿Dónde está la defensa del patrimonio nacional que fue uno de los ejes del crecimiento electoral de la izquierda frenteamplista? ¿Y el proyecto de Uruguay Productivo que enterraron bajo el modelo celulósico-sojero?. Extraordinaria capacidad de manipulación.
Los dineros del presupuesto nacional se dedican a pagar los servicios de la deuda externa en primer lugar y al fortalecimiento de las fuerzas armadas y la policía en segundo lugar. De ahí que el ministro Bonomi disponga de los medios que permiten construir cárceles y mejorar muchísimo el armamento y el parque automotor de la policía. También se le proporcionaron los fondos presupuestales para aumentar en un 100% los sueldos de los funcionarios de la represión pública. ¿Porqué no aumentaron en igual medida los salarios de los funcionarios de la educación y la salud públicas? Porque los servicios de la deuda, las fuerzas armadas y la policía son las tres prioridades estratégicas fijadas por el gobierno de Mujica, aunque nada tengan que ver con las necesidades populares ni con las líneas establecidas por los congresos del Frente Amplio. Su discurso “educación y educación” fueron sólo palabras, vanidad de vanidades. Pese a la opinión de blancos y colorados, el desastre de la salud, la vivienda y la educación no se debe a mala gestión, sino que esas políticas sociales no entran en el proyecto real que se gestiona. A la luz de los intereses que el gobierno quiere beneficiar la gestión ha sido excelente.

¿Qué salida hay para el descontento?

Los dirigentes frenteamplistas de hoy ocupan el mismo lugar que antaño ocuparon los polïticos blancos y colorados, al decir de José Pedro Lopardo en “Rebeldes” abandonaron todas las “locuras” que los identificaban como de izquierda. Perdieron el enganche con el movimiento popular y están perdiendo la capacidad para desempeñarse como amortiguadores políticos del conflicto social. Sus renuncies son la causa de que existan esos 230.000 frenteamplistas descontentos que contabilizó una encuesta de Oscar Bottinelli, gente cansada de reclamar y patalear, que percibe la ausencia de medidas para resolver en serio los problemas en la educación, la salud y la vivienda, que rechazan la extranjerización de la economía, les rechina la prédica de olvido y perdón y repudian los acuerdos estratégicos con el Pentágono. Los descontentos no se han alejado del Frente Amplio, es el Frente que los ha abandonado. Probablemente, sin embargo, embretados en  la disyuntiva de lo menos malo, en las próximas elecciones podrán ser nuevamente inducidos a votar por Tabaré Vázquez para derrotar a los candidatos blancos y colorados. Por inercia se puede seguir en línea recta hasta el infinito como se ha hecho hasta ahora  adentro y afuera del Frente Amplio.
No hay lugar para los descontentos en un Frente Amplio que aborrece la participación y  clausuró los espacios donde las discrepancias tenían consecuencias prácticas. Cuando se habla de “debate” se está hablando de vedettes en escenarios que arman los medios de comunicación y no de bases organizadas que discuten política. No quieren que cunda el ejemplo del Comité de Base de los uruguayos en México. De aquellas coordinadoras capaces de oponerse frontalmente a las políticas privatizadoras del Intendente Arana queda apenas el recuerdo de pasadas ilusiones. Quienes insistan en críticar las vacilaciones y las claudicaciones, se colocan fuera de la “disciplina partidaria” y serán pateados fuera del tablero sin ninguna piedad, como hicieron con Helios Sarthou y Guillermo Chifflet. No pueden darse el lujo de abrir espacios al pensamiento crítico y por eso en las elecciones internas hubo cuatro candidatos y un único discurso. El nuevo rol que aparece a la vista es un Frente Amplio organizado para comunicar al electorado las obras realizadas que la gente desconoce.  Eso es. Necesitan un Frente Amplio que repita como un loro el discurso del gobierno, lo mismo que criticaban al PCUS y el Pravda de la desaparecida URSS.
Cerradas las posibilidades de torcer el rumbo que ha emprendido el gobierno mediante la participación y el debate, sólo resta la esperanza de hacer sentir el descontento, el desengaño y la indignación como se hizo en las municipales de mayo del 2009 y en las internas del Frente, con el voto protesta. Parece ser la única vía para manifestar multitudinariamente el rechazo al modelo de país que están construyendo, la única forma de dar una especie de campanazo que conmueva la conciencia de los tres millones de uruguayos. No me imagino una organización, sino simplemente una multitud de votos protesta. Nada más. Sólo un grito colectivo de protesta.
Tal vez estén muy enredadas estas reflexiones que arrancan con el recuerdo de Wassen y terminan en el voto protesta, pero no me dejan dormir las sentencias que exculpan a los asesinos de Roberto Luzardo y Horacio Ramos. Ellas no presagian nada bueno. No puedo dejar de ver cómo juegan mis ex-compañeros en el proyecto político militar con las fuerzas armadas y los EEUU del cual su política de impunidad es sólo una parte. No puedo dejar de sufrir la impotencia que sienten tantos compañeros y tantas compañeras al ver la condición actual de la fuerza política antimperialista y antoligárquica a la que pertenecieron y por la cual se jugaron la libertad y la vida. No puedo dejar de ver que son muy negras las perspectivas para la próxima contienda electoral y por eso pienso que sería muy buena cosa el voto protesta, demostrarles que no todos el mundo se deja arrastrar así nomás. Disculpen este final de índole muy personal.

Jorge Zabalza

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