Adolph B. Sáenz, hombre del FBI, estaba radicado en Uruguay desde el año anterior, o sea 1964. Tenía además una íntima amistad con el nombrado Tte. Danilo Micale, a la sazón Director General del Ministerio del Interior.
Esta amistad no era porque sí, a corazón abierto, como puede suponerse, sino que tenía su razón de ser, americano pragmático amigo, al cargo de Director General del Ministerio le corresponde (no lo olvides, hermano) la dirección de las funciones policiales y las llamadas de Orden Público; es la llave del fichero informativo a nivel nacional, y es justamente donde se selecciona y califica quién muere y quién puede vivir, qué categoría llevará cada ciudadano, qué marca, de qué color y por cuánto tiempo. Ministerio del Interior siempre y por siempre en manos de la derecha asesina.
Allí estuvieron Ángel María Gianola, Antonio Marchesano, Luis Hierro López, pero una muestrita reciente para refrescar la memoria: Se llama Haydée Trías, y es un testigo clave para esclarecer el asesinato de Z. Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz. Fue por el mes de abril de 1985, apertura democrática Sanguinetti en el gobierno, Marchesano en el Ministerio del Crimen, Haydée... Dice Haydée: “una noche salgo de una guardia (trabajaba como enfermera en el Clínicas) siento que me agarran de atrás, me ponen una capucha y me dan golpes y golpes, no llegué a perder el conocimiento, vi las botas y recuerdo una frase: 'no te ensañes, que ya está muerta'. Me patearon para la calle, estaba lloviendo y me dejaron tirada en la Av. Italia. Un médico que entraba a trabajar vio ese montón de trapos con sangre, que era yo, y me llevaron para el CTI. Ya para ese momento, había entrado en coma grado 4. Y luego, ya a salvo pero con fracturas, hundimiento de tórax, etc. me trasladaron al Filtro.
Recién recuperada, una tarde voy a cruzar con la luz verde en Agraciada y San Martín y veo una camioneta del Batallón de Ingeniería Nº2, no, tengo dudas, empiezo a cruzar, el que conducía pone el pie en el acelerador y me levanta en el aire. Caigo boca arriba y comencé a sentir una sensación de frío mortal. Me llevaron en unas tablas, creo que un taxi, a Traumatología y de nuevo al Filtro”
En otra parte del relato, la ingenua señora Haydée Trías, dice: “Marchesano se hizo cargo de todo”.
Es evidente que la señora no tenía “los ojos en la nuca”, y así le fue.
Aún estamos lejos del año '85 en nuestro relato. Estamos a 20 largos años de distancia, no obstante pueden y deben sacarse ciertas conclusiones de índole puramente profiláctica.
¿Cuánto fue seguida, vigilada, chequeada, esperada, con qué paciencia no esperó el Ministerio que la señora se repusiera? ¿Con qué morbosa y perversa tranquilidad la cuidaron, sabiendo bien que estaba en sus manos? ¿Cuánto presupuesto, cuánto gasto pagado con los mismos impuestos de la propia señora? Pero hay más, tiempo al tiempo... El futuro Ministro Hierro andaba por allí en alguna comisión, en el mismo Palacio donde luego pasó a vivir la señora.
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