Irán: ¿Conmoción y pavor?
Orbe / Rebelión
“Conmoción y Pavor” ("Shock and awe") fue el nombre que recibió la teoría militar de ataque elaborada por Harlam K. Ullman, ex piloto y profesor del Colegio Nacional de Guerra de los Estados Unidos, recogida en un libro de este mismo nombre y que fue acogida con entusiasmo por el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, para aplicarla en Iraq.
Ella desplazó a la llamada “Doctrina Powell”, propuesta por el experimentado militar que fungió como Secretario de Estado en el mismo gobierno de George W. Bush y que sirvió de base a la anterior guerra que emprendió su padre para expulsar a las tropas iraquíes que habían invadido Kuwait. Ésta, la de Powell, consideraba que Estados Unidos solo debía lanzarse a un conflicto militar después de desplegar en el teatro de operaciones una fuerza insuperable y teniendo muy claro tanto el objetivo, como la estrategia de salida. Ullman, por su parte, concibe pasar a las acciones bélicas utilizando una fuerza más pequeña, pero con gran superioridad tecnológica, y apoyado, sobre todo, en una intensa guerra sicológica, para convencer al enemigo de que es inútil cualquier resistencia. Podría decirse que al menos inicialmente, le dio resultado en Iraq.
Parece que estamos de nuevo ante esta variante.
Tuve el triste privilegio de presenciar desde Bagdad, en el 2002 y el 2003, el desarrollo de los preparativos y la guerra misma, y salvando las grandes diferencias que existen entre Iraq e Irán, y entre lo que pueda suceder si llegan a desatarse los acontecimientos, estamos en presencia del mismo esquema, aunque con variantes.
Desde hace años se viene tratando de satanizar a Irán. Ya ha sido cubierto el expediente de calificarlo de terrorista y de poseer armas de destrucción masiva, o estar en vías de poseerlas. No importa lo que diga la OIEA, tampoco importaba lo que afirmaban esta misma organización y los inspectores de la ONU cuando se preparaba el ataque a Iraq. El camino de lograr resoluciones de condena y sanciones en el Consejo de Seguridad ya ha sido también cubierto, y por cierto, y al menos en esta etapa, con menos oposición que en el caso de Iraq.
En los meses previos al ataque contra el país árabe, “la gran prensa libre occidental” participó, como tropa de primera línea, en la intensa guerra sicológica que previó el general Ullman, para atemorizar y debilitar las defensas no sólo de su objetivo militar, sino de los pueblos de muchas partes del mundo. Después, cuando fue tan evidente que la guerra se había montado sobre un gran escenario de mentiras, algunos de estos medios tuvieron la desvergüenza de pedir disculpas, tal como si no continuaran practicando a diario, respondiendo a los intereses del imperio, el ejercicio de la desinformación.
La campaña de terror mediático fue intensa, vimos como se anunciaban las “bondades” del arsenal disponible. El macabro menú incluía: bombarderos indetectables; bombas y cohetes con capacidad para destruir impecablemente cualquier objetivo, aun cuando este se encontrara en al profundidad de la tierra; bombas para paralizar las comunicaciones; cohetes capaces de derretir el acero de tanques y cañones, y “freir”, de un solo impacto, una gran concentración de tropas…
¿Conmoción y Pavor? Si señor, los pasos son los mismos: bloqueos y sanciones; inspecciones y provocaciones; anuncios de armas terribles con capacidad de destruir 10,000 objetivos en pocas horas…
Sin embargo, esta vez los resultados pueden ser mucho más inciertos y decididamente desastrosos. Irán no es Iraq.
Ernesto Gómez Abascal, Periodista y ex embajador en Iraq.
Ella desplazó a la llamada “Doctrina Powell”, propuesta por el experimentado militar que fungió como Secretario de Estado en el mismo gobierno de George W. Bush y que sirvió de base a la anterior guerra que emprendió su padre para expulsar a las tropas iraquíes que habían invadido Kuwait. Ésta, la de Powell, consideraba que Estados Unidos solo debía lanzarse a un conflicto militar después de desplegar en el teatro de operaciones una fuerza insuperable y teniendo muy claro tanto el objetivo, como la estrategia de salida. Ullman, por su parte, concibe pasar a las acciones bélicas utilizando una fuerza más pequeña, pero con gran superioridad tecnológica, y apoyado, sobre todo, en una intensa guerra sicológica, para convencer al enemigo de que es inútil cualquier resistencia. Podría decirse que al menos inicialmente, le dio resultado en Iraq.
Parece que estamos de nuevo ante esta variante.
Tuve el triste privilegio de presenciar desde Bagdad, en el 2002 y el 2003, el desarrollo de los preparativos y la guerra misma, y salvando las grandes diferencias que existen entre Iraq e Irán, y entre lo que pueda suceder si llegan a desatarse los acontecimientos, estamos en presencia del mismo esquema, aunque con variantes.
Desde hace años se viene tratando de satanizar a Irán. Ya ha sido cubierto el expediente de calificarlo de terrorista y de poseer armas de destrucción masiva, o estar en vías de poseerlas. No importa lo que diga la OIEA, tampoco importaba lo que afirmaban esta misma organización y los inspectores de la ONU cuando se preparaba el ataque a Iraq. El camino de lograr resoluciones de condena y sanciones en el Consejo de Seguridad ya ha sido también cubierto, y por cierto, y al menos en esta etapa, con menos oposición que en el caso de Iraq.
En los meses previos al ataque contra el país árabe, “la gran prensa libre occidental” participó, como tropa de primera línea, en la intensa guerra sicológica que previó el general Ullman, para atemorizar y debilitar las defensas no sólo de su objetivo militar, sino de los pueblos de muchas partes del mundo. Después, cuando fue tan evidente que la guerra se había montado sobre un gran escenario de mentiras, algunos de estos medios tuvieron la desvergüenza de pedir disculpas, tal como si no continuaran practicando a diario, respondiendo a los intereses del imperio, el ejercicio de la desinformación.
La campaña de terror mediático fue intensa, vimos como se anunciaban las “bondades” del arsenal disponible. El macabro menú incluía: bombarderos indetectables; bombas y cohetes con capacidad para destruir impecablemente cualquier objetivo, aun cuando este se encontrara en al profundidad de la tierra; bombas para paralizar las comunicaciones; cohetes capaces de derretir el acero de tanques y cañones, y “freir”, de un solo impacto, una gran concentración de tropas…
¿Conmoción y Pavor? Si señor, los pasos son los mismos: bloqueos y sanciones; inspecciones y provocaciones; anuncios de armas terribles con capacidad de destruir 10,000 objetivos en pocas horas…
Sin embargo, esta vez los resultados pueden ser mucho más inciertos y decididamente desastrosos. Irán no es Iraq.
Ernesto Gómez Abascal, Periodista y ex embajador en Iraq.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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