“El lado rojo del Frente Amplio”
La senadora Constanza Moreira competirá contra Tabaré Vázquez en las internas presidenciales, representando a la militancia frenteamplista desencantada con el giro manifestado en las políticas de seguridad y en el vínculo con los Estados Unidos. Socióloga, columnista de medios alternativos, intelectual orgánica de las minorías sexuales y de las luchas de género, y ciento por ciento latinoamericanista, Constanza comienza su camino hacia las PASO del FA criticando la defensa irrestricta de la papelera UPM por parte de Mujica: “Como izquierda no podés dar señales de las cuales se pueda aprovechar la derecha argentina, que siempre está jugando a boicotear el Mercosur”.
Voy a consultar con Barack Obama cómo hacer una campaña de bajo costo”, bromea la senadora Constanza Moreira en su primer gran reportaje, otorgado al semanario uruguayo Brecha, como precandidata presidencial del Frente Amplio (FA). Moreira sabe, mejor que nadie, que corre con desventaja contra el ex jefe de Estado Tabaré Vázquez en la interna del oficialismo uruguayo. No sólo porque la cúpula de casi todos los partidos frenteamplistas decidieron sostener el retorno a las grandes ligas del oncólogo montevideano más famoso, sino también porque la elite de los grupos económicos locales ya dio a entender que los primeros cheques de sus contribuciones partidarias van ir hacia al bunker del dirigente que especuló con ir a la guerra contra Argentina para defender los intereses de la ex papelera Botnia. Y de ninguna manera hacia el comando de una outsider como Moreira. Pero la parlamentaria no se amilana, a pesar de la bajada de pulgar del aparato partidario y de la falta de pesos uruguayos para encarar la campaña: “Obama, que arrancó con todo el Partido Demócrata en contra, ideó un sistema de microfinanciamiento. Y por el celular, la gente le mandaba de a diez dólares. Así que voy a llamarlo a la Casa Blanca para que me detalle mejor su plan”, sigue descontracturando el reportaje la socióloga Moreira que, como habitual columnista política de medios gráficos, sabe muy bien comunicar, buscar el título y hacer empatía con el periodista de turno.En un juego de espejos, Tabaré Vázquez y Constanza Moreira son cara y cruz, el agua y el aceite, la izquierda descolorida e institucionalizada contra las banderas rojas programáticas. Tabaré viene de las ciencias duras, es un médico prestigioso, de larga carrera en el sector privado y vive en un barrio recoleto de Montevideo. Suele vestir trajes atildados, tiene un ojo mocho que se contrae demasiado cuando se irrita y usa un jopo embalsamado con litros spray que hace delirar a las octogenarias del tradicional barrio Pocitos. Constanza Moreira, en cambio, se formó académicamente en las ciencias sociales. Es politóloga y socióloga. Además, suele escribir ensayos y artículos de opinión para medios gráficos locales. Últimamente, su firma es parte del staff itinerante del diario oficialista La República. Además, en el reloj de la alta política es una púber. Tiene apenas 53 años. Es rubicunda, tiene el pelo ensortijado y el gris no es, precisamente, el tono predominante de su vestuario.
Pero, más allá de estos datos de color, Vázquez y Moreira tienen profundas diferencias políticas. Por ejemplo: durante su mandato presidencial, Tabaré vetó la Ley de despenalización del aborto porque tiene muy buenos vínculos con el Opus Dei y promovió que su país abandonara el Mercosur para firmar un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, proyecto que finalmente fracasó ante la resistencia del sector frenteamplista que responde a José Mujica. Del otro lado del ring, como suele decirse en el diccionario político más militante, está Constanza Moreira. Así, por ejemplo, se refirió a ella el semanario Brecha en la entrevista ya citada: “La intuición política la decidió a ser una bisagra entre el partido y una sensibilidad de izquierda que no se siente representada. En ese sentido, Constanza Moreira cita a propósito una frase de Lula: ‘Las movilizaciones no son contra la política, sino por más política’. Aunque es consciente de la falta de aparato y de recursos, apuesta a que su candidatura no sea testimonial. Entre sus prioridades destaca el mantenimiento de una política exterior latinoamericanista, programas para erradicar la pobreza, y una apuesta al relevo generacional y a una agenda de género. Piensa que debe haber una redistribución interna del presupuesto que deje de priorizar a las Fuerzas Armadas y la seguridad, concebida casi exclusivamente como represión y enjaulamiento. Y, como sabe que una golondrina no hace verano, pretende que su candidatura dé lugar a un nuevo espacio en el Frente”.
Recapitulando, Tabaré parece contar con más votos y financiamiento para vencer en las internas presidenciales del Frente Amplio. Sin embargo, el oficialismo ya no seduce como antes a la opinión pública más crítica y movilizada. A punto de cumplir una década en el poder, la izquierda uruguaya ha licuado buena parte de su mística. Es lógico, la responsabilidad de la gestión y la necesidad de ganar elecciones para no perder el aparato del Estado hizo que la coalición oriental se fuera desplazando hacia el centro del espectro político. En ese sentido, si bien la anchísima alameda partidaria no se abrió ni se rompió ni se dobló –en el espacio conviven el Partido Comunista, los ex guerrilleros tupamaros encolumnados en el Movimiento de Participación Popular y, también, los dirigentes ultramoderados de Asamblea Uruguay, cuyo líder es el vicepresidente Danilo Astori y el siempre correcto Partido Socialista–, los valores programáticos del FA modelo 2013 dibujan un Frente menos Amplio. Muchas organizaciones sociales ambientalistas, o de género, o antirraciales, sectores independientes y, sobre todo, muchísima juventud no se siente contenida en la entente uruguaya.
Por eso, Constanza Moreira, que se anotició de este resquicio de luz en la morada frenteamplista, tomó la iniciativa y, por lo pronto, pretende apadrinar a la nueva izquierda uruguaya que hoy no encuentra lugar, mesa ni reunión donde hacer oír su voz. “El desafío acá es cómo hacen política los desorganizados o los inorgánicos. Los desorganizados son los sueltos, los ex, los independientes, los que construyen cultura y política de izquierda en la vida cotidiana, pero no están vinculados a los aparatos o a la orgánica. Después están los que están organizados socialmente, pero no tienen un complemento político partidario”, arremete Moreira y, luego, complementa su carta de presentación: “El FA fue creando hegemonía en términos gramscianos, y al mismo tiempo se fue acercando tanto a la cultura uruguaya, que fue creando una cultura de izquierda, pero luego los aparatos transformaron esta cultura en votos. Entonces, cómo hacemos para que esa cultura de izquierda esté hoy más vinculada al FA, en un contexto donde el Frente es gobierno y, por lo tanto, genera descontentos y resistencias de todo tipo. Si yo, en un momento, dije que con eso no se hace política, ¿qué estoy haciendo ahora? Trato de hacer política con eso, porque me parece que eso tiene poca expresión dentro del FA. Eso que yo llamo la izquierda cultural, intelectual, social. ¿Cómo hacemos para que todo eso esté junto? La idea es construir política de afuera hacia adentro”.
Por último, Miradas al Sur entrevistó al periodista uruguayo Raúl Zibechi para conocer un poco más de la vida y el pensamiento de la dirigente frenteamplista que hoy sueña con dar el batacazo en las PASO del oficialismo uruguayo: “Moreira viene de la universidad. Es socióloga y politóloga. Llegó, relativamente, hace poco tiempo a la política partidaria de la mano del MPP (el espacio que responde a Mujica). En ese sentido, es parte de lo que se conoce como la barra del Pepe. Igualmente, siempre fue conocida a nivel público por su posición a favor del matrimonio igualitario y de concretar las postergadas reivindicaciones de género. Evidentemente, hay un sector del Frente, difuso y poco organizado, que sintoniza con la candidatura de Moreira. Además, para una porción del votante tradicional de izquierda no es muy simpático votar por Tabaré. O, digamos, que le presenta dudas apoyar a un dirigente que reconoció haber llamado al ex presidente norteamericano George Bush para que lo auxilie militarmente contra la Argentina en la defensa de la papelera Botnia”.
De esas afirmaciones se deduce que Constanza Moreira puede aparecer como la candidata de Mujica para desdibujar a Tabaré. Pero Zibechi no lo ve de ese modo: “La senadora Moreira, hasta el momento, sólo tiene el apoyo orgánico del Partido por la Victoria del Pueblo, que es una fuerza histórica frenteamplista, hoy desencontrada con el gobierno en asuntos muy puntuales como el envío de tropas uruguayas a la misión militar de la ONU en Haití o en el buen vínculo que el Ejército está teniendo con el Comando Sur norteamericano. Por otro lado, el MPP me parece que está apostando a nombrar el vice de la fórmula de Tabaré. Aunque el ex presidente ya dejó en claro que, en caso de vencer, él va a designar quién va ser el segundo de su boleta partidaria”.
–¿Cómo caracteriza al actual Frente Amplio? ¿Como una fuerza de izquierda o de centro?
–El Frente Amplio es la izquierda real de un país como Uruguay que no tiene un claro proyecto estratégico de nación. Pero, eso no es culpa de Tabaré Vázquez. A nivel popular y de las elites de izquierda, el sentimiento uruguayo está más identificado con los países del norte que con sus vecinos regionales. No en vano Tabaré propuso alejarse del Mercosur y hoy defiende que nuestro país sea parte de la Alianza del Pacífico como primera estrategia de vinculación suramericana. Además, a diferencia de la Argentina piquetera post-2001 y de las últimas grandes movilizaciones en Brasil, nuestro pueblo siempre fue muy cauto a la hora de protestar. Acá no hay grandes movimientos sociales. Por eso, es lógico que el Frente Amplio sea la izquierda de Uruguay.
–Pero, en referencia a Tabaré Vázquez, una cosa es ser moderado y otra, muy distinta, es alinearse con los Estados Unidos. ¿Por qué considera que el ex jefe de Estado viene teniendo posiciones públicas tan pronorteamericanas?
–Primero, Tabaré recién entra a la política casi al cumplir los 50 años. Nunca fue un militante de base, menos un dirigente de izquierda. Antes, se dedicó a hacer su carrera de oncólogo y a promover su clínica privada. Su primera actuación pública fue cuando Gregorio Álvarez asumió de facto la presidencia en 1981. Entonces, él mandó una carta a un diario muy conservador de la época para saludar este acontecimiento. Es decir, honró, en función de hacer lobby para su clínica, la figura de un presidente dictatorial, a pesar de que un hermano suyo era preso político. Conclusión: dudo mucho que Vázquez sea una persona, ideológicamente, de izquierda. Como presidente, fue el primer jefe de Estado en poner una estatua del Papa en las calles de Montevideo. Es un hombre que vive en una mansión de un millón de dólares en un barrio exclusivo (El Prado, coto de la vieja oligarquía uruguaya). Vetó la ley de aborto, la mujer es del Opus Dei y él es un masón confeso.
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