El Che según Sabato
El Comandante no dijo nada, pero durante todo ese día no habló, iba silencioso y con la cabeza baja. Cada vez que hacíamos un alto o cuando nos reuníamos a comer algo alrededor de una fogata, siempre nos hablaba, enseñaba cosas. Esa noche nos dijo que las principales armas del ejército revolucionario eran su moral y su disciplina. Un guerrillero no debía saquear jamás una población, no debía maltratar a su gente y mucho menos a las mujeres. Pero además debía mantener su decisión de vencer, de combatir hasta la muerte por los ideales que habíamos abrazado. Y la disciplina era fundamental, dijo, pero no esa que nos imponen en el servicio militar, sino la disciplina de hombres que saben por lo que luchan y que saben que eso por lo que luchan es algo grande y justo.
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